Rosana G. Alonso
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Después de ‘La mujer en la ventana’ el cineasta Joe Wright va tras los pasos de Cyrano de Bergerac en una película que no logra romper con los dogmas del musical

Cyrano | StyleFeelFree
Imagen de la película Cyrano | StyleFeelFree

Desde los años diez del presente siglo las epopeyas románticas habían caído en el olvido. A su vuelta, tras el arrollador alcance de La La Land, a lo romántico se le unió el musical que empareja muy bien con la idealización sentimental. Como prueba, la reciente West Side Story que no ha buscado renovar la conocida historia. En cambio, la nueva versión de Cyrano de Joe Wright pretende modernizar la clásica historia de Edmond Rostand, conocida, principalmente, por el papel de Gérard Depardieu en su interpretación del héroe romántico en la película de 1990. Lo hace, sobremanera, cambiando la caracterización de los protagonistas. Pero en su intento, no descarto que pueda herir sensibilidades en un momento de necesaria reivindicación Black Lives Matter. Seamos honestos, que Cyrano, magnánimo en su intelecto, sea un hombre blanco y que el amante «impostor», con pocas luces pero muy apuesto, sea negro, puede ser indecoroso para algunos.

Por otra parte, ¿qué le pasa al musical que no acaba de romper con sus manidas melodías y sus tiempos? ¿Cuándo será el momento en el que rompa sus dogmas? Aunque el inicio de Cyrano es radiante y efusivo con una escena en el teatro que sitúa al espectador en una época imprecisa en torno a finales del siglo XVII y principios del XVIII, muy pronto la cinta adolece por las propias pautas del musical. Llegados al final, ya ha perdido importantes oportunidades de devolverle la frescura a una obra interesante para resolver ciertas claves. A saber, el cuestionamiento del amor romántico e idealizado, liberado de sus espejismos; así como el derribo de los prejuicios que podemos tener a la hora de acercarnos a un otro que nos interpela. Los riesgos que afronta Wright en su trabajo de dirección después de La mujer en la ventana están demasiado calculados.

Más allá de estas cuestiones Cyrano tiene muchos puntos de interés. El vestuario no deja indiferente con su apuesta por vestidos de época rematados con toques de Alexander McQueen y Jean-Antoine Watteau. A cargo de Massimo Cantini Parrini, el diseñador hace un trabajo excepcional con los espléndidos atuendos que lleva la actriz Haley Bennett como Roxanne. La intérprete estadounidense, además, está radiante en un papel que tiene escenas memorables como la del primer encuentro con su crush, cuando no está dispuesta a aceptar que él no sea como lo había imaginado. En esto hay que reconocer también que hay un fino sentido del humor que persigue al drama y que logra su cometido. Con un diseño de producción que sobrepasa las expectativas, Wright vuelve a sus andadas tras el éxito de Orgullo y prejuicio ofreciendo un filme que no decepcionará a los amantes de las historias clásicas, ambientadas eficazmente.
 

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