Rosana G. Alonso
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Envuelta en sombras, Turquía ambiciona la expresión personal y de carácter femenino en ‘Ghosts’, ópera prima de Azra Deniz Okyay

Ghosts | StyleFeelFree
Imagen de la película Ghosts | StyleFeelFree

Con Estambul como telón de fondo arranca Ghosts, ópera prima de Azra Deniz Okyay. No es un retrato generacional lo que ambiciona, sino que abarca a diferentes estratos de edad. A través de ellos observamos la metrópolis. De energía punk, la cinta está repleta de capas que componen un collage que no aspira a ser relato, sino metáfora de individualidades. Dispositivo que sigue a distintas mujeres, tratando de llenar espacios en blanco con su voz y su presencia. Son espacios que ahora trazan movimientos. Espacios que no pretenden señalar, sino dibujar con el vaho del aliento frente al vidrio de una ventana. El resultado es como la propia ciudad. Moderna, caótica y excitante. De espíritu reivindicativo que alza una lanza de esperanza a favor del individuo que camina buscándose.

Superponiendo ideas complejas que atraviesan el argumento tramando una historia compartida, Deniz Okyay es férrea en su afán de aprehender en el caos. La cámara se mueve de un extremo al otro entretejiendo un tapiz compuesto de hilos narrativos dispersos. Incluso los estilos cinematográficos se abrazan en una maraña de idas y venidas que confunden al espectador. En realidad, la cineasta procura perturbar al que asiste a este encuentro audiovisual deliberadamente. Para hacer un esbozo tan quimérico como real. El de una urbe en plena ebullición que grita y calla, que comparte miedos y expectativas, que resiste. De esta forma, la vemos resurgir como un fantasma que engulle todo a su paso. La ciudad envuelta en las sombras de la gentrificación, que permanece a oscuras esperando que la sociedad despierte.

Las personas que trazan este mosaico se examinan las unas a las otras. Lo vemos en el uso de imágenes de teléfonos móviles que reconfiguran las escenas. La vigilancia es clave para entender este trabajo que se convierte en los pulmones de Estambul. Un órgano vivo que pone de relieve a un grupo de mujeres, que celebra sus diferentes feminidades, cuando estas se cruzan en el camino. Asediadas por las incertidumbres y las presiones luchan por la libertad, la supervivencia y la expresión personal. En una Turquía que queda representada por un corte de luz que es metáfora de la situación sociopolítica actual. Todo en este filme está cogido con pinzas. Ese es su mayor virtud y su principal riesgo, que se afronta con la perspectiva de que los fantasmas mencionados en el título, no dejen de custodiar cada rincón, hasta asegurar la emancipación.
 

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