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La tónica en la quinta jornada de Berlinale fueron los desvaríos, repletos de libido, que elevaron a los altares a Rose Glass con su salvaje thriller romántico de estética ochentera
No es la única película repleta de libido, pero la aportación de Rose Glass con Love Lies Bleeding no puede dejar indiferente. Su vuelta de tuerca al amor romántico es memorable y su estética ochentera que entra en el tema del culturismo femenino una barbaridad. A través de este tópico, se consiguen dos objetivos. Por un lado, a nivel estético es una cinta muy atractiva en su exhuberancia provocadora. Por otro lado, esto le permite a Glass construir un personaje femenino muy fuerte que degenera en algo monstruoso tomando todo tipo de licencias lúdico-festivas que elevan el gore a otro nivel. Dividirá a la audiencia, pero seguramente también reventará la taquilla con una Kristen Stewart en un papel que no puede defender mejor porque no le cuesta ningún esfuerzo.
No obstante, la palma de la provocación se la lleva Bruce LaBruce con The Visitor, una película que, en su interés por homenajear a Pasolini, acaba resultando excesiva en su ímpetu. En su trilogía de la psicología de la burguesía (Teorema, Pocilga y Salo) Pasolini criticó lo que llamó superclase fascista que utilizaba el sexo y el poder que le otorgaba para humillar o controlar al pueblo, al mismo tiempo que se entregaban a su propio masoquismo. Por eso mismo, el cineasta italiano consideraba que el sexo era el arma secreta para acabar con esta clase social. Esta idea la retoma LaBruce para su trasnochado delirio repleto de escenas sexuales que turbarán a muchos y satisfarán, muy probablemente a una audiencia nicho no específica del cine.
Para finalizar este tríptico que compone cierto interés por el exceso Hong Sangsoo en A Traveler’s Need sorprende con la que podría considerarse la propuesta más fresca e ingeniosa desde Ahora sí, antes no. Con su naturalidad característica el coreano hace una película que fluye muy bien y en la que vemos a una Isabelle Huppert en estado de gracia. Nunca un personaje tan maniqueo resultó tan encantador. Por otra parte, hace guiños y giros a los que vuelve una y otra vez renovándolos. Es increíble como a medida que suelta amarras su cinematografía se siente más y más conectada con la vida. Cada vez más observador, nada se le escapa al director de En la playa sola de noche. Y aunque su prolijidad es abusiva no deja de sorprender cada cierto tiempo.