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En la crónica 4 de Cannes 2024 coinciden la exuberante escritura de Halfdan Ullmann Tondel en ‘Armand’, con la sororidad de Patricia Mazuy en ‘Visiting Hours’ y la frescura de Jacques Audiard en ‘Emilia Pérez’
Una amistad improbable entre dos mujeres surge cuando coinciden en la cárcel a la que van a visitar a sus parejas. Empiezan a estrechar lazos fuera del área de visita hasta puntos casi inverosímiles cuando acaban de conocerse. A grandes líneas, así podría sintetizarse la nueva película de Patricia Mazuy, Visiting Hours (‘La Prisonnière de Bordeaux’), que acaba de estrenarse en el marco de la Quincena de Cannes. De estas mujeres, Alma, la de mayor edad, vive sola en una residencia amplia y confortable repleta de obras de arte. Por el contrario, Mina tiene dos hijos y malvive entre trabajos precarios. Curiosamente, las dos mujeres, aunque libres, se sienten encarceladas en sus vidas y por eso Mazuy ha elegido un epígrafe de presentación que puede llevar a engaños, pero que sintetiza sus pretensiones a partir de subtramas que conjuga por medio de metáforas. Hay muchas ideas interesantes en esta cinta en la que puede advertirse una alegoría invertida del amor, un reclamo de la sororidad entre mujeres o un enfoque que pone de relieve las consecuencias de la soledad. Más allá de esto, la arrolladora presencia de Isabelle Huppert construye un potente retrato de dimensiones casi escultóricas.
Otra de las películas que completan esta crónica 4 de Cannes 2024 es Armand, del noruego Halfdan Ullmann Tondel. Un filme de exuberante escritura fílmica que moldea un contundente y estimulante ejercicio de voluntades con escenas muy estudiadas que Ullmann Tondel lleva al límite para provocar estados de conciencia. Aunque la trama transcurre por completo en el interior de una escuela, la fuerza de los diálogos y la amplia gama de estilos visuales son más que suficientes para componer esta obra de cámara repleta de subjetivaciones. Su atmósfera opresiva y la habilidad a la hora de estirar hasta el máximo ciertos recursos enfáticos con una economía de medios que acentúan su hermetismo, es portentoso. Además, es la consagración definitiva de la actriz Renate Reinsve que se mide con Ellen Dorrit Petersen en un duelo actoral formidable.
Pero si hay una película que sorprendió es la propuesta de Jacques Audiard con Emilia Pérez. Un filme fresco y festivo no ajeno a los dramas sociales. La demostración, una vez más, tras el éxito de películas firmadas por cineastas como Ruben Östlund (The Square, El triángulo de la tristeza), Thomas Vinterberg (Otra ronda) o Yorgos Lanthimos (Pobres criaturas, La favorita), de que se pueden hacer películas disfrutables, para los públicos, innovando en las propuestas formales y desentrañando esa idea de contemporáneo que puede estar viciada por los males de la capitalización occidental, pero donde nos reconocemos. Efectivamente, con Emilia Pérez se puede construir un diálogo para hablar de lo queer siendo rigurosos con lo que la teoría defendió como queer. Y para hablar de los problemas sociales vinculados al narcotráfico en Latinoamérica. Y para hablar de los desaparecidos en México. Todo ello en español y sin miedo a caer, casi, en el ridículo.
Pisando la cuerda floja y distanciándose de sus trabajos anteriores Audiard se desenvuelve de maravilla en Emilia Pérez, una obra burlesque que elude de las convenciones y los cánones, incluso, con su elenco actoral en el que destaca la presencia de la actriz trans española Karla Sofía Gasón. No deja de ser una maravilla que una película así esté en Cannes. De hecho, solo aquí podía estar en un acto, muy francés, que reivindica la libertad absoluta. Viva la fiesta. Y viva el karaoke.