Rosana G. Alonso
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La mano incorrupta de Santa Teresa sirve de metáfora en ‘La incorrupta’ para abordar la corrupción, desde todas las perspectivas posibles, en el marco de una institución cultural

Fotograma de La incorrupta de Tamar Guimarães | StyleFeelFree
Fotograma de La incorrupta | Foto: Y.Yu para © StyleFeelFree

Hiperbolizado en unos casos, ironizado en otros, idealizado, o incluso justificado, el museo como institución sirve para contextualizar el último trabajo de la artista brasileña Tamar Guimarães que presenta, en estrecha colaboración con el Museo Reina Sofía, su pieza fílmica La incorrupta  que puede verse actualmente en el Espacio Uno, del Edificio Sabatini, como parte del programa Fisuras que apoya a artistas para que produzcan obra nueva. La de Guimarães, en formato audiovisual, aborda desde una estética muy pulida y delicada en la composición de elementos, el tan actual como espinoso tema de la corrupción a través de una teatralización del absurdo en el cine que se presta a lo autorreferencial en el sentido de que aunque no se reconoce al museo como una entidad con nombre propio, la obra es un esfuerzo colectivo que involucra, en buena medida, al personal del mismo en sus instalaciones. Ello incluye a su subdirector, João Fernandes, que protagoniza un inicio que descoloca al espectador al obligarle a cuestionarse lo que ve, aspecto que resalta Manuel Borja-Villel, director del museo, al recordar en la presentación a prensa de esta obra, que algunas de las escenas de la película serían inviables en la vida real. La realidad choca continuamente con la ficción abrumándonos para que nos cuestionemos, como receptores, qué hay de real en una representación que se evidencia, pero confunde en una narrativa híbrida entre el documental, el ensayo y la ficción. Lo paradisíaco, grotesco o dionisíaco de algunas escenas que parecen afrontar problemáticas reales en los museos, son además puntos de vista que cuestionan los espacios de trabajo frente a los de ocio, amalgamándolos en algunos casos, presumiblemente como crítica a las condiciones laborales, que no dejan de ser permeables a algunos de los aspectos de la corrupción que como apunta João Fernandes, son visibles en el filme “en las pequeñas cosas que se reconocen en un cotidiano envuelto en gestos”.

Las manos que hablan

En La expresión de las manos  de Harun Farocki, una de las referencias que se mencionan en La incorrupta  se señala que “las manos hacen algo completamente diferente de lo que los rostros muestran”. Son gestos que en Hand Movie, de Yvonne Rainer, otra cinta que se cita en la película de Tamar Guimarães, dejan de serlo para convertirse en una danza experimental que nos invita a hacer un análisis sobre la posibilidad de la imposibilidad, debido a las condiciones en las que se rodó el cortometraje.

Aquí, en La incorrupta, las manos, los planos de manos, sobreactuados, manos que tocan y se revelan tan tangibles como orales, también para el espectador que es partícipe de una película desesperadamente sensorial, tremendamente gestual, se experimentan como parte de un entramado que siendo artificial, aborda aspectos que se reconocen acusadamente actuales. Gestos que acaban convirtiéndose en metáforas que devienen en bucle autoexplicándose las unas a las otras, a través de personajes que reconocemos tan ficticios como hiperreales, distorsionados como se presentan por un espejo que deforma lo cotidiano; o embriagados quizás por un suero de la verdad que nos devuelve una imagen del museo con personajes sobredimensionados pero embellecidos bajo una luz cálida que muestra un museo casi idílico, en los planos en espacios naturales en los que reconocemos a trabajadores del propio museo interactuando con actores profesionales que convierten el cortometraje en un ejercicio con un acabado deliciosamente formalista. El becario hiperactivo, ansioso por sobresalir; la comisaria ensimismada en su propia conceptualidad, pura representatividad, a quien João le reprende advirtiéndole de que “un texto no es una exposición”; los supuestos colaboradores del museo, divagantes, desconectados de un real en el que sin embargo participan activamente, asombrosamente tragicómicos; y otros ausentes a la historia central que pudiendo ver, no miran la escena, la eluden.

La posibilidad/imposibilidad de lo sagrado en el arte

Y como eje central de todo el proyecto, un objeto sagrado con una historia compleja detrás, que pone en el punto de mira a Franco como principal devoto de las virtudes de esta pieza sacra que provocó diversas disputas por su posesión durante la Guerra Civil española. Se trata de un relicario del siglo XVII, el de la mano incorrupta de Santa Teresa custodiado actualmente por la monjas del convento de las Carmelitas de Ronda (Málaga).

El guión parte de la idea principal de que una comisaria (la directora de teatro Judith Pujol) requiere dicha mano para una exposición. A partir de aquí, el relato, con un dinámico ritmo que no deja de plantear preguntas y respuestas que superan lo local, se diversifica tratando de buscar soluciones a las problemáticas que plantea conseguir dicho objeto de culto, para una exposición en un museo. La mano incorrupta  de Santa Teresa se convierte de esta manera en un artilugio incendiario que sirve de alegoría que visibiliza las debilidades o imposibilidades de la museografía en un campo minado de conceptos que no siempre son bien entendidos porque hay otra polaridad muy acusada, la que separa lo meramente figurativo de lo contextualizado, sabiéndose que, por otra parte, la contextualización no tiene por qué ser marcadamente visual o unidireccional; lo cual provoca reacciones adversas como las que acontecieron con motivo de la muestra Un saber realmente útil en el Museo Reina Sofía hace un par de años, exposición que generó cierta polémica en torno a la obra Cajita de fósforos del colectivo Mujeres Públicas. ¿Hasta dónde se puede hacer? ¿Quién puede hacer? ¿De qué manera? ¿Se pueden prever los resultados? Y en todo esto, ¿la corrupción como maniobra? Y por otra parte ¿dónde está la línea divisoria que separa lo que es corrupto de lo que no? ¿El que es corrupto en los pequeños gestos, lo sería también a gran escala, si tuviese la oportunidad? ¿Es posible evitar la corrupción o se trata de actos reflejos de una condición humana contaminada por una actualidad, derivada de males que superan lo individual?
 

FICHA TÉCNICA
Título original: La incorrupta
Dirección: Tamar Guimarães
Guión: Con materiales aportados por personal del Museo Reina Sofía (Ana Ara, Carolina Bustamante, João Fernandes, Rafael García, Francisco Godoy Vega, Lola Hinojosa, Beatriz Jordana, Fernando López, Arianne Vanrell, Beatriz Velázquez) en conjunto con Avi Alpert, Itsaso Arana, Rodrigo Farhat, David Fernández, Tamar Guimarães, Pablo Lafuente, Jorge López Bartolomé, Judith Pujol, Melissa de Raaf, Nacho Sánchez, Jesús Vicente.
Ayudante de dirección: Judith Pujol
Edición: Tamar Guimarães y Melanie Lischker
Música / banda sonora: Arto Lindsay y Lucas Santtana
Escenografía: Juan Sebastián Domingo
Lugar de proyección: Edificio Sabatini, Espacio Uno (Museo Reina Sofía)
Fechas: 28 Septiembre 2016 – 13 de marzo 2017