Rosana G. Alonso
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El pasado y el presente de las mujeres emprende, en el German Film Fest Madrid, un necesario cine que investiga, resiste y se deshace de estereotipos

Imágenes de mi/una madre | German Film Fest Madrid 2022 | StyleFeelFree
Imagen de la película Imágenes de mi/una madre | German Film Fest Madrid 2022 | StyleFeelFree

Son ya 24 ediciones las que han reunido en Madrid, en el mes de junio, el cine alemán más reciente. Antes denominado Festival de Cine Alemán, ahora rebautizado como German Film Fest. Antiguamente en las salas del cine Palafox, y desde hace unos años en el Palacio de la Prensa. Atrás quedan también los años en los que la enorme sala de la planta baja de los antiguos Palafox, que contaba con cerca de 1000 butacas, llegaba a estar repleta de gente. Los festivales, cada vez más numerosos, tienen que lidiar con las plataformas on line y la taquilla se resiente. No obstante, la película avalada por Netflix, Je suis Karl de Christian Schwochow, casi llega a agotar las entradas. No fue la cinta más prominente, pero sí la más espectacular a la hora de retratar el ascenso de la ultraderecha en Europa.

Con un surtido de secuencias ya familiares —aunque un poco adulteradas— como la del atentado inicial que recordaba mucho a En la sombra de Fatih Akin o el acto final que parecía rememorar al Joker interpretado por Joaquin Phoenix, Je suis Karl se ganó al público. El German Film Fest siempre ha apostado por traer una muestra de cine en la que se tienen en cuenta a todo tipo de audiencias. Desde las que buscan el hallazgo, las que miran la letra pequeña de los festivales por los que ha pasado la película en cuestión, o los que buscan únicamente entretenerse con filmes, que no obstante, abordan asuntos de interés. Políticos, ecológicos o sociales. Pero sí algo ha caracterizado esta edición ha sido la mirada femenina a las desigualdades sociales que han soportado y siguen soportando las mujeres.

De los seis largometrajes del programa principal al margen del ciclo dedicado a Christian Schvwochow, tres películas calaban hondo afrontando inhóspitas realidades femeninas. Estas, por sí solas, marcaban un itinerario alternativo excepcional que abarca más de 50 años de mujeres resistiendo su realidad. Desde los años setenta hasta la actualidad. El punto de partida lo toma Imágenes de mi/una madre, de Melanie Lischker, un documental que reúne el metraje grabado por su padre con voces en off para contar la trágica historia de su madre. Interesante porque, a través de su progenitora, se rebela una historia universal que es la historia de las mujeres en Occidente. Enfrentadas primero a la autoridad familiar, luego a las exigencias matrimoniales y al imperativo de crear una familia. De un lugar a otro que no sentían propio mientras el orden político se olvidaba de ellas o directamente las excluía.

Cabe también destacar la fuerza narrativa de la película de ficción Nadie con los terneros de Sabrina Sarabi. Una cinta muy dura, difícil de digerir por la honestidad con la que está filmada, y muy reveladora. A través de su personaje principal, una joven atrapada en el mundo rural, también se aprecia un paisaje que habla en plural. De las mujeres, de sus imposibilidades, de los muros infranqueables que rodean a algunas, de sus sueños rotos, de sus tristezas y de sus miserias. De lo determinante del entorno. De las pocas opciones. Y de considerar como opción válida lo inasible. La última película que compone este tríptico es Rondo de Katharina Rivilis, un pasaje onírico que juega con el poder evocador de la imagen para hablar del amor, también, como imposibilidad, como ilusión que se desvanece y deteriora.