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En ‘El contador de cartas’ Paul Schrader juega con su habitual fórmula del hombre en crisis pero le añade un toque de esperanza
Sabido es que Paul Schrader encuentra inspiración en los aspectos más oscuros de la vida. Es probable que su educación calvinista y la influencia cinematográfica de Robert Bresson sea la razón de esa perspectiva pesimista. Sus películas están pobladas de personajes solitarios, llenos de furia y cargados de culpa. Desde Travis Bickle en Taxi Driver hasta el pastor Ernst Toller en El reverendo todos intentan mantener ciertas rutinas para manejar sus ansiedades y sobrevivir en el día a día. Utilizando esta fórmula, el cineasta agrega un personaje más a su catálogo de hombres con crisis existenciales en El contador de cartas.
William Tillich es un veterano y exconvicto reconvertido en jugador de póquer. En prisión aprendió a contar cartas y descubrió su gusto por la rutina. Por eso, tras cumplir su condena, se gana la vida jugando en casinos. Es reservado y sus apuestas son modestas. De esta manera, evita la seguridad de los casinos. Como parte de su rutina, viaja de ciudad en ciudad jugando torneos pequeños y viviendo en moteles. No obstante, su rutina no es suficiente para hacer frente a sus pesadillas. El punto de inflexión surge cuando en uno de sus viajes es interceptado por Cirk, alguien que sabe de su pasado y le pide ayuda para ejecutar un plan de venganza. Tillich lo rechaza, pero ve en el joven la oportunidad de redimirse e intenta encaminarlo por un mejor camino. Sin embargo, la desesperación del muchacho acabará arrastrándolo a un pasado que quiere olvidar.
En la superficie, El contador de cartas es una película sobre el mundo de las apuestas. Es evidente que el director está fascinado por aquellas personas que viven en este mundo nocturno. A pesar de ello, es cuidadoso en no hacerlo demasiado atractivo y vistoso. No hay camaradería entre los jugadores y estos mantienen una distancia profesional. Debido a esto, los mejores momentos de la cinta son cuando observamos a Tell realizar sus rituales. A diferencia de otros protagonistas de Schrade que están pasando por una crisis existencial, Will parece tener el control sobre su destino. De hecho, su decadencia espiritual y las pesadillas que lo atormentan son parte de la penitencia que cumple por los crímenes que cometió en el pasado. Pero cuando Cirk entra a su vida, lo desencaja y empieza a buscar una salida a la culpa que lo atormenta.
Es importante resaltar la magistral interpretación de Oscar Isaac. Tillich es enigmático, gracias a su capacidad de expresar mucho sin decir una sola palabra. Asimismo, Isaac es apático y encantador, comprensivo y brutal. La gran baza de Paul Schrader es que ha construido una historia hipnótica y con vehemencia. Está claro desde el principio que El contador de cartas es un viaje diferente para el cineasta. Por lo demás, es un relato que nos pregunta si estamos dispuestos a encarar nuestros demonios. Parece ser el único camino para encontrar una posible salvación.