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Afrontando su primer papel protagonista la actriz Katia Borlado, en ‘Notas sobre un verano’, identifica las crisis identitarias y afectivas, sintomáticas del mundo que habitamos
Como su personaje en Notas sobre un verano Katia Borlado (Gijón, 1990) se encuentra entre Asturias y Madrid. En Madrid sigue buscando hacer de la profesión de actriz un itinerario que le permita vivir dignamente de un oficio que desempeña con franca desenvoltura. Así la vemos en la película que se presentó en primicia mundial, compitiendo por el Tigre, en el IFFR 2023, el festival más puntero a la hora de detectar tendencias que miran las aristas y vicisitudes del presente para articular el cine del futuro. La cinta en cuestión, dirigida por Diego Llorente, bajo una lente cristalina, bajo un armazón muy bien construido que no se dispersa en ningún momento, franquea muchas crisis que nos definen como sociedad. Y en todos estos escollos a dilucidar, Marta, el personaje principal interpretado por Katia Borlado como un torrente de energía que mira en todas direcciones tratando de resolver un enigma indescifrable, es decisivo.
En este filme, que estrena Surtsey Films el próximo 1 de septiembre en todo el territorio español, Marta, como la propia Borlado, es una treintañera buncando alcanzar sus metas profesionales. Aquellas que le permitan, además, cumplir un sueño y tener un estilo de vida más acorde con sus inquietudes vitales. Pero, de momento, todo está en tránsito, a la espera. A pesar de ello, empieza a formalizar su relación con Leo, su pareja, con la que tiene intención de mudarse y comenzar una vida conjunta. Sin embargo, con el verano que se interpone entre ambos, acabará poniendo a prueba su relación cuando regrese a su tierra, su Asturias del alma. Allí tiene a su familia, sus amigas y sus primeros amores. Una parte muy importante que la define. Y el lugar al que está anclado Pablo, su expareja, por quien sigue sintiendo algo que remueve un no sé qué dormido.
Así, el triángulo amoroso que se conforma entre estos tres personajes —Marta, Leo y Pablo — explica muchas de las crisis que enfrentan los jóvenes, no tan jóvenes, que en realidad no saben muy bien qué lugar les corresponde, ni qué elecciones o caminos tomar, ni cómo desenvolverse afectivamente para encontrar la estabilidad anhelada. Por eso, la interpretación de Katia Borlado se ve en la encrucijada de poner rostro a todos estos desafíos desde la certeza de no saber. El resultado de todo esto nos devuelve el reflejo de lo que somos, o lo que fuimos, o lo que seremos en algún momento. Y todo ello, sin importar el lugar desde el que proyectemos nuestros sueños mirando a un horizonte perdido o un paraíso inalcanzable, un espejismo imaginado.
La incertidumbre, más que la certeza, es lo que nos hace humanos en un laberinto en el que es inevitable perderse. Katia Borlado lo sabe perfectamente y, sabiéndose en aguas turbias, no cesa en su afán de llevar a buen puerto un papel en el que reconocernos. Es ella misma la que explica el reto que le supuso encarnar a Marta en Notas sobre un verano, el diario de un verano que podría ser el de mucha gente. En un encuentro digital, hablamos de lo complejo que es ubicarse cuando nuestras vidas están suspendidas.
¿Cómo entras en contacto con Diego Llorente? ¿Le conocías previamente o quizás hubo un casting?
(Katia Borlado) No le conocía previamente a pesar de ser los dos asturianos. Después de terminar la carrera me vine pitando para Madrid y se me pierden muchas cosas de mi tierra. Pero cuando estuve trabajando en la serie de Alma conocí a Rubén, de Báltico. Tenía su propia productora y me traía muchas veces en el coche. Y bueno, sin más, hicimos una buena relación. Entonces, un día me llamó y me dijo que había un director que estaba buscando una actriz y me comentó que si me importaba que le diese mis datos. Y entonces tuve una primera videollamada con Diego. Ahí ya hubo como conexiones y empecé a tener muchas ganas de ser yo quien, finalmente, encarnase el personaje de Marta. Cuando ya pude ir a Gijón ya hubo una entrevista cara a cara y una prueba. También porque, además, en la película estaban buscando al personaje de Pablo y querían ver cómo encajaban las personas y demás. Y nada, al final, aquí estamos.
Entonces, Pablo todavía no había aparecido.
(KB) No, todavía no.
De hecho, según me comentó Diego Llorente, hubo cambios en el guion. Creo recordar que tu papel tenía menos protagonismo, ¿es así?
(KB) Bueno, cuando yo recibí el guion la protagonista ya era Marta, pero si es verdad que Diego cuenta que él escribió un primer guion con Pablo como protagonista. A pesar de ello, aunque Marta fuese tomando el mando, para Diego era importante que Pablo fuese alguien a quien pudiese entender, tal y como él lo había conformado.
Y es además tu primer papel protagonista, tuvo que ser un subidón de adrenalina para ti.
(Katia Borlado) Para mí es una de las mejores experiencias que he vivido, la verdad. Al final, al ser algo tan cuidado… Quiero decir, no es un papel que va a ir a ciertas plataformas y vaya a suponer un cambio drástico. No, es algo que se hizo con mucho cuidado y de forma muy pequeña. Yo pude disfrutar y experimentar muchísimo. Pude hablar, también, mucho con Diego. O sea, había un trato muy cercano y familiar. Se hizo todo muy de verdad, no en plan apréndete esto y ya.
Por otra parte, aunque sé que ya has trabajado en Asturias, rodar en tu tierra supongo que te facilitó mucho las cosas.
(Katia Borlado) Es que yo me siento muy cerca a Marta, toda la situación que vive. Quiero decir, además de ser mi tierra hay algo en ella que se despierta cuando voy. Es también un poco la idea de que quizás no volvería a vivir allí porque después de 10 años en Madrid se me haría muy pequeño. Pero, es verdad, que me gusta todo lo que ocurre allí por el verano, todo el movimiento que hay, ver a gente que hace años que no veo y ponerme al día con muchísimas cosas. Entonces, claro que fue mucho más fácil conectar con Marta.
Justo esto que me comentas es algo que quería hablar contigo. Me daba la sensación de que no podía ser de otra forma. Es fácil, como asturiana, que todo esto te toque muy fuerte. Pero también creo que cualquier persona de provincias que decide vivir en Madrid puede conectar con lo que le pasa a Marta. Incluso más allá del territorio español es algo que está pasando en todo el mundo. Esta idea de que las grandes ciudades lo están absorbiendo todo. Y creo que —aunque me esté expandiendo un poco— fue una de las razones por las que la peli estuvo en el IFFR donde había otro proyecto en la sección oficial, muy distinto —One Last Evening—, con el que compartía inquietudes.
(KB) Claro, porque en Madrid, por ejemplo, hay más posibilidades. Y culturalmente es una ciudad que está muchísimo más abierta que otras. Pero eso no te garantiza que haya una mejor calidad de vida. Y también, saliéndome yo también un poco del tema, creo que la profesión es una parte muy importante de mi vida, pero no puedo convertirla en mi vida. Hay muchísimas otras cosas súper-importantes. Estoy, en cierta forma, en esa fase en la que soy consciente de que una parte muy grande de mi está en Madrid y siempre va a ser así, pero que hay otras cosas a las que tengo que dar prioridad. Esta idea, a mí, fue lo que me hizo conectar con Marta cuando leí el guion. Entendí perfectamente esa sensación de no saber cuál es mi casa. Cuando estoy allí quiero estar aquí, y cuando estoy aquí me digo que estaba mejor allí. O sea, que hay cosas como que nunca termino de encajar, de encontrarme en un sitio completamente. A Marta esto le pasa y lo traslada hacia las personas, no solamente a su alrededor. Y creo que todo esto es algo muy real y humano. Muy de verdad. Como dices tú, todas las personas que tenemos que ir a grandes ciudades, nos encontramos un poco despersonalizados si no hacemos el esfuerzo de encontrarnos a nosotros mismos.
Porque en todo esto también hay una crítica social importante. La película no deja de ser una imagen del mundo en el que vivimos. Refleja la precariedad laboral que, al final, lo interesante en la película es cómo la conecta con una precariedad afectiva. O sea, como individuos vamos buscando un futuro mejor en otras ciudades pero nos topamos nuevamente con la precariedad porque la vida es mucho más cara. ¿Cómo conectas tú estas ideas?
(KB) Bueno, y al final además es contradictorio porque te produce mucho cansancio este ritmo de vida. Entonces, hay cosas a las que no puedes estar receptivo ¿sabes? Porque es imposible, es que no te da tiempo.
Yo ahora, aunque vivo en Madrid, te estoy entrevistando desde Asturias lo cual me hace conectar mucho con todo esto. ¿Tú, ahora, cómo estás? ¿Sigues viniendo por aquí?
(Katia Borlado) Voy a ser súper-honesta. Hace unos días estuve ahí porque estuve trabajando en una carpa en el festival Metrópoli. Ahí estuve. Esto es algo de lo que me apetece hablar porque creo que muchas veces se entiende la profesión muy mal. Hay muchas personas que me dicen: «ay, por fin, lo has conseguido, estás ahí, están pasando muchas cosas». Y yo digo que sí, que he conseguido mucho, que están pasando muchísimas cosas pero que sigo buscándome la vida y la economía de muchas maneras distintas. Entonces, pues sí, estuve en Asturias por esa razón, por trabajo, y mi intención es volver en un par de días. Y ya estar un poco tranquila y poder disfrutar también que hay un ambiente estupendo y maravilloso por el verano y me apetece mucho vivirlo. Y salir de aquí, y poder dormir tapada que es otra cosa que necesito.
Sí, totalmente [risas]. Por eso creo que esta película conectará con mucha gente que vive en una dualidad permanente. Por otra parte, me llama mucho la atención, por ejemplo, la decisión de que tu personaje aparezca mucho de espaldas porque es como que ella siempre va hacia delante. Entonces, a la cámara no le queda más remedio que seguirla. En ese aspecto es como muy esperanzador, pero también es verdad que hay muchísima tristeza implícita en todos estos planos. ¿Cómo lo interpretas tú?
(Katia Borlado) Es bastante certero lo que comentas. Por un lado, ella sigue tirando, no se va a rendir, pero eso no quiere decir que vaya a haber un final feliz, ¿no? Creo que ahí está también la tristeza. Creo que lo que le falta a Marta, y tiene mucho que ver también con esos planos de espaldas, es que hay cosas que no se ven en ella pero es porque ni ella misma lo ve. Eso es algo que yo he intuido y que junto a Diego lo he intentado expresar. Hemos estado bastante de acuerdo en todo esto. Además, Marta tampoco hace ningún esfuerzo. O, más bien, hace el esfuerzo de intentar no entrar en lo que sabe de antemano que le va a doler y que le va a hacer tomar decisiones que le van a hacer daño. Ya no me refiero, ni siquiera, a las otras personas con las que se relaciona, que evidentemente es en lo que se centra todo, sino en su vida en general. Porque ella, al final, si está en Madrid es porque en Asturias no tiene las oportunidades que espera encontrar. Pero ocurre que está en Madrid trabajando de cosas que no le interesan y no hay nunca un «me planto» en el personaje. No se plantea, por ejemplo, dejar de hacer ciertas cosas para dedicarse a dibujar que es lo que más le gusta. O sea, no hay nada que le haga tener ilusión, ¿no? Entonces, para mí, esos planos son eso. Son también ese misterio de Marta que es un misterio para todos. No es que Marta quiera ocultar nada, en realidad. Creo que ella oculta más las situaciones que otra cosa. Sus sentimientos es que los tiene atragantados y ni ella misma quiere soltarlos. Esa es un poco mi visión.
Desde esta perspectiva creo que también se deja más apertura al espectador para que cada cual pueda interpretar lo que quiera. Porque hay muchas cosas, es verdad, que no sabemos realmente de Marta.
(KB) No, y hasta el momento en que se rompe no sabes cómo está. Incluso en el momento en el que se rompe tampoco sabes exactamente por qué llora. Y yo tampoco intenté entenderlo. Quiero decir, no sé si llora simplemente porque se siente culpable al escuchar el audio de su pareja, o porque se da cuenta que esto no es lo que quiere y no sabe ya cómo dar marcha atrás. Es que no es posible saberlo.
Es posible también que aunque Marta sea el personaje principal quizás Diego entiende mejor a Pablo. Entonces con Marta deja muchas puertas abiertas. Esto también a ti te da, quizás, más libertad.
(KB) Sí, a ver. Yo no sé exactamente cómo fue el proceso de creación de Marta para Diego, qué se le pasaba por la cabeza. Pero sí que yo durante el rodaje traté de no intentar entender a Marta. Es decir, yo tenía mi discurso interno, que estaba clarísimo, pero desde ahí le generaba dudas al personaje. Es que a mí me ayuda mucho no entender a Marta porque al final es que es muy humano no saber qué es lo que quiero o qué es lo que estoy buscando. Entonces, para mí, el plato fuerte, que más disfrutaba de interpretar, era precisamente eso. El pasar de estar súper-contenta a no saber. Como, por ejemplo, cuando aparece Leo —su pareja— en Asturias. Es como «uy, me pone del revés». Pero luego, al mismo tiempo, sí que se alegra de que esté ahí. O sea, hay algo que no sé cómo explicarlo.
Es como muy orgánico, creo yo. En realidad somos así, ¿no? Raramente tenemos certezas. Y en el mundo en el que estamos quizás menos. A parte, creo que es un retrato, quizás no tanto generacional, pero sí que abarca una época concreta de la vida que son más o menos la que atravesamos con treinta años. Es un momento en el que de pronto tienes la sensación de que tienes que formalizar todo, la vida en general, cuando a veces tampoco es posible. ¿Lo percibes así, como un retrato de generación o de una época concreta de la vida?
(Katia Borlado) Absolutamente, pero es que me pasa a mi como Katia. Es decir, yo pienso en la generación de mis padres, en la edad a la que mi madre me tuvo a mí, y me digo, pero si soy súper-joven todavía, ¿sabes? Pero a la vez sí que hay algo mental en todo esto. Al cumplir años empiezas a ver que no vas cumpliendo expectativas. Sea laboralmente, o mismamente, vivir sola. O sea, este tipo de escalones que con 18 años pensabas tener ya más que superados a esta edad. Entonces, es difícil. Mira, te voy a contar una cosa que no sé si a Diego le gustaría que la cuente. Resulta que la última escena nunca fue la última.
¿Puedes explicar la escena?
(KB) Sí, cuando están montando el mueble, al final. Pues esa escena no era la última, ni siquiera la penúltima. La última era en un IKEA comprando un mueble. Marta mira un mueble y se emociona… y la última frase que dice es: «nada, que estoy muy feliz». Pues yo, cuando leí eso en el guion le pregunté a Diego si eso era verdad. «¿No es verdad, no? Está intentando autoengañarse y engañar a la otra persona, ¿no? ¿Realmente cree que es la decisión concreta?» Esto se lo pregunté a Diego y me dijo que no lo sabía. Y entonces solté un «ufff, vale». Eso creo que es un poco lo que está marcando al personaje de Marta todo el rato. Y no es que mienta, no es que no sea honesta. Lo que ocurre es que no sabe ser honesta consigo misma y entonces es imposible que pueda abrir eso a su alrededor, porque no tiene esa capacidad aun siendo muy resuelta para muchas cosas. O, quizás, está teniendo esa capacidad en muchos aspectos de su vida o en otras épocas de su vida, pero no en ese momento. Creo que en el momento en el que le pilla no sabe hacer otra cosa, porque, como tú decías antes, es muy decisivo, muy de ponerte y decir «ostras, esto no era lo que yo esperaba de mi a los treinta años, no era la vida que esperaba». Pero, a la vez, está haciendo cosas. Pero sí, pero no. A mí eso es lo que me parece interesante de ella. Esa incapacidad momentánea de saber dónde está, qué es lo que quiere y qué es lo que desea realmente. Todo esto referido tanto al sitio donde se encuentra, como a su incapacidad de desarrollarse como persona y con quién compartir su vida. Porque también podría haber decidido estar sola.
También, por supuesto.
(KB) Pero creo que no.
Bueno, claro, porque eso plantea también otra cosa y es que muchas veces manifiesta la imposibilidad de poder estar sola en un Madrid.
(Katia Borlado) Absolutamente.
Aunque no lo creas, me estás aclarando muchas cosas. Reflexionando la película mientras conversamos me da la sensación que plantea muchas preguntas que en realidad no tienen respuesta. Y todas esas preguntas giran en torno a tu personaje, a cómo va dejando esas incertidumbres. Hacer todo eso es muy complejo y creo que haces un ejercicio de interpretación francamente muy bueno. Y claro, tenemos que hablar de esa escena en la que te rompes porque ahí también hay mucha contradicción. Tu personaje avanza muy rápido del drama a un estado en el que busca mantener la calma. Entonces, coge el teléfono y le manda un audio a Leo —su pareja— y como espectadores percibimos toda esa tensión. ¿A qué recurres para interpretar todos estos registros que fluyen tan rápido?
(KB) ¿Te refieres a qué herramientas tengo?
Claro, sí, las herramientas a las que recurres como actriz o cómo preparaste todo esto con Diego. Es que esto es muy complejo.
(KB) Bueno, sí, es complejo. Quiero decir, es que por ejemplo, en teatro, es mucho más fácil porque sabes que si en la escena nueve tienes que llorar, desde la uno ya vas preparando algo. En este caso es muy distinto. Yo tengo mis herramientas, claro. Como alterarme mucho físicamente. Pues eso, trabajo físicamente para luego poder hacer «ahhhh» —pega un suspiro— y que el cuerpo realmente suelte y se desahogue. Pero es cierto que, si lo piensas, Marta está metida en un embrollo del que no sabe cómo salir. Además, dándole más vueltas a toda esta situación es fácil que no sepas cómo avanzar, qué hacer. Pero fue relativamente fácil para mí. También es verdad que hicieron una cosa que me encantó y es que era la primera vez que escuchaba el audio de Leo. Si no recuerdo mal me ofrecieron escucharlo previamente y dije que no, que no quería escucharlo, que prefería hacerlo ya en escena. Y de repente escuchar todos esos momentos rutinarios de la pareja como cuando Leo le dice que echa de menos que lo critique cuando fuma. Estas cosas, de repente, te despiertan mucha ternura o culpabilidad. Pues, bueno, mi interpretación sale adelante jugando con todo esto. Pero, realmente, yo no puedo decirte si ella llora porque escucha a Leo o porque está frustrada por la escena anterior que acaba de suceder que ha sido súper-incómoda. O por todo junto.
Yo diría que un poco por todo, ¿no?
(Katia Borlado) Es que bueno, ¿qué hace después de esta escena? Pues volver a su sitio. Porque ella está evitando esa ruptura todo el rato. Entonces, es una ruptura muy explosiva, pero tampoco es una ruptura. O sea, yo creo que si hubiese un Notas sobre un verano 2 habría una ruptura real, potente, fuerte, que desarmara completamente al personaje, ¿no? Porque esta ruptura no provoca nada en ella. Es que es un «ufff, estoy fatal» pero al mismo tiempo hay un «hola, está todo bien».
¿Tienes alguna experiencia personal que te haya podido ayudar a tener más recursos a la hora de interpretar?
(KB) Sí y no. Sí, porque creo que todos hemos tenido experiencias, ya ni siquiera parecidas sino experiencias en las que has sentido cosas por una persona en las que puede haber muchas contradicciones. O que realmente sea una relación en la que nunca se haya llegado a algo estable, pero que, a pesar de ello, te haya hecho muchísimo daño. O sea, al final todos hemos vivido estas cosas. A mí lo que me más me gusta de la película es que es muy humana. Entonces, creo que aunque no todo el mundo haya estado en esa situación en la que se encuentra Marta va a entender un poco como es esa frustración o cómo es gestionar o no gestionar ciertas cosas. Entonces, no puedo decirte si he tenido esta experiencia y he pensado en no sé quién. No, ha sido como un cúmulo de muchas cosas.
Todas estas contradicciones reflejan otra contradicción más. Y es que tampoco hay tantas distancias entre Madrid y Asturias. Bueno, en realidad no hay distancias entre Madrid y cualquier otra provincia. Pero, de repente, las distancias se hacen enormes, ¿no? Es como todo inabarcable. Tal vez porque necesitamos espacios definidos que nos estructuren. No podemos estar con dos vidas al mismo tiempo. Igual, al final, la distancia se amplía quizás por eso.
(Katia Borlado) Claro, creo que es completamente inviable. Además, es cierto que tenemos esto relativamente cerca, pero, al final, si te coges un autobús, que es como me suelo ir yo, son 6 horas para ir y tampoco es barato. Está muy lejos. O sea, está muy lejos como para proponerse tener cierta relación a distancia. O sea, imagino que, con ganas, todo puede ocurrir. Pero, o sea, tampoco tenemos 20 años. Quiero decir, creo que ahora pesan otras cosas y otros intereses que llaman más a la cercanía. Porque si ya de por sí llevamos este ritmo de vida tan sumamente rápido, que nos pasa absolutamente por encima, si encima sumamos las distancias pues es inviable a día de hoy.