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Ambas muy complejas, tanto el ‘Suplente’ como ‘Resten af Livet / Forever’, protagonistas de la segunda jornada del SSIFF, mantuvieron una dinámica basada en subtramas con resultados distintos
Tramas y subtramas que se enredan. Como en la vida. Generalmente, estamos conectados por varias historias a la vez que, de improviso, se solapan requiriendo un desenlace. Esta fue la dinámica de las películas de la sección oficial que protagonizan esta crónica. La primera de ellas, El suplente de Diego Lerman, navega entre géneros buscando, más allá de la cinta que echa sus raíces en el entorno educativo durante la adolescencia, puntos de fuga. De ahí que lo que se creía una película de instituto acabe derivando en un thriller policial. No obstante, la educación cobra mucha importancia como “espacio de contención social, sobre todo, en barrios muy precarizados”. Así lo sostuvo Juan Minujín, actor principal del filme, en rueda prensa, tras la primera proyección. Esto es algo que estamos acostumbrados a ver en dispositivos fílmicos que retratan los centros educativos en las periferias de grandes ciudades.
Lo que hace original a El suplente es cómo esa luz que se busca proyectar en los más jóvenes está continuamente ensombrecida por las opacidades que empañan lo real. Ello provoca un juego de luces y sombras que coarta, de forma patente, a los personajes. En su búsqueda de un escape, estos se encuentran sometidos a su contexto más inmediato. La película del argentino fluctúa continuamente entre subtramas que apoyan una difusa idea primigenia. De ahí que se percibe más tentativa que propósito de aunar para llegar a la cúspide donde el relato estalla. Esto es, se dispersa en distintas direcciones sin encontrar el lugar común donde todo confluye. Algo que logra sortear mejor la danesa Resten af livet / Forever a pesar de su resistencia inicial a agasajar a la audiencia.
Contenida y redundando en la asperidad Resten af livet logra un retrato muy naturalizado de una familia funcional nórdica de clase media. Sus resistencias están más supeditadas a la vida avanzando y cercenando la experiencia satisfecha a su paso, que al ejercicio cinematográfico en sí. Por eso, según progresa el mosaico acaba dibujando lo que esperábamos desde el principio. La apoteosis del encuentro anecdótico que libera. El éxtasis medido y cotidiano tras el duelo. Barajando el conflicto, que mantiene tanto la pérdida como la espera, es una película que, a pesar de su sobriedad, capta el fluir de la vida. Entiéndase, la vida en familia con sus aflicciones y esperanzas. La dirección contenida y firme de Frelle Petersen es lo que mantiene el equilibrio en la cinta. Para ello, crea un cuerpo de resistencia ante el parpadeo intermitente de una biografía compartida que nos concierne. Vivir, morir, resistir.