D. Díaz

Con mucha mano para aunar montaje y dirección, Anaïs Volpé demuestra en ‘Entre las olas’ un gran talante para tratar con actores, así como para dotar de ritmo a un guión que, aparentemente, corría el riesgo de estancarse

Entre las olas | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Entre las olas | StyleFeelFree. SFF magazine

Los que han tenido la suerte de asomarse a las puertas del mundo del espectáculo saben que no es un entorno fácil ni mucho menos sincero. Está lleno de falsas amistades, puñaladas traperas, egos desmedidos y una competitividad que roza la demencia. Por suerte, el que sabe elegir sus amistades, siempre tiene un compañero con el que andar estos caminos. En Entre las olas, Anaïs Volpé reflexiona sobre la amistad en un entorno tan hostil. De hecho, esta tiene tal peso dentro de la obra que acaba dejando de lado la faceta profesional que se le atribuye a un actor. Aquí, la pareja protagonista, dos amigas íntimas, entablan una relación que va mucho más allá del trabajo. Tanto Alma como Margot desean, más que nada, triunfar en el mundo del espectáculo. Sin embargo, una enfermedad terminal viene a poner sus planes patas arriba.

Debido al avanzado estado del cáncer de Alma, a esta le es imposible incorporarse al papel de sus sueños como titular de la obra. Esta noticia marca el primer punto de giro de la obra, hasta ahora dedicada a un efectivo despliegue de medios, buscando un ritmo alegre y frenético. Por el momento, destaca un montaje inteligente, con un uso superlativo de la elipsis y del fuera de campo. De repente, el tono de la obra cambia radicalmente. Lo que parecía que iba a ser una comedia amena se torna en una tragedia, una lucha contra la muerte. Desde aquí, la progresión dramática evoluciona hacia el compromiso que siente Margot, suplente de Alma, de triunfar en nombre de ambas. Así pues, cuando la vemos ensayar, el montaje superpone su voz con la de Alma, la cual, aunque no está físicamente presente, constituye su razón para seguir adelante.

Para Margot, esto se acaba convirtiendo en una carga muy difícil de llevar. La corona de espinas que forma parte del vestuario de su personaje formaliza ese sacrificio. Como es sabido, la prenda está ataviada de ese sentido desde los tiempos en los que Jesús aún vivía. Fuera de su papel teatral, Margot tiene que actuar delante de su amiga, con todo lo que esto supone. Es decir, mentir para no hacerla daño o hacerla reír cuando ella misma necesita llorar. Aquí es donde más espacio tienen las actuaciones para destacar. Además, la dimensión metacinematográfica intrínseca en la idea de una actuación dentro de otra resulta muy interesante. Entre las olas es una película imbuida de un sentido vitalista, lleno de positivismo y amistad que, por ello mismo, puede resultar algo empalagoso. No obstante, esto no debería ser un impedimento para su visionado, sino una muestra de que el cine francés sigue en plena forma.
 

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