Rosana G. Alonso
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La evocadora y sorprendente pieza audiovisual de la estadounidense Marian Mathias, ‘Runner’, se mide con ‘Girasoles silvestres’, el trabajo de Jaime Rosales de arrolladora potencia colectiva

Runner | Crónica 1 del SSIFF 2022 | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Runner | Crónica 1 del SSIFF 2022 | StyleFeelFree. SFF magazine

Son pocas las realizadoras que el Festival de San Sebastián, en la sección oficial de su 70 edición, ha incluido. Sin embargo, en la crónica 1 del SSIFF 2022 destaca, sobremanera, la estadounidense Marian Mathias. Con un sorprendente trabajo que parece invocar a Béla Tarr, Runner, la ópera prima de la cineasta, es una pieza audiovisual evocadora en la que aúna meditación del medio cinematográfico y una sorprende fuerza visual que indaga en las posibilidades de la imagen. Así, Mathias condensa, en un ejercicio de poderosa estética, un hilo narrativo muy delicado. Cambiando de formatos que se adaptan a la narración prima lo sensorial frente a lo fáctico. Las sensaciones son palpables en un primer ejercicio de reflexiva concentración en el que deslumbra la fotografía de Jomo Fray. Asombroso su empeño por captar el ángulo preciso que reconstruye el relato ampliando su magnitud espacial.

La historia de Runner es casi intrascendente. Pero es la evidencia de que con un guion muy elemental se puede construir un portentoso documento que va al encuentro con la vida ahondando en lo espontáneo. El balance entre lo apacible y lo áspero tiene un equilibrio formidable que sirve de atmósfera para componer la travesía de Haas (Hannah Schiller) tras la muerte de su padre. Ella es una joven de dieciocho años que aprenderá a asumir la tragedia. No solo por la pérdida y la soledad, sino por tener que heredar las deudas de su progenitor. Aun así, llevará a cabo su última voluntad, para lo cual se embarcará en un viaje que es itinerario de encuentros que florecen. La delicadeza con la que Haas conecta con Will, y el mundo que construyen a su alrededor, en tan poco tiempo, es posiblemente la mayor declaración de amor vista en pantalla.

Casi en contraposición a Runner Jaime Rosales, con Girasoles Silvestres, atrapa al espectador desde el principio. Lo hace porque es una película muy visceral que reflexiona sobre las relaciones de pareja. Pero también porque la portentosa interpretación de Anna Castillo, que registra un abanico de emociones que fluctúan continuamente, es indiscutible. A pesar de ello, y aunque Castillo siempre lleva la batuta de la historia, en esta película Rosales parece investigar en la condición masculina. Mosaico de masculinidades, no sabemos muy bien cual es su intencionalidad, pero sí es muy visible su marcado interés por sazonar la historia. Tanto el vestuario, como la música, como el diseño de producción son pródigos en notas de color y matices que crean un estado emocional. Más dialogante que nunca, Jaime Rosales se baja del pódium para charlar con los públicos en una obra colectiva que mira al barrio y sus debilidades.