Marta Pascual
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Entre fosas y cunas, Pedro Almodóvar relaciona, en ‘Madres Paralelas’, la maternidad de dos mujeres muy diferentes para rememorar la memoria histórica

Madres Paralelas | StyleFeelFree
Imagen de la película Madres Paralelas | StyleFeelFree

Los cuadros del pintor andaluz Romero Torres cuelgan en las paredes de la casa de Janis, la estrella de Madres Paralelas. No es de extrañar que Pedro Almodóvar decida rescatar en su última película al artista modernista. Pues es el recuerdo de aquellos que fallecieron en la Guerra Civil, el cordobés incluido, el principal protagonista. Janis, interpretada por la exuberante Penélope Cruz, es consciente. Por ello, cuando conoce a Arturo, un antropólogo forense, en una de sus sesiones de fotos, le pide ayuda. Su intención es desenterrar la fosa de su pueblo, en donde sus familiares fueron ejecutados durante la Guerra Civil. Mientras tanto, se queda embarazada y, a pesar de estar soltera, decide hacerse cargo de la niña. En la sala de hospital conoce a Ana, una adolescente en su misma situación, con la excepción de que no quiere ser madre. Tras conocerse, forman un vínculo tan intenso que se desarrolla fuera del paritorio.

Almodóvar resalta la importancia de la memoria histórica a través de quienes han sido su obsesión cinematográfica a lo largo de su filmografía: las madres. Por un lado, Janis es la parte consciente, que lucha por su pasado, al mismo tiempo que por su hija. En contraposición, Ana decide no mirar atrás, ni a sus antepasados ni a un embarazo involuntario. Así, en el diálogo que surge entre las dos, el cineasta se materializa, oponiéndose a la falta de implicación de las generaciones actuales. No obstante, otorga al personaje de Milena Smit una madurez que le conduce a tomar conciencia. Como resultado, mantienen una discusión llena de dolor, a la vez que de inteligencia. Esto es debido a que, al fin y al cabo, el mismo Almodóvar es consiente del natural desligamiento de la juventud ante las costumbres que le preceden.

Retomando su predilección por las tramas cuya temática ahonda en la maternidad, plantea una cuestión fundamental: ¿El instinto maternal es biológico o social? Tanto la protagonista adulta, como la adolescente, dan lo mejor de sí por sus hijas, pese a afrontar la crianza de forma distinta. Ambas afrontan de la mano situaciones desorbitadas, dignas de cualquier filme de Almodóvar, en las que crecen. De hecho, aprenden en sus nuevos roles sin abandonar sus motivaciones. De este modo, se destruyen las concepciones que determinan la capacidad de una mujer para ser madre.

La película destaca por reunir dos grandes cuestiones bajo un prisma íntimo, contrastado por coloridas pinceladas melodramáticas, que, aunque tímidas, atesoran su esencia. Dentro de su exitosa fórmula vuelve a destacar el desparpajo de Penélope Cruz, devolviéndonos al tono de Abrazos Rotos. El carácter de la actriz potencia la enrevesada percepción del amor y el sexo del cine de Almodóvar. Esta constituye sus características y atípicas familias, en donde los varones pasan a un segundo plano. Al igual que en Tacones Lejanos o Volver, sigue manteniendo entre sus señas de identidad a mujeres independientes y atormentadas. En contraste, reduce el esperpento a favor de un tratamiento más naturalista. De manera similar, el humor es breve y conciso. Por consiguiente, la obra es más templada, logrando consolidar el minuto de silencio que Almodóvar guarda a las víctimas pasadas y presentes de la guerra.
 

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