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Para demostrar que la duración de una película no mide su calidad fílmica, la primera jornada de la Sección Internacional del Documenta Madrid 2021 enlazó tres filmes de corta, media y larga duración
La primera jornada de tres días en los que se mostrarán todas las películas a competición del Documenta Madrid 2021 comenzó efusiva, radiante y con cierta empatía hacia el mundo, a pesar del torrente de información visual a la que estamos sometidos continuamente en redes, como refleja la proeza fílmica que es One Thousand And One Attempts to Be an Ocean . Como si destapase una botella de champán para celebrar la vida, el cortometraje de la china Yuyan Wang no se comportó como un tentempié que dejaba paso al meticuloso trabajo de investigación de Theo Anthony sobre los condicionantes de la vista que afectan a lo que vemos.
En un formato de corta duración, Wang Yuyan mostró que la calidad fílmica y discursiva no puede medirse por la duración de una pieza. 12 estimulantes minutos de sensualidad visual hiperactiva que trasportan al espectador a una realidad alucinógena producto del torbellino cacofónico y repetitivo que es la World Wide Web. Una intrincada trama de vínculos también investigada por el artista taiwanés Li Yi-Fan en un cuerpo de trabajo audiovisual que se hermana con el de Wang, componiendo entre ambos una sinfonía de opuestos, que explican la difusa idea de lo contemporáneo.
Tras One Thousand And One Attempts to Be an Ocean llegó uno de los esperados platos fuertes de esta edición. Theo Anthony con All Light, Everywhere no decepcionó con un trabajo de investigación en torno a la ética de la vigilancia y cómo opera en los EEUU. Modelado por la evidencia, su último ensayo documental sigue la línea discursiva de Rat Film (2016) acudiendo a diversas fuentes y creando una multitud de capas que componen un proyecto que desde el presente mira al futuro. Con cierta ironía y agudas reflexiones que emparejan ideas encontradas, el cineasta observa a su alrededor y disecciona consciente de que la mirada forma juicios erróneos. Nada es fortuito ni está al azar en esta cinta que apunta hechos y señala a víctimas del sistema y ejecutores. Los primeros son las comunidades negras más desfavorecidas; los segundos, muy conscientes, están engordando un entramado capitalista que ya está tratándonos como cobayas.
Aparentemente más ligera, la última película de la jornada, Esquirlas de Natalia Garayalde, también se comportó como un dedo que señala. En su ópera prima, la argentina recurre a una voz en off que le sirve para narrar su vida, su hogar, su entorno violentado por una decisión política que cambió el rumbo de su destino. Mostrando el archivo familiar reúne pruebas y emite un juicio sin quebrar la voz, a pesar de la tragedia que revela. Aunque los modos no sean especialmente originales, hay mucho trasfondo y una colección documental de valor que la coloca como protagonista de una historia que hubiese preferido no tener que contar. Un relato que hoy sirve de prueba en un juicio que emitimos los espectadores. Es el culmen de una jornada repleta de reflexiones. Sobre el poder político y sus vicios en este caso, y casi diría que sobre los juicios erróneos en el resto. Porque en realidad, ¿qué, si el Océano que perseguimos es solo un espejismo? Me viene a la memoria Driff, de Helema Wittmann, una pieza apoteósica de búsqueda interior que bien podría servir de remedio espiritual a la intensa jornada de ayer.