Rosana G. Alonso
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No desprovista de un artificioso juego ‘May December’, la última película de Todd Haynes presentada en la Competición de Cannes, desborda el propio relato buscando encontrarse con la verdad

May December | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película May December | StyleFeelFree. SFF magazine

Cuando Mary Katherine Schmitz comenzó a mantener relaciones sexuales con Steve Letourneau ella tenía 36 años y él 13. Los pillaron in fraganti en la parte trasera de una tienda de mascotas y llegó el escándalo. Por ello, Mary sería condenada. Pero lo que parecía un abuso en toda regla acabó convirtiéndose en una extraña historia de amor. Cárcel de por medio para la mujer que, en el momento en el que inició su loca aventura con el que fue su alumno estaba casada, el enredo se resolvió de forma inesperada. Alumno y profesora contrajeron matrimonio e independientemente de que fueran o no felices —acabaron separándose— tuvieron dos hijos y permanecieron juntos más de una década. La historia fue la comidilla de los tabloides sensacionalistas por mucho tiempo, pero nadie se había atrevido a llevar esta crónica al cine. Lo hace Todd Haynes con un elenco prometedor —Julianne Moore y Natalie Portman— e interés por escarbar en los hechos.

El tema tiene miga y vista la trayectoria de Haynes a este le gusta el salseo. Para desarrollarlo, parte de un guion de Samy Burch que permite abrazar distintas perspectivas sondeando en los personajes. Aquí, Natalie Portman interpreta a Elizabeth Berry, una actriz que se prepara para llevar a la pantalla la vida de Gracie, el personaje inspirado en Mary Kay Letourneau, interpretado por Julianne Moore. El resultado, en manos del cineasta de Carol es chocante, estridente en muchos aspectos. A veces ralla lo grotesco con su interés por hacer de los elementos adyacentes un contrapunto que sobredimensiona todo. La música, a este respecto, tiene una presencia demasiado notoria tomando un protagonismo que desborda el relato. Y, a pesar de ello, podemos apreciar que estas decisiones ejercen de punto de vista que media en la acción. Esto es, lo que se presentó como un disparate solo podía ser tratado acentuando una dramatización que no interfiere ni en la construcción de los personajes ni en el desarrollo de la acción.

Manifestando un paralelismo entre dos mujeres en un pulso extraordinario que, inevitablemente, nos lleva a rememorar a Persona de Ingmar Bergman, pero también el All About Eve de Mankiewicz en ese juego de espejos en el que la actriz llega a querer suplantar a su fuente de inspiración, hay muchos aspectos interesantes desde el terreno psicológico. Lo que se agradece en todo esto es que Haynes no pretende mediar ni blanquear nada. Deja sobre la mesa muchas cuestiones que abren el camino para pensar sobre las relaciones intergeneracionales, los procesos naturales —o no tanto— del deseo y las necesidades afectivas, la evolución personal en la dinámica de pareja, o cómo la mirada ajena reescribe el relato. En este sentido, toda la artificialidad del filme queda justificada por la búsqueda de una verdad, siempre subjetiva y perseguida. Las miradas de Portman a sus objetos de interés no tienen desperdicio para realzar esa indagación que compone una comedia negra no desprovista de una maquiavélica estrategia.