Rosana G. Alonso

Conversamos con la cineasta Ángeles Huerta cuyo documental ‘Esquece Monelos’ acaba de llevarse una Mención Especial en el DocumentaMadrid 2017

Esquece Monelos de Ángeles Huerta | StyleFeelFree
Fotograma de Esquece Monelos de Ángeles Huerta | StyleFeelFree

Hay un momento, hacia el final de la película de no ficción Esquece Monelos  (Olvida Monelos), dirigida por Ángeles Huerta (Gijón, 1974) en el que la propia realizadora, narradora de la historia, voz en off del metraje, hace una reflexión muy propia del artista que está absorbido por su propia obra, metido de lleno en un trabajo que exige la plena dedicación, una implicación personal y sincera que tiene lugar cuando lo documental adquiere una dimensión artística comprometida con el entorno, propia de una contemporaneidad híbrida que no busca acomodo sino en la que es preciso reubicar por medios expresivos, descontextualizar, para contextualizar. “No sé si estoy siendo capaz de contar esta historia, no sé si cuento de más o de menos (…)” reflexiona la asturiana afincada desde hace 15 años en Galicia, donde ejerce como profesora de italiano, después de doctorarse en Literatura Comparada en la Universidad de Oviedo. Esta meditación en voz alta no deja de ser una constante de un Nuevo Cine Documental que sigue generando muchos debates en los Certámenes Documentales según constata Ángeles Huerta al advertir que siguen existiendo personas que quieren ponerle barreras a lo documental. “Yo alucino con que exista todavía esta polémica entre ficción y documental”, contesta al respecto la cineasta. ¿Deja de ser algo verdadero por el hecho de ilustrarlo con registros más propios de la ficción, que en cambio explican mejor su realidad argumentándola ya no solo desde lo propiamente testimonial, sino gráfico? Polémicas a parte, mientras escribo esta serie de disertaciones me alegra conocer que el fallo del jurado no se ha hecho esperar y que Ángeles Huerta acaba de llevarse la Mención Especial del Jurado en el DocumentaMadrid 2017 a valoración de Daniela Alatorre, Margarita Ledo y Luis E. Parés, componentes del jurado de la Competición Nacional.

Recuerdo que disputas parecidas en torno a qué puede entrar y qué no, en según qué categorías, surgieron a principios de siglo entre la Moda y el Arte, y más anteriormente, entre la Fotografía y la Pintura. ¿Dejaba de ser Arte una obra que utiliza el cuerpo humano como inspiración o soporte, sometida o no al mercado? El tiempo, en cambio, suele poner fin a las discusiones y hoy tanto el género documental sin rangos que lo diferencien, como la Moda y la Fotografía, están en muchos museos superando todo tipo de jerarquías. El MET de Nueva York, de hecho, a través del Costume Institute, le dedica actualmente una exposición retrospectiva a Rei Kawakubo de Comme des Garçons y fotógrafos como Hiroshi Sugimoto o Lewis Baltz son testimonio de una época conceptualizada por la fotografía. Con los documentales ya está pasando lo mismo. En algunos museos, no hay gruesos, y si los hay, el tiempo los elimina. Pero los críticos agazapados en viejas escuelas se echan las manos a la cabeza con todo lo que no tenga sello o etiqueta. Más contundente es Ángeles Huerta al referirse a ciertos críticos que avalan per se efectivos recursos de cineastas, generalmente masculinos. Pero esto tengo que dejarlo en el cajón del off de record. Algunos discursos siguen siendo tabú, sobre todo para la mujer que quiere abrirse camino en un mundo de hombres, algo que he podido comprobar en más de una ocasión. No tengo muy claro si callar es más efectivo. Pero respeto el pacto de silencio.

Por otra parte Huerta considera que su cinematografía, todavía en ciernes —es su primer largometraje aunque ya está de lleno en otro, una película histórica, adaptación de un relato de Xosé Luís Méndez Ferrín— es muy femenina y eso puede ser otro obstáculo para según qué espectador.

_ ¿En qué sentido es femenina?

«hay una manera femenina de leer la violencia de la historia en el propio cuerpo»

Es femenina en primer lugar porque se habla mucho y porque creo que es una película que muestra el secreto a través de la palabra. Hay una manera femenina de enseñar el cuerpo. No ya el cuerpo, porque esto suena a exhibicionismo, pero sí de leer los procesos históricos y la violencia de la historia en el propio cuerpo. Y joder, eso es muy femenino.

Ángeles Huerta habla con tal soltura y pasión que a penas si te deja tiempo a reaccionar. Y matiza, “la gente tiene la tendencia a pensar que las personas que hablamos mucho contamos todo y es todo lo contrario porque a las personas que hablan mucho, nadie les pregunta”. Sin embargo, el hilo de la conversación va desvelando poco a poco todas las cuestiones que me surgieron durante el filme. Aún así, me quedo con la sensación de que son tantas cosas las que quiero plasmar en este relato dialogado, que yo tampoco sé si voy a ser capaz de contarlo todo. Espero que al menos consiga llegar a lo realmente importante, aunque sea a través de lo que no se dice, punto de partida, seña de identidad de este Esquece Monelos  en donde “lo más importante, para mí, es que hay un contenido metafórico que es el río como secreto”, sintetiza Ángeles.

Monelos, un ejemplo del desarrollismo español de los sesenta

«Esquece Monelos es una película política en el sentido de que se ponen sobre la mesa problemas que son políticos»

En Esquece Monelos  la verdad documental está presente en un río olvidado, soterrado entre Feáns / A Furcoa y el muelle de San Diego en A Coruña, donde desemboca. Ya no se ve. Por encima de él se ha construido una nueva urbe que puso fin a lo rural y que es un ejemplo dramático, en muchos sentidos, de las muchas prácticas que dejó tras de sí el desarrollismo español en los años sesenta, aunque concretamente el modelo de Monelos llegó hasta los ochenta, época en la que en la antigua trayectoria del río, a su paso por A Cubela, se construyó un Corte Inglés. Esto fue en 1984, año que recordarán las familias gitanas que vivían allí en míseras condiciones y que tuvieron que trasladarse a Penamoa. Olvidadas por el sistema, acabaron convirtiendo su nuevo asentamiento en un supermercado de la droga. Situación de la que evita hablar uno de los protagonistas gitanos que interviene en la película. Como también evita entrar en ciertos temas, derivando hacia otros, o revistiendo ciertos datos de la historia, José Manuel Liaño Flores, exalcalde de A Coruña en los años setenta. Esquece Monelos toma estas elipsis como síntomas fehacientes del presente. No es un relato político. No, en el sentido de que no hay una intención propagandística. Pero sí es político porque como considera Huerta “si tienes un sujeto como una ciudad y sobre todo una ciudad a lo largo del tiempo, es imposible conseguir una historia blanca, porque en las ciudades pasan cosas y hay intereses y tratos”. Y prosigue, “Cuando digo que es una película política es porque habla de la polis. Es política en el sentido de que se ponen sobre la mesa problemas que son políticos, que no son solamente problemas emocionales míos o problemas emocionales universales. Si los miedos y anhelos los vehiculo contando la historia de un río, y a través del río entro en los cambios urbanísticos de una ciudad, es imposible que no haya una mirada política”. Pero “evidentemente yo no voy a mostrar lo que pueda pensar, quiero que la gente saque sus propias conclusiones”. Al fin de cuentas Monelos es un pretexto para hablar de lo que para su realizadora es el punto central del relato, el desamparo. “La intención es hacer una película sobre mis neuras y mi dolor. Creo que eso es lo más importante”. En ese camino van surgiendo otras cosas que dan sentido a una historia que, desde lo individual, abraza lo colectivo; desde lo poético, atraviesa lo político, convirtiéndose en ensayo histórico y científico; desde lo anecdótico, se puede reconstruir la memoria perdida.

Y sin embargo, una película del desamparo

Hay un punto de arranque. El dolor llega sin avisar. Ángeles Huerta al comienzo del documental lo expresa así:
“Todo empezó como esas crecidas que nadie ve venir, gota a gota. Alguien llamó y él olvidó pasar el recado, otro día tardó en volver a casa más de lo habitual, parecía triste, cansado. Cuando nos quisimos dar cuenta ya teníamos el agua al cuello”. En ningún momento dice a quién se refiere. Pero el espectador lo averigua fácilmente. Prefiere guardar el secreto aunque haya indicios de él, como hay indicios del río. Concretamente, una escultura en una rotonda bajo la cual está sepultado un puente, una calle que lleva su nombre y algunas fotos antiguas que muestran a mujeres lavando la ropa en sus aguas. Solo son indicios.
El río se convierte entonces en metáfora. Desde el momento en que alguien le habla de su existencia, Ángeles Huerta identifica su dolor, su desamparo.

“Para reconocerme buscaba un espejo y encontré un río, un espejo hecho pedazos y por momentos invisible. En Coruña había un río que se llamaba Monelos”.

Ya tiene una huella que seguir. A partir de aquí comienza la búsqueda.

“Estoy buscando un río que me ayude a contar esta historia y no lo veo, necesito un curso de agua que convierta el espacio en tiempo y solo encuentro autopistas. Busco un principio aunque esté escondido”
 
Esquece Monelos de Ángeles Huerta | StyleFeelFree

Fotograma de Esquece Monelos de Ángeles Huerta | StyleFeelFree

 

«cuanto más nos rascamos dentro, más parecidos somos todos»

El desamparo es una historia universal y colectiva. “De pronto tienes cuarenta años, tus padres son mayores y da mucho vértigo todo”, explica. Y continúa, la universalidad radica en el hecho de que “yo creo que cuanto más rascamos dentro, y por eso hice esta película, más parecidos somos todos. En superficie los seres humanos podemos parecer muy diferentes. Tenemos gustos, opiniones y movidas encontradas, pero cuanto más nos sumergimos en lo íntimo, cuánto más adentro llegamos y tocamos hueso, ahí es como que somos todos muy parecidos. En los miedos, los anhelos. Esa parte que se considera como más íntima e impúdica, esa que es la que mejor comunica y la más universal. Y eso es lo más importante de la película”. No es de extrañar entonces que la propia Ángeles Huerta, según me señala a través de estas revelaciones, pueda identificarse, a pesar de que obviamente no parece unirles nada, con el último alcalde franquista, Liaño Flores, “un señor que tiene un desparpajo del copón pero que claro, en todo lo que él cuenta, hay mucho silencio”, y que este a su vez pueda convertirse en la cinta en espejo de uno de los personajes de etnia gitana. Los personajes son enormes. Son testimonio y retrato en el paisaje. De carne y hueso, reales como la propia vida. “Están ahí, no hay más que salir a la calle”, explica Huerta al preguntarle sobre cómo llegó a ellos. “Todos estamos traspasados por corrientes subterráneas que a veces nos ahogan y que en ocasiones salen por donde menos pensamos”, condensa Ángeles Huerta al referirse a los protagonistas de este documental repleto de estelas que nos conducen a otros

Otras historias en la historia

Entre estas estelas hay guiños a Los espigadores y la espigadora  de Agnès Varda, como identifica Ángeles Huerta. Esto se recoge en un juego de manos, las de la propia realizadora, que son una presencia, no demasiado perceptible, pero determinante, como también son muy significativas en la película La incorrupta  que la artista brasileña Tamar Guimarães realizó para el Museo Reina Sofía.

Huerta también menciona a Nostalgia de la luz, de Patricio Guzmán, como fuente de inspiración en el sentido de que como el suyo, es un documental en el que es apreciable la existencia de un macro que envuelve la película, y un micro que le da consistencia, según apunta la gijonesa, coruñesa de adopción. Algo que a mi parecer también guarda relación con otra artista, Fiona Tan, que también estuvo presente en esta edición de DocumentaMadrid con Ascent, bajo mi punto de vista, uno de los mejores documentales de la sección Internacional, que ha pasado desapercibido por un jurado, el que valoraba la sección Internacional, que ha preferido reconocer la labor de la portuguesa Susana de Sousa Dias con Luz Obscura, un documental impactante como testimonio pero muy poco lucido en lo formal, así como a Mzis Qalaqi  (La ciudad del sol), una película que al contrario que Luz Obscura, deslumbra en lo formal, pero no llega a ser un vehículo que sirva como unidad que ilumine las sombras poniendo de relieve aspectos soterrados, urgentes o imprescindibles, como en cambio, sí ocurre con Machines  de Rahul Jain, la segunda mención del jurado de esta competición internacional.

«la identidad colectiva y la íntima están totalmente unidas, ambas son construcciones de ficción»

Al margen de la relevancia de micros y macros y retomando la película que nos ocupa, quizás lo más notable de Esquece Monelos  sea, más teniendo en cuenta las razones que acabo de mencionar, la capacidad de Ángeles Huerta y su equipo de conseguir que las dos historias principales, la del río y su relato personal, fluyan juntas, componiendo un relato poético que es historia argumentada, documentada y mediada por lo formal, sin estorbarse hasta desembocar en un mar que representa el agua dentro del agua. La memoria particular, dentro de una memoria de todos, que es patrimonio cultural, luego es ineluctable, necesaria para recomponernos. Nuestras experiencias propias tienen sentido porque recobran nuevos ciclos de vida a través de otros. Nos influimos, constantemente. “Hay partes nuestras que son eternas porque reposan en los demás”, haciendo posible que “la identidad colectiva y la íntima estén totalmente unidas, ya que ambas son construcciones de ficción”, sentencia una de las promesas del nuevo cine gallego que fue además una de las triunfadoras en los Premios Mestre Mateo de este año, llevándose el premio a Mejor Documental, Mejor Montaje para Sandra Sánchez, que hace un trabajo encomiable engarzando lo aparentemente irreconciliable, y Mejor Dirección de Fotografía para Jaime Pérez, que deja tras de sí algunas impactantes imágenes. Un gran triunfo al que ahora se suma la Mención Especial del Jurado en el DocumentaMadrid de este año y que representa un gran salto en la carrera de Ángeles Huerta, teniendo en cuenta que hasta hace poco hacía cortos con sus alumnos de italiano hasta que decidió dar el salto profesional yendo a Londres a estudiar dirección de cine en la Met Film School hace poco más de dos años. La vida pasa rápido y hay que saber afrontar los desbordamientos. Es preciso saber encauzar la historia y Ángeles Huerta solo acaba de comenzar, pero parece que su proyecto es suficientemente sólido. Lo cual me hace albergar esperanzas de volver a reencontrarme con un cine español, que en los últimos años, tenía un poco olvidado. Un cine en el que empiezan a ser visibles rostros femeninos que no necesitan ir a lo obvio, recurrir a etiquetas, a modos aceptados por un establishment apoyado en totémicas columnas, para hablar de lo esencial.
 
Esquece Monelos de Ángeles Huerta | StyleFeelFree

Fotograma de Esquece Monelos de Ángeles Huerta

Tráiler de Esquece Monelos | StyleFeelFree Youtube

FICHA TÉCNICA DE ESQUECE MONELOS
Título original: Esquece Monelos (Olvida Monelos)
Duración: 76 minutos
Dirección: Ángeles Huerta
Guion: Ángeles Huerta, Antón Núñez
Fotografía: Jaime Pérez
Música / banda sonora: Sergio Pena
Montaje: Sandra Sánchez

FESTIVALES Y PREMIOS
Festivales:
XIII PlayDoc, Festival Internacional de Documentais (2017): Sección Cinema Galego
Premios:
XV Premios Mestre Mateo de la Academia Galega do Audiovisual (2017): Premio al Mejor Documental
XV Premios Mestre Mateo de la Academia Galega do Audiovisual (2017): Premio a Mejor Dirección de Fotografía para Jaime Pérez
XV Premios Mestre Mateo de la Academia Galega do Audiovisual (2017): Premio a Mejor Montaje para Sandra Sánchez
XIV Festival Internacional de Documentales de Madrid (2017): Mención Especial del Jurado en la Competición Nacional de Largometraje