Marta Pascual
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Ocho años después de su anterior película, Navot Papushado vuelve renovado al estilo yanqui para presentar ´Gunpowder Milkshake´, un ácido filme de acción

Gunpowder Milkshake | StyleFeelFree
Imagen de la película Gunpowder Milkshake | StyleFeelFree

En una cafetería retro con una política libre de armas, se reúnen jefes y empleados de un sindicato del crimen llamado La Firma. Este es el excéntrico escenario en donde los personajes de Gunpowder Milkshake, el largometraje más reciente del cineasta Navot Papushado, cobrarán vida. Uno de ellos es Sam, una joven asesina entrenada por la organización y abandonada por su madre. Al igual que esta, en una misión se ve empujada a elegir entre hacer lo correcto o realizar el encargo. Ella elige la segunda opción. Por consiguiente, se convierte en el objetivo de su jefe y de sus aliados, hombres poderosos con innumerables secuaces. A la vez, el último trabajo de la joven deja un rastro de sangre y una niña de 8 años huérfana, Emily. Al encontrase en serio peligro, decide pedir ayuda a Las bibliotecarias, unas elegantes traficantes de armas, y reencontrarse con su madre, Scarlet.

El coautor de Big Bad Wolves plantea una película muy diferente a su antecesora al apostar por la acción en estado puro. A modo de collage cinematográfico, combina una filmación con tintes tailandeses y un estilo íntegramente norteamericano, concibiendo un John Wick puesto de tranquilizantes. La mezcla crea una pieza muy disfrutable, aunque se queda corta en contraste con las expectativas que siembra, ya que su desarrollo pierde el ímpetu inicial. Aun así, logra mantener el interés, en gran parte gracias a la remarcable interpretación de Karen Gillan. La actriz que encarna a Nébula en el Universo Marvel, demuestra poseer habilidades para las escenas de lucha y para la comedia. Por ello, no sería de extrañar volver a verla a la cabeza de una obra de cualquiera de los dos géneros, incluso con capa y maillots.

Gunpowder Milkshake viene a ser el hijo de Navot Papushado con Estados Unidos, tras separarse de su coguionista y codirector, Aharon Keshales. A pesar de conservar su ingenioso humor negro y su descarado sadismo, blanquea la trama con una sensiblería típica de Hollywood. Como resultado, conserva su esencia en secuencias delirantes, pero en su conjunto pierde fuelle. El motivo es la idealización de la hermandad entre mujeres, forzada por la intención de resaltar el carácter femenino del gremio criminal. Esta es la consecuencia de la tendencia innecesaria de justificar la integración de actrices, en roles principales, dentro de los filmes de acción. Sin embargo, la película es recomendable en su conjunto, dada su destacable dirección en una atmósfera pop y su divertida propuesta con guiños del wéstern.
 

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