Rosana G. Alonso
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Entretejiendo una historia que busca situar a China en el contexto de la cultura contemporánea, ‘MoneyBoys’ se abre paso emulando en lo estético a Wong Kar-wai

MoneyBoys | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película MoneyBoys | StyleFeelFree. SFF magazine

En Bitter Flowers, de Olivier Meys, veíamos cómo muchas mujeres chinas, en busca de una vida mejor en Europa, acababan en la prostitución. El drama estaba servido. En MoneyBoys no son mujeres las que se ven obligadas a vender su cuerpo para ahorrar algo de dinero que pueda ayudar a sus familias. El drama tampoco deriva de la prostitución en sí, sino del rechazo familiar. Por otra parte, los protagonistas de esta cinta no necesitan huir a Europa sino mudarse de las zonas rurales a las grandes urbes chinas. La megalópolis de Shenzhen es la protagonista de un relato que busca más el golpe de efecto romántico que la crítica social. No obstante, y aunque está ambientada en china, la filmación de la ópera prima de C.B. Yi tuvo lugar en Taiwán. Nada que como espectadores occidentales podamos percibir. La cromática wongkarwairiana nos abre al exotismo de la China moderna.

Con un guion no exento de complejidad MoneyBoys comienza con un prólogo que nos presenta a Fei, un joven de pueblo dispuesto a hacer cualquier cosa para enviar dinero a su familia. Encontrará lo que busca de la mano de Xiaolai que acabará convirtiéndose en su protector y amante. Pero un asunto turbio los alejará y Fei tendrá que huir a otra ciudad para seguir ofreciendo sus servicios y llevando una vida de confort. Algo que su familia, que acepta su dinero sin rechistar, le reprocha. Todos en su pueblo natal parecen saber a qué se dedica aunque desconocemos cómo han sacado esas conclusiones. De hecho, todos le rechazan a excepción de su mejor amigo de la infancia, Long, que quiere seguir sus pasos. El relato vuelve a ganar en intensidad. La química entre los amigos es apreciable aunque Fei no esté dispuesto a reconocerlo.

Y justo cuando empezamos a sacar conclusiones, el último acto da una vuelta de tuerca recuperando la figura de Xiaolai de quien Fei no se había olvidado. Sin duda, lo que le importa resaltar a C.B. Yi, por encima de todo, es el aspecto romántico y novelesco de una historia que busca situar a China en el contexto de la cultura contemporánea. Es un país occidentalizado en el que el consumo y el bienestar personal ha cundido entre los más jóvenes. Aunque no llega a explotarse el trasvase generacional ni el impacto de la migración interior, MoneyBoys logra captar a la audiencia con una cinematografía exquisita y delicada que enmarca con precisión cada toma. Observando desde la distancia y con una trama cocinada a fuego lento, su languidez no impide que el ritmo decaiga. Al contrario, encuentra su acomodo en una película que entreabre una puerta a próximos proyectos.

Aunque no puede evitar caer en una melancolía aprendida y una atmósfera que inevitablemente nos lleva a rememorar al Wong Kar-wai de Felices juntos el cineasta chino afincado en Austria seduce. Seduce, para empezar, con su imaginería visual. Pero sobre todo porque el triángulo actoral que componen Kai Ko, Yufan Bai y J.C. Lin es magnífico ya que, además, no se cierra a ellos. La perturbadora presencia de Chloe Maayan da una vuelta de tuerca a las relaciones llegando incluso a cuestionar, de forma muy sutil, las tendencias sexuales. Se agradece mucho que en una película abiertamente LGTBIQ se rompa también con el estereotipo, buscando abrirse a una sexualidad que cuestiona.
 

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