Rosana G. Alonso
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En el quinto día del 69 SSIFF 2021 destaca la prominente investigación de Jonás Trueba sobre la adolescencia que desvela en ‘Quién lo impide’, una película de largo recorrido

Quién lo impide | Día 5 del 69 SSIFF 2021 | StyleFeelFree
Imagen de la película Quién lo impide de Jonás Trueba | Día 5 del 69 SSIFF 2021 | StyleFeelFree

Llegando ya al último tramo que desvelaría el mapa al completo de las películas que conforman la sección oficial a concurso, empiezo a hacer cábalas. En una edición con una fuerte presencia de directores españoles, en la sección oficial, empezamos a tener claro qué realizadores han sabido tomarle el pulso a la actualidad. Situados en este punto, y a riesgo de ser reiterativa, habrá quienes se pregunten si eso es tan relevante. ¿Puede el cine considerarse expresión artística, y como tal, disfrutar de ciertos privilegios, si no analiza las dinámicas que nos conforman, que nos cambian, que nos convocan para que avancemos? Ello no significa que lo histórico no tenga cabida, pero, precisamente, para ubicarnos y esclarecer. De hecho, no en pocas ocasiones se recurre a dialécticas de presente para seguir fomentando estereotipos, con los que obviamente convivimos dibujando un social herido desde la base.

Por lo explicado, tengo claro que si tengo que elegir entre Ping Yuan Sang De Mo Xi (Fire on the Plain), de Zhang Ji; y Quién lo impide, de Jonás Trueba –películas que protagonizaron la quinta jornada del 69 SSIFF-, me decanto por la del realizador español. La cinematografía china ha cosechado extraordinarios títulos en los últimos años, y ha puesto muy difícil medirse con sus grandes presupuestos y sus exóticas puestas en escena y narrativas. Valga el ejemplo de la portentosa Largo viaje hacia la noche, o las proezas que lleva haciendo Jia Zhangke desde sus inicios. Sin embargo, Ping Yuan Shang De Mo Xi no destaca en nada y su edición se convierte en un rompecabezas que, después de varios días sin dormir lo suficiente, no apetece reconstruir. Recurriendo al thriller, el filme se retrotrae a finales de los años noventa para reabrir un caso que tiene todos los ingredientes que se esperan del género, pero sin aportar nada nuevo.

En cambio, Jonás Trueba sorprende en Quién lo impide dando un toque de frescura a una cinematografía que hasta ahora bebía de una nouvelle vague readaptada a sus circunstancias. Aunque el tema de la adolescencia que trata en su última película parte de ensayos cinematográficos ya estrenados, su propuesta avanza proponiendo cauces que invitan a explorar el empuje propio de una etapa de la vida en la que indaga, aparentemente, para psicoanalizarse y psicoanalizar un presente que mira al futuro. Pocas películas de una duración que sobrepasa de largo las dos horas mantienen como ésta el interés. Lo consigue porque tiene un planteamiento seriéfilo que atrapa al espectador desde el principio. Asimismo, por la química que evoluciona entre los personajes tejiendo redes que conectan con otras más amplias, y estimulando un organismo vital que incita a la acción. Una acción siempre interrumpida. Una acción que Jonás reactiva pasándonos la pelota. Más que una afirmación establece una pregunta que nos insta a responder. ¿Quién lo impide?