Rosana G. Alonso
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Más que un relato, en ‘Miss Marx’ , Susanna Nicchiarelli compone una partitura para acercarse a un personaje fascinante, Eleanor Marx, que sigue permaneciendo en las sombras

Miss Marx | StyleFeelFree
Imagen de la película Miss Marx | StyleFeelFree

Es sabido, aunque no tanto como correspondería, que la hija menor de Karl Marx dedicó gran parte de su enorme energía a luchar por los derechos de las mujeres y los trabajadores, así como por la abolición del trabajo infantil. No obstante, su temprana muerte, a la edad de 43 años, después de tomar voluntariamente ácido prúsico para acabar con su vida, puso fin a un itinerario personal que podría haber sido brillante de haberse dedicado de pleno a la emancipación de la mujer. Si se hubiese dado cuenta a tiempo, hasta qué punto lo que la llevó a tomar la drástica decisión de suicidarse, tenía mucho que ver con su condición de mujer en una sociedad asfixiantemente patriarcal. Si bien ella intentó vivir sin imposiciones maritales, fue precisamente la relación tóxica que mantendría con Edward Aveling, lo que precipitaría su fatal desenlace.

Sin embargo, es lógico pensar que la trayectoria vital de esta mujer tan fascinante hace tiempo que tendría que haber protagonizado una película. Lo hace ahora, de la mano de Susanna Nicchiarelli, que anteriormente sorprendió con la atinada e inesperada caracterización de una de las grandes musas de Andy Warhol en Nico, 1988. Lo hace, buscando nuevamente impresionar a la audiencia. Y lo consigue en ciertos aspectos, aunque no acaba de encontrar el contrapeso entre la ficción más clásica y ciertas escenas que pretenden romper con los ademanes del cine de época. Esta complejidad resulta, pese a todo, adecuada para componer un personaje interpretado por Romola Garai, que sin duda, es la responsable de mantener un equilibrio ecuánime. Contradictorio, exuberante y complejo, el retrato de Eleanor Marx es además muy interesante para comprender una feminidad anclada a ciertas limitaciones que siguen operando en nuestros días.

Hay que considerar también que se han llevado muy pocas historias al cine de los protagonistas del socialismo, una corriente y doctrina que tiene como base a los trabajadores y que sigue sirviendo de referente político. Raoul Peck dirigió, con poco atino, la vida de Marx en El joven Karl Marx, pero no logró resolver el enigma. La vida de Eleanor podría haber sido un gran incentivo, pero Nicchiarelli ha preferido acercarse a la vida amorosa de esta mujer, sin conseguir tampoco componer una historia romántica que alcanzara a descubrir la naturaleza del personaje, su valor y su ímpetu apasionado. Indaga en la superficie tratando de entrar en una complejidad que se le escapa. La música rock elegida, que obviamente rompe con la época que retrata, no deja de ser una solución interesante para tratar de definir a una mujer que se salió de la norma. Pero abandonamos la sala con cierta pesadumbrez.

A pesar de todos los altibajos, reconocemos en Eleanor Marx un personaje quijotesco del que queremos saber más, con más detalle, con más intención de hurgar en la historia no contada. A trazos, la directora de Miss Marx opta por escribir no un relato, sino una partitura que, muy posiblemente, solo pretendía eso. Ser nota que matiza una obra musical. O un color que nos invita a definir, pincelada a pincelada, el rostro de una mujer que acaba por caer víctima de todas las trampas emocionales que recaen sobre ella como una losa, descubriendo la mentira que había construido a su alrededor.
 

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