Rosana G. Alonso
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Las dos últimas películas que cierran la Sección Tiger Competition en el día 5 del Festival Internacional de Cine de Róterdam son tan opuestas que no pueden medirse entre sí

Bebia, à mon seul désir | Día 5 del IFFR 2021 | StyleFeelFree
Imagen de la película Bebia, à mon seul désir | StyleFeelFree

El día 5 del IFFR 2021, en la sección Tiger Competition, lo cierra las películas Mayday, de Karen Cinorre, y Bebia, à mon seul désir de Juja Dobrachkous. Dos propuestas tan dispares que compararlas conllevaría valorar decisiones difícilmente ponderables. Si Bebia, à mon seul désir ofrece una panorámica existencial en un blanco y negro que sirve como conducto para mirar en el pasado; Mayday explora en el terreno de la fantasía y el color, para construir un mundo distópico en un futuro cercano. Si una busca el realce fotográfico e intimista, la otra persigue el golpe de efecto. Si una se enfoca en la sensación, la otra en la acción. Si una aspira a satisfacer a una audiencia minoritaria, la otra espera llegar a un público más amplio, que muy posiblemente encontrará muy seductor a su joven elenco femenino.

Con respecto a la primera, Bebia, à mon seul désir, se trata, como veíamos en este mismo certamen en Looking for Venera, de un coming-of-age. Juja Dobrachkous vuelve la vista a su adolescencia para diseñar un bosquejo de piezas que es difícil unir, pero que prosperan según se desarrollan. Su frialdad descriptiva retuerce la trama haciéndola grave y cargada. Y sin embargo, según la protagonista va llevando a cabo su papel en la historia, tenemos la sensación de haber despertado de un largo sueño. Fluyendo con la imagen, captando su melancolía y su fragilidad, avanzamos con esta joven que acaba por hacerse cargo de su propio relato. Con una composición que invita a experimentar, a contemplar, a ser pacientes, la narración pasa del gesto a la articulación. El lenguaje visual no es solo retórica, también sirve para explorar y redimir.

Por su parte, Mayday, de Karen Cinorre, es una película difícil de encajar en la dinámica del Festival Internacional de Cine de Róterdam. En un certamen consagrado a la experimentación y la lealtad a un cine que escarba todas las posibilidades de la imagen y el discurso contemporáneo, incluso arriesgando a veces demasiado, la cinta de la estadounidense es demasiado efectista. Planeada, aparentemente, para la distribución en salas, mira a clásicos de Hollywood como El Mago de Oz. Pero no es capaz de plasmar un discurso elocuente, que inspire, aunque sea con grandilocuentes mensajes. Todo se disipa, y lo que parecía ser, solo alcanza a ser cliché al que no aspira. Aun así, fuera del IFFR es fácil aventurar que prosperará en las salas de cine y entre una audiencia joven y efusiva.