Rosana G. Alonso

Un Yorgos Lanthimos sublime e imparable responde, con ‘Pobres criaturas’ (‘Poor Things’), a las dinámicas sociales explicando los retos femeninos, mediante la presencia arrolladora de una Emma Stone completamente desatada

Pobres criaturas (Poor Things) | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Pobres criaturas | StyleFeelFree. SFF magazine

En el mundo post Me Too y en un presente en clave de Se acabó, Pobres criaturas, que acaba de estrenarse en Venecia, es la película que necesitábamos. La necesitábamos urgentemente para condensar el pensamiento de una época que solo puede entenderse en clave feminista. Para encapsular, mediante una burbuja de efervescente incandescencia, las inquietudes y demandas de la mujer en el siglo XXI. Y es un cineasta, Yorgos Lanthimos, el que mejor ha sabido sintetizar, en clave gótico-pop, las ansias de libertad de la mujer. Lo hace desde el fantástico apoyándose en la novela homónima de Alasdair Gray para resucitar nuevamente a Frankenstein. Como a estas alturas todos sabemos que Mary Shelley bien podría haber imaginado este personaje de ficción como una proyección de si misma, no hay sorpresas. No es ningún secreto que la escritora buscara crear un otro-otra en el que se reconocía, a través de un juego de máscaras y representaciones que habla, precisamente, de la urgencia de borrar la identidad social.

En un momento en el que fácilmente podríamos reconocernos en el mito de Ícaro, el artífice de películas como Canino o Langosta entiende también la necesidad de sucumbir a lo freak para regalar nuevas alas a la mujer. Con este propósito, no es que retome el ideario de Shelley, pero es obvio que Gray se inspiró en la escritora inglesa para trascender su visionaria concepción con ímpetu femenino. Recuperado por Lanthimos, sirve para explorar la idiosincrasia de los desajustes sociales mediante una criatura maravillosa que ha dejado de tener condicionantes de género. Ella es Bella Baxter, interpretada magistralmente por Emma Stone, que también es productora de este filme, una mujer a la que un excéntrico científico (Willem Dafoe) la libera al resucitarla. Tiene la edad mental de una niña, pero aprende rápido. Es una salvaje que explora el mundo de forma instintiva, lo que la lleva a tener un deseo sexual imperioso que tiñe la película de un efectivo mosaico de encuentros sexuales no desprovistos de humor.

Repleta de color, de entusiasmo, de ángulos y planos inusuales, de una brillante imaginería que incluso envidiaría Tim Burton, Pobres criaturas investiga en la plasticidad de la imagen hasta sus últimas consecuencias. Llevando un poco mas lejos la apuesta de La favorita, todos los departamentos artísticos alcanzan cotas difícilmente repetibles con los mismos resultados. A destacar el diseño de producción y un vestuario que juega con lo clásico y lo contemporáneo para vestir a Emma Stone, que parece lista para protagonizar las más sublimes editoriales de un Vogue Italia, en sus mejores momentos, de la mano de Steven Meisel o David LaChapelle. Exuberante y titánica en su consecución de un mundo maravilloso recreado en Budapest, es la demostración de que la estética puede, y debe, acompañar a una narración que entiende su compromiso con el tiempo presente. Un tiempo en femenino, lo cual no significa que sea exclusivamente concebido para la mujer. Es un tiempo que puja por despertar a la vida rompiendo tabúes y transformando formas.