Alex Vargas
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Planteando una interesante reflexión sobre los límites de la reinserción, ‘La jauría’, de Andrés Ramírez Pulido, desacredita el absolutismo moral buscando la comprensión

La jauría | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película La jauría | StyleFeelFree. SFF magazine

Si en tu núcleo familiar un padre se encuentra ausente es tres veces más probable que termines involucrado en el mundo del crimen organizado. Esto no es coincidencia. Las bandas y aquellos que las dominan entienden la necesidad de adquirir mano de obra barata e influenciable. Una infantería dispuesta a todo y fácil de engatusar con promesas vacías, carentes de relaciones interpersonales significativas y con un compás moral aún por construir. Como decía André Baptiste en Lord of War «La bala de un niño mata igual que la de un adulto, en ocasiones, incluso mejor». Así, el empleo de niños soldado es una práctica común, aprovechando técnicas parasociales para pervertir la inocencia, condenando a miles de jóvenes a formar parte de un ciclo de violencia que, en ocasiones, puede parecer interminable. La maquinaria criminal es un titán capaz de desafiar incluso a los poderes estatales planteando una cuestión que, a día de hoy, es complicado responder. ¿Es posible romper el ciclo?

La jauría aborda la violencia mostrando al espectador las consecuencias de la misma. Un grupo de jóvenes colombianos, todos provenientes de familias desestructuradas, son culpables de varios crímenes y condenados por pertenecer a bandas criminales. Los chicos son tan similares como diferentes y, a su llegada a un experimental centro de Reinserción social y espiritual, cada uno debe decidir en qué clase de hombre quiere convertirse. Sin embargo, la promesa de una segunda oportunidad no siempre es suficiente. Querer cambiar no siempre basta y la naturaleza de uno mismo se convierte en el mayor enemigo para los reclusos. De hecho, entre ellos también se encuentran aquellos que justifican sus acciones, convencidos de que todo aquello que deseen puede ser suyo y todos los que se opongan a sus voluntades deben ser destruidos. El jugo dramático se encuentra en esta dicotomía. Si todo está a nuestro alcance ¿Qué nos impide tomarlo?

La narrativa de Ramírez Pulido se une a una cinematografía definida en clave de documental, partiendo de un trabajo actoral que premia la espontaneidad. El espacio que los personajes habitan es tan natural como extraño para ellos, un paraíso en el que los jóvenes pueden conectar consigo mismos y dejar atrás quienes una vez fueron. Sin embargo, la violencia impera secretamente en el lugar, actuando como disidente ante cualquier muestra de desobediencia con la voluntad de los carceleros. Así, los chicos nunca escapan verdaderamente de esa dureza de la que tanto desean separarlos. Simplemente han cambiado la persona que la ejerce sobre ellos. Por esto, el éxito del programa de reinserción es subjetivo para cada espectador, resaltando el cuidado mensaje de la cinta bajo una pregunta sencilla. ¿Está la posibilidad de cambiar en nuestras manos, o acaso es imposible huir de nuestra propia naturaleza?
 

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