Rosana G. Alonso
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En la primera jornada de la sección oficial del 69 SSIFF 2021 destacaron las cineastas. Tanto Iciar Bollaín como Lucile Hadzihalilovic, desde lugares muy distintos, sorprendieron con piezas que recuerdan el pasado o convocan un no-lugar desde el que eclipsar a la audiencia

Earwig | Día 1 del 69 SSIFF 2021 | StyleFeelFree
Imagen de la película Earwig de Lucile Hadzihalilovic | Día 1 del 69 SSIFF 2021 | StyleFeelFree

La primera jornada de la 69 edición del SSIFF 2021 arrancó con un espléndido día de verano y un abanico de títulos heterogéneo. En el paseo de la playa de Zurriola que desemboca en el Kursaal bañistas, surfistas y cinéfilos se daban cita coloreando Donosti, que estos días recibe a algunos de los nombres más destacados del cine mundial. Cineastas como Sean Baker, Julia Ducournau, Gaspar Noé, Todd Haynes o Céline Sciamma visitarán la ciudad para presentar sus últimos proyectos. Pero más allá de los nombres propios y las alfombras rojas, lo que realmente importan son los títulos que estos días optan a alzarse con la Concha de Oro. De las películas vistas ayer solo tres optan a tal distinción: One Second de Zhang Yimou, que inauguró el festival; Earwig de Lucile Hadzihalilovic y Maixabel de Icíar Bollaín. No obstante, merece también un alto en el camino el elocuente cortometraje Rosa Rosae, fuera de competición, de Carlos Saura.

Si bien Zhang Yimou tiene una valía indiscutible y ha firmado alguno de los trabajos más fascinantes de la última década del siglo XX, lleva un largo tiempo sin ofrecer una obra estelar. One Second sigue en la misma línea. Es una cinta que, aunque tiene cierto gancho para inaugurar la 69 edición del SSIFF, carece del ímpetu evocador y el rojo encendido de sus mejores filmes. En cambio, Icíar Bollaín que presentó Maixabel y con quien tuve la ocasión de conversar a propósito de esta película, sí parece estar en su mejor etapa cinematográfica. Maixabel, llega en el momento justo, al lugar idóneo. Con ella explica, evitando caer en un sentimentalismo fácil, un capítulo poco conocido para las generaciones más jóvenes. Uno que pone en primer término a ETA, a sus víctimas y a sus victimarios. Y de soslayo incita a hablar, a escucharse, a mirarse a los ojos. Solo por eso, y por lo bien integrados que están todos los elementos para provocar momentos culmen que irradian y reconcilian, suena fuerte a llevarse alguno de los premios a los que opta.

Otra mujer que muestra que el cine contemporáneo tiene cariz femenino, mano femenina, y voluntad de narrar desde otro lugar es Lucile Hadzihalilovic. Con ella también constatamos que las cineastas francesas están marcando y cimentando las bases de una actualidad que empuja a dilapidar estereotipos. Earwig, la pieza que presenta, es un escalofriante y sonámbulo relato que eclipsa y provoca. De una sensualidad y belleza fascinante, habita en las sombras donde parece dialogar con Cronenberg sobre la carne que nos habita y enloquece. Y sobre los deseos ocultos que emergen de lo más profundo trazando incógnitas por descifrar.

Ya para cerrar este recorrido que intenta dar algunas pinceladas, a modo de crónica, de una intensa primera cita, no puedo dejar de hablar de Rosa Rosae de Carlos Saura. Un cortometraje al que le bastan poco más de cinco minutos para hacer un emotivo y valioso retrato de la Guerra Civil española desde la mirada de un niño. Lo que ha hecho Saura aquí es más un lienzo que una película, pero un lienzo parlante que expone el horror de todas las guerras, por medio de imágenes, dibujos y fotografías que el realizador de Cría cuervos manipula para crear una historia universal, de piel, en el papel. Magnífico y sobrecogedor documento y obra que parece querer evocar al imponente Guernica de Picasso.