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Radiante encuentro de voluntades que buscan una salida, una huida, un descanso. La crónica 4 de la Berlinale 2024 avanza convocando a los cuerpos femeninos para que se expresen
Las películas que se encuentran en esta crónica tienen la voluntad arrolladora de liberar a los cuerpos femeninos que buscan una forma de expresión más allá de limitaciones sociales o prejuicios adquiridos. Es lo que ocurre en Elbow, de Asli Özarslan, una cinta que cuenta la historia de una joven racializada que no encuentra su lugar en una Alemania que la rechaza. Por eso cuando un incidente inesperado la transforma en un animal herido y salvaje tiene que huir a Estambul. Apasionante retrato de una mujer que tendrá que avanzar en la vida no solo enfrentándose a sus circunstancias particulares sino también a la imagen que el espejo le devuelve de sí misma. Junto a ella queremos correr para ver qué salida puede encontrar en su viaje de rebelión y autodescubrimiento.
Pero si hay un viaje fascinante este es el que nos proponen Carmen Jaquier y Jan Gassmann en Paradises of Diane, una inquietante película que sigue a Diane, una mujer que acaba de dar a luz y abandona a su bebé en el hospital. La idea, cuenta la co-directora, se le ocurrió “cuando me enteré de que una amiga cercana había pasado por un largo período de depresión después de dar a luz a su hija”. Jaquier explica que su amiga “escondió su sufrimiento durante años porque se avergonzaba de no haber sentido amor por su bebé de inmediato”. Lo que plantea el filme es un cuestionamiento de la maternidad. Como cuestión política, filosófica y estética. Y con estos ingredientes nos invita a un trepidante peregrinaje a un Benidorm decadente y estéticamente fascinante en su modo de retratarlo como un las Vegas de embrigadora luz nocturna.
Este recorrido por las entrañas de lo femenino pone su punto final con My Summer with Irène de Carlo Sironi. La sensibilidad y sentido de la estética que Carlo Sironi ya demostraba en Sole aquí alcanza sus máximas cotas en la integración de un todo fílmico de gran belleza. Muy sensorial, sensual y evocadora está llena de piel, naturaleza y sentidos. Contemplativa y, al mismo, capaz de trasportar a una etapa vital que nos recuerda a la Nouvelle Vague de Éric Rohmer. El verano tiene un olor particular. Y la efervescencia de la juventud otro que vuelve una y otra vez a nuestras memorias (si ya no somos jóvenes, o tan jóvenes) para recordarnos de dónde venimos y el despertar de nuestros primeros impulsos vitales.