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La Galicia más absorbente se percibe no solo en los paisajes sino en los gestos, los detalles y las cosas que pintan en ‘Trote’ un lienzo que aspira a superar sus propias contradicciones y paradojas
La densa atmósfera de Trote a penas deja entrever que en realidad Xacio Baño, que se inicia en el largometraje después de una larga trayectoria en el cortometraje, quiere escuchar al cuerpo respondiendo a los impulsos mentales. Así, en Trote Baño quiere escapar de los límites que impone la propia mirada y ello le lleva a buscar una salida implícita en un argumento que al mismo tiempo, no quiere avanzar. ¿Huir hacia dónde? Los propios medios están limitados sino por la experiencia del que mira, por la mirada del que filma sabiéndose conocedor del todo. Aquí no se sabe bien de qué se quiere escapar, ni por qué, ni hacia dónde, ni cómo, pero la opresión visual es tal que el espectador puede percibir la misma claustrofobia que siente su protagonista, María Vázquez, en un papel que vuelve su cuerpo frágil, y al mismo tiempo, inquebrantable en la búsqueda.
No hay liberación posible. Trote es un cartón costumbrista que no se deleita en lo que retrata hasta la hermosa secuencia final que explica todo el recorrido. Cuando los caballos finalmente son sometidos por el hombre al rapado de sus crines se entienden perfectamente los paralelismos de la obra con la búsqueda de su realizador y al mismo tiempo la esencia salvaje del ser humano, que es moldeada por los resortes culturales y sociales. Igualmente, las correspondencias del cine como medio que necesita ser doblegado a una voluntad creadora y del hombre que a su vez, precisa de lo epopéyico, para avanzar. Aunque, finalmente, los mismos muelles que lo empujan sean los que lo condenan a su inmovilismo, que lo precipita a ser capturado y domado por un local que, según en qué condiciones, es patrimonio o bien jaula de cristal, deformándose al encasquillarse.
Xacio Baño observa en Trote como un entomólogo apasionado de las costumbres que habitan los pueblos y modelan a sus gentes
En el sentido apuntado Trote no se posiciona. Xacio Baño observa como un entomólogo apasionado de las costumbres que habitan los pueblos y modelan a sus gentes. La Galicia más absorbente se percibe no solo en los paisajes sino en los gestos, los detalles y las cosas que nos hacen partícipe de un cine que remite al Miguel Gomes de Aguele Querido Mês de Agosto. Hay una clara búsqueda de explicar un lugar, un modo fehaciente de hacer que se aferra a un estilo de vida en extinción, que se resiente de sus propias contradicciones y paradojas.
Tráiler de Trote | StyleFeelFree Youtube
Carme vive en la Galicia rural, en la casa familiar de un pueblo de montañas del interior, junto a sus padres. Un repentino suceso, en vísperas de la celebración de la “Rapa das Bestas” obliga a su hermano a volver también al pueblo, acontecimiento que le hace darse cuenta de su necesidad de salir del nido y vivir su vida. Aunque tiene trabajo en una panadería del pueblo, Carme planea marcharse a la ciudad y emprender una nueva vida.
Título original: Trote (Trot)
Duración: 83 minutos
Dirección: Xacio Baño
Guion: Xacio Baño y Diego Ameixeiras
Fotografía: Lucía C. Pan
Dirección de producción: Xabier Eirís
Dirección artística: María Lolo
Vestuario: Renata Uzal
Montaje: Álvaro Gago
Reparto: María Vázquez, Diego Anido, Tamara Canosa, Celso Bugallo, Melania Cruz, Fede Pérez
Distribuidora en España: Atera Films
Fecha de estreno en España: 14 de diciembre de 2018
Festivales:
Festival de Cine de Locarno (2018): Sección Cineastas del presente
Festival de Cine de San Sebastián (2018): Sección Zabaltegi – Tabakalera