Rosana G. Alonso
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Focalizando muy bien las crisis de nuestro presente inmediato ‘One Last Evening’, de Lukas Nathrath, explota su potencial tragicómico con un sentido de la oportunidad asombroso

One Last Evening | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película One Last Evening | StyleFeelFree. SFF magazine

Como en Las tres hermanas de Chéjov, la pareja de provincias que protagoniza One Last Evening desean un nuevo proyecto vital en la capital. Después del confinamiento pandémico necesitan renovar aires y establecerse en una ciudad que les permita salir del hastío y las rutinas. Por eso, abandonan Hannover y, para celebrar su nueva vida, organizan una cena entre amigos que promete ser una despedida animosa. Pero como ocurre en este tipo de reuniones, pronto se destapan conflictos dormidos que afloran después de un preludio repleto de escenas muy divertidas. Estas perfilan un espontáneo paisaje humano cuando la casa se convierte, inesperadamente, en un lugar de paso. La casa, que deja de ser hogar, se transforma así en escenario para la catarsis. Un teatro de la vida que mantiene muy bien el pulso emocional desvelando los miedos y cambios en las estructuras de poder.

En un tiempo complejo para las relaciones humanas por la fragilidad de compromisos dudosos que inevitablemente desata el sistema neurótico del deseo en el que nos encontramos, One Last Evening, de Lukas Nathrath, busca ahondar en el conflicto explotando su potencial tragicómico. Lo hace propiciando las oportunidades que tiene a su alcance para llevar a los personajes a un punto de tensión máxima que les permita explotar. Para ello, no necesita una estrategia sobrenatural que se alimente del enigma como podía ocurrir en El ángel exterminador de Buñuel. Es solo necesario ahondar en la psique humana que aflora en las pequeñas distancias donde Nathrath, que tiene una amplia experiencia como actor, se maneja muy bien. La dirección de actores es excepcional y siendo como es una película en la que el elenco es primordial, no necesita nada más para que el resultado final se revele portentoso.

Con la aportación de Sebastian Doppelbauer que ya había participado en un cortometraje anterior de Nathrath se puede intuir que el proceso de la película fue muy natural. Doppelbauer aquí interpreta al personaje principal y co-escribe el guion repleto de gags que funcionan como contrapunto al drama que se avecina. De ahí que lo que se presentaba como una comedia de reclusión voluntaria y crisis que encuentra paralelismos con otras cintas que abordaron temáticas similares, acabe por distanciarse de estas por el momento socio-temporal en el que nos encontramos. Quizás pueda medirse mejor con Oh-Boy, de Jan-Ole Gerster; o Everyone Else de Maren Ade, filmes alemanes que comparten el sentimiento de frustración que también habita en los estratos sociales más acomodados. Pero, aunque es tentador nombrar a Celebration de Thomas Vinterberg o Husbands and Wives de Woody Allen, la temperatura es muy distinta. Nathrath focaliza muy bien nuestro presente inmediato.