Rosana G. Alonso
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La película ‘El eco’, de la mexicana Tatiana Huezo, que se presenta estos días en la 73 edición de la Berlinale, es una exploración al mundo rural mexicano

Tatiana Huezo | Entrevista | StyleFeelFree. SFF magazine
Fotografía: Tatiana Huezo © | StyleFeelFree. SFF magazine

Producto del azar que ordena, esta entrevista surge de una coincidencia en un vuelo Madrid-Berlín camino a la 73 edición de la Berlinale. En el avión mi vecina de asiento resultó ser Tatiana Huezo a la que reconocí enseguida y abordé para que pudiera comentarme algo sobre la película que estrenaba en la sección Encounters del festival y que aún no había tenido ocasión de ver. Mi primer encuentro con su trabajo fue con Tempestad que presentó en el marco de DocumentaMadrid 2016. Una pieza impactante que marcó un antes y después en el tratamiento de la voz en off capaz no solo de contar historias, sino de transmitir un estado emocional. Sin embargo, la cinta que estos días se puede ver en la Berlinale prescinde de ese tratamiento. Para ella era importante “encontrar nuevos caminos, exploraciones y retos narrativos”. Algo que afecta completamente a un filme con el que buscaba un lugar de reposo después de enfrentar la violencia de forma tan imperiosa, aunque evitara mostrarla.

En El eco la mirada cambia. En ella, como Huezo explica, “quería voltear la mirada hacia el cuidado de la tierra, la crianza y la sorpresa con la que los niños ven el mundo”. Hasta el momento sus películas habían hablado de “una herida profunda que atraviesa México por la violencia y la impunidad”, aclara la cineasta que también desenmascara una realidad. “La vida se ha trastocado en México desde hace ya varios años de una manera importante”, sentencia. A pesar de ello, puntualiza que con este filme, “tenía la necesidad de seguir contando historias sobre México pero desde otro lugar, desde otro sitio distinto al que lo he hecho hasta ahora”.

En términos generales la película, que se estrena mundialmente en la Berlinale por lo que Huezo reconoce que está “inmersa en un proceso que todavía no terminó”, es una cinta “de cosas aparentemente pequeñas y sencillas”, apunta. Es también el eco de los padres en los hijos, una voz que, durante la infancia, se va quedando adherida al alma. Así, los niños aprenden de las palabras, pero también de los silencios. Aprenden a entender el trabajo, la muerte, la enfermedad y el amor. Procesos vitales envueltos en la belleza de primeros planos de unos rostros que están despertando a la vida. Y contextualizando estos rostros, panorámicas que captan la inmensidad de paisajes imponentes.

¿Quiénes son los protagonistas de la película?

(Tatiana Huezo) Los protagonistas son la comunidad de El Eco.

¿El Eco es una localidad?

(TH) El Eco es el nombre de la comunidad que está en un diminuto pueblo en medio de la nada, en el estado de Puebla, en México.

¿Es un pueblo aborigen?

(Tatiana Huezo) Es un pueblo mestizo, no es indígena. Son campesinos.

¿Hay una reivindicación de este estilo de vida?

(TH) Bueno, este estilo de vida me parece asombroso.

Pero, ¿está en vías de extinción? Quiero decir, ¿los campesinos ven amenazada su forma de vida como ocurre en otros países donde les quieren expropiar sus tierras?

(Tatiana Huezo) Muchísimo. O sea, el mundo campesino es un mundo que está amenazado, es un mundo que está en pie de guerra por la defensa de su territorio. Esta película no va de eso, pero este fantasma, de alguna forma, sobrevuela todo, está por ahí.

¿Son dueños de sus tierras o no?

(TH) No todos, hay diferentes situaciones. En el caso de El Eco la mayoría de campesinos son dueños de sus tierras, sin embargo, es un territorio que está amenazado por el narco, por la tala de árboles, por los traficantes de madera. Es también una zona huachicolera por ejemplo, donde roban el petróleo. Pero también está amenazado por la migración, porque es muy difícil la sobrevivencia en el campo. Y porque el clima, en el caso de El Eco se ha vuelto cada vez más extremo. Entonces, llega la sequía y se mueren los animales. Llega la lluvia y se inunda el valle. Y pierden sus cosechas. Entonces, la gente tiene que irse a buscarse la vida a otro lugar. Pero sí, el mundo campesino, el mundo rural en general en México, está amenazado por los proyectos extractivos que saquean y llegan a apropiarse de los recursos naturales. Y despojan el territorio. Eso es un drama ahorita. Hay una migración que tiene que ver no solo con el narco sino también con este momento en el que la pérdida del territorio es ya un problema como muy voraz para muchas comunidades que llegan. Esto tiene que ver con las mineras, y tiene que ver con los proyectos eólicos que están llegando a las comunidades. Al final, las mineras tiran del narcotráfico para despojar a las comunidades de sus tierras. En Noche de fuego eso, de alguna forma, está contado.

Pero aquí, ¿sería como un subtexto?

(Tatiana Huezo) La peli no va sobre eso, no. La peli va sobre la vida de estos niños, sobre la crianza, sobre el aprendizaje. Sin embargo, hay un apunte en el contexto, sí que lo hay. Es inevitable. O sea, México está sitiado por tantos lados, ¿no? Y sí que hay un apunte importante. Sobre todo, sin hablar de eso se puede ver la condición de vida de los campesinos, del estado económico en el que viven. Y también hay un apunte importante, en una secuencia muy particular, en donde sus bosques están amenazados por los predadores de la madera, que son traficantes de madera. Son grupos que llegan y talan sus bosques. Entonces, hay un apunte sobre esto. Cuando vemos a los hombres de esta comunidad y de otras comunidades cercanas, todas las noches, que van a cuidar el bosque armados para evitar que se lleven su madera.

¿Tenías algún tipo de vinculación previa al mundo rural?

(TH) Hace poco un amigo también me preguntaba lo mismo. El mundo rural siempre me ha enamorado muchísimo. Pero bueno, me enamoré de los ojos de estos niños, también de su piel. Viven a 3000 metros de altura por lo que el sol quema mucho y los niños tienen caras como de adultos, pero con una belleza increíble. Todas mis pelis, por ejemplo El lugar más pequeño que habla de la Guerra Civil salvadoreña, son historias de campesinos. Como que cuando miro atrás me parece que hay algo ahí muy fuerte, un vínculo. Noche de fuego también es una historia sobre campesinos. Pero El eco pienso que es el trabajo más profundo que he hecho sobre este universo.

Es que mis primeros años de infancia fueron en el campo, tal vez hasta los 8 años. Crecí en un campo entre vacas y borregas. Por eso, tengo fascinación por los animales. Mi madre nos crió sola y muchas veces a lo largo del año crecimos con una madre, hasta cierto punto, ausente. Ella tenía que salir a trabajar para poder sostenernos y a lo largo del año, en muchos momentos y durante muchos días, mi hermana y yo tuvimos una nana campesina. Nos quedábamos a veces un par de semanas con ella. Mi madre salía y volvía porque salía a vender. Diseñaba artesanía y ropa y tenía que salir a vender. Y entonces, de alguna forma, eso ha estado siempre como en el inconsciente. Sí, hay un vínculo que tiene que ver con algo más sensorial que guardo de la infancia.

¿De dónde procedes? ¿Dónde transcurrió tu infancia?

(Tatiana Huezo) Bueno, yo nací en El Salvador, pero llegué a México muy pequeña, con 4 años. Y mis primeros años de vida salvadoreños fueron también en un pequeño pueblo que se llama La Palma. También era un pueblo rural. Por ejemplo, recuerdo que de niña tenía un caballo y había un río. Luego, cuando empezó la guerra mis padres se separaron y mi madre vino a México con mi hermana y conmigo. Llegamos a un pequeño pueblo en el estado de México que se llamaba Almoloya de Juárez que es un pueblo bellísimo con un gran manantial. Allí vivimos durante mucho tiempo en casas vacías porque no teníamos nada. No teníamos muebles, por ejemplo. Mi madre se vino con una mano delante y otra atrás como decimos en México, a empezar de nuevo. Y fue una infancia muy fascinante porque vivíamos en ranchos bastante vacíos de cosas, como los primeros 2 o 3 años. Mi madre empezó a tener que salir a buscarse la vida y nuestra vida consistía en acompañar a los hijos de esta nana que nos cuidaba. Salíamos a pastorear a los animales y a estar como muy dentro de la vida de esta familia que, de alguna forma, se hacía cargo de nosotras cuando éramos más pequeñas. Yo creo que vivimos ahí como 4 años. Luego nos fuimos a la ciudad.

¿A Ciudad de México?

(TH) Sí, luego ya mi vida se hizo en la ciudad y la Universidad. Después me fui a estudiar a España un tiempo. Fui a Barcelona a estudiar en la Pompeu Fabra. Allí hice el master de documental. Y me quedé en España casi 8 años. Pero a la vuelta a México, que volví hace poco más de 10 años, justamente volví al campo. Vivo en la montaña desde entonces.

Y esas idas y venidas, porque has vivido en México capital y en Barcelona, supongo que te permiten mirar lo rural de otra manera.

(Tatiana Huezo) Sí, totalmente, hay una distancia. Pienso que hay una mirada desde la que intento mirar la vida. Pero, sobre todo, los procesos de investigación para mí son fundamentales para vincularme a la gente, para generar un punto de partida en donde ellos puedan confiar en mí y sepan lo que estoy buscando y por qué estoy ahí. Esa es la base de todo. Y creo que es una peli que, aunque habla de un mundo rural que aparentemente es lejano a nuestro mundo, es muy cercana. Pienso que cualquier persona podría sentirse de ese lugar. No sé, creo que al final estoy hablando de la crianza de los hijos, de las piedras angulares de una crianza, de los miedos y las tristezas. Las cosas hermosas que suceden son las mismas en cualquier parte del mundo y en cualquier ámbito del proceso humano.

¿Cómo fue esa investigación?

(TH) Estuve muy cerca de la comunidad para que confiaran en mí. Es una comunidad bastante conservadora… y quería que me dejaran a sus niños. Fueron cuatro años de investigación para llevar a cabo la película.

¿Cuándo la comenzaste antes o después de Noche de fuego?

(Tatiana Huezo) La empecé antes, pero tuve que dejarla aparcada cuando llegó Noche de fuego a mis manos. Lo paré todo y dejé esta película. Luego, acabé Noche de fuego, llegó la pandemia y retomé la investigación aunque los niños ya habían crecido, eran mucho más pequeños cuando empecé el proceso. Son niños de entre 9 y 11 años y otros más pequeños.

¿Es quizás tu película más íntima y menos política?

(TH) Toda película es política. Pero sí, es un retrato muy íntimo de una forma de vida que para mí es extraordinaria y también llena de dificultades, como es la vida de los campesinos en México. Es una película sobre la crianza, sobre el descubrimiento, sobre el aprendizaje de cosas aparentemente pequeñas. Porque los niños juegan, van a la escuela… Son niños pastores que cuidan a los ancianos y a sus abuelos. Hay un montón de momentos en la película que nos dejan sentir y percibir cómo estos pequeños aprenden a entender la muerte, la enfermedad y el trabajo. Y adquieren, desde muy pequeños, la responsabilidad frente a la tierra y los animales. Ellos saben lo que significan para sus vidas. Esto es, la muerte de un borrego, o una helada sobre los campos de maíz, o una sequía prolongada. Lo que quiero decir es que es una película política porque también, en el fondo, más allá de que es sobre la infancia, tiene el punto de vista de estos niños que muy pronto se van a hacer adultos. Porque los niños en el campo se hacen mayores demasiado pronto y adquieren responsabilidades desde muy pequeños. El eco, de alguna forma, construye un retrato de las condiciones de vida de los campesinos y es una mirada poco romántica.

¿Poco romántica?

(TH) Sí, aunque está llena de magia, y de juego, y de ternura, es cero romántica porque la sobrevivencia es muy difícil. Y porque el mundo campesino está amenazado por muchos frentes, ¿no? Desde los proyectos extractivos para explotar los recursos naturales hasta la migración y el aspecto económico donde están estas familias. De alguna forma, hay una violencia que sobrevuela y amenaza en algún momento la historia. Pero el foco no está puesto ahí.

¿Cómo surge esa magia que evita la violencia?

(Tatiana Huezo) La magia está en que hay un montón de momentos únicos y tiernos con una pureza irrepetible. Porque la infancia tiene eso. La infancia tiene esas dos cosas. Te puedes sentir perturbado frente a la vida en este momento en el que estás creciendo y empezando a ver el mundo. Pero también es un momento en la vida donde existe la magia, y el juego, y la posibilidad de creer en muchas cosas.

Pero eso te lo dieron los propios personajes, ¿no?

(TH) Totalmente. Me lo dieron los personajes, el estar con ellos. Y bueno, estoy viendo a mi hija crecer. Tengo una hija de la misma edad que estos niños, y también de ahí nacen como muchas necesidades.

Tenías más ganas de hacer algo sobre la infancia.

(Tatiana Huezo) Poder guardar este momento en la vida que me parece extraordinario.

¿Y cómo lo captas?

(TH) Es una película que podría ser muy rulfiana. Tiene una oralidad hermosa. Tiene palabras antiguas y una mirada muy particular por cómo hablan los personajes. Solo los campesinos, la gente que está vinculada al campo, tiene esta riqueza y belleza en el lenguaje. Y bueno, es un pueblo muy misterioso y está envuelto en historias de brujas. Tiene algo muy particular este lugar y la gente porque hay eco en el espacio. Hay zonas del pueblo donde la voz del eco está presente. Entonces, el eco se volvió un elemento simbólico para hablar de qué les queda dentro a estos niños, de cómo se forja su carácter y su identidad. La película está llena de elementos muy subjetivos y muy sensoriales como mis proyectos anteriores, pero esta está construida a partir del registro de situaciones, de momentos de la vida y de situaciones.

¿Había una estructura previa?

(Tatiana Huezo) Mi reto realmente era poder atrapar pedazos de la vida muy puros, lo cual requiere mucho tiempo de estar, y de mirar. Y creo q el reto más grande fue ese, encontrar lo extraordinario en lo mundano, en lo más pequeño.

(TH) Sí, siento que hay algo aquí ancestral. Hay algo arcaico en el mejor sentido de la palabra, y hay algo que me enamoró y que siento que está guardado. Es como una belleza muy profunda en muchos de los actos colectivos de esta comunidad. Es una peli que honra la muerte también.

Es que la muerte en México forma parte de la vida quizás más que en otras culturas.

(Tatiana Huezo) Yo creo que es la primera peli que hago en donde la muerte forma parte de la vida. Tú lo has dicho, y donde se honra la muerte.

¿Se vive a lo mejor de otra forma?

(TH) Se despiden con cariño, con tristeza, pero con solidaridad, con acompañamiento en la comunidad. Esta despedida es como un acto de amor. En mis películas anteriores la vida es arrebatada y la muerte también. Y en muchos rincones de México la vida y la muerte están siendo arrebatadas. La gente, todos los que están buscando a sus hijos desaparecidos, no tienen siquiera la oportunidad de poder honrar esa muerte o de poder cerrar ese ciclo. Sí, la muerte también es arrebatada.

Y aquí, ¿no ocurre eso?

(Tatiana Huezo) No, es la primera película en donde no sucede y pienso que es una película con una energía distinta y con muchísima luz. Y mi alma también necesitaba eso.

¿Descansaste un poco entonces con esta película?

(TH) No mucho porque los retos eran enormes. Todas mis pelis documentales anteriores han tenido un guion. O sea, yo me voy a rodar sabiendo cual es el corazón de la peli, cual es el centro, el clima, el punto climático. Hay una estructura trabajada, hay una gran investigación hecha antes de irme a rodar. En esta también pero no había una estructura, me fui con un punto de partida muy abierto.

Sabía que era una película de ciclo, porque está el paisaje que se transforma brutalmente a lo largo del año. Y estaban los niños, los ciclos de la escuela, de la siembra, de los animales. Pero eso no hace una película, ¿no? Había que encontrar la carne, y la carne y la esencia de esta peli está en las situaciones cotidianas. Fue un reto enorme poder atrapar eso, porque las líneas narrativas se iban reescribiendo todo el tiempo sobre la marcha. Y claro, fue agotador porque quedaba mucha incertidumbre. Poder concretar una película y que fuera poderosa, que tuviera mucha fuerza, que pudiera conectar, que pudiera emocionar….

¿Eso se resuelve en la edición?

(Tatiana Huezo) Pues se resuelve sobre la marcha, en el rodaje. Además, pasaron muchas cosas imprevistas, muy muy fuertes, donde tuve que reaccionar de una forma muy instintiva y no sé como fue de atinado lo que hice [risas]. El riesgo es muy grande en este tipo de películas. Se te puede ir de las manos muy fácilmente. Pero me siento muy contenta con el resultado.

¿Quedó todo cohesionado?

(TH) El instinto funcionó. Sí, estoy muy contenta. Es una peli muy sensorial, pero muy emocional también. Donde caminas y te enamoras de los personajes, caminas con ellos.

¿Y qué aprendiste de toda esta experiencia?

(Tatiana Huezo) Pues un poco lo que te he dicho ya. Uno de los aprendizajes más fuertes fue aprender a mirar, a encontrar lo extraordinario que hay en las cosas más pequeñas. Aprendí también, no sé, esta cosa tan valiosa de la bondad que existe en estos colectivos, en esta forma de vida que me parece muy asombroso. Y no sé, te dejan muchas cosas. Los campesinos y las comunidades son, tal vez, los últimos guardianes del territorio en México. Pero bueno, más que aprender tienes el privilegio de poder sentir la extraordinaria fuerza que tienen estos seres humanos frente a la adversidad. Son seres diferentes a los de la ciudad. Por ejemplo, los niños campesinos son radicalmente distintos a los de la ciudad. Pienso que son unos niños que saben que en la tierra está la vida. Y, de alguna forma, eso permea todo lo demás, sus juegos, sus almas, su manera de estar…

¿Están más conectados con lo mágico?

(TH) Sí, con lo mágico, pero también con la realidad, que lo hemos olvidado. Hay algo que siento que está en la peli y que está en peligro de extinción. Todavía tal vez no sé exactamente qué es. Pero siento que es un mundo hostil, único y que merece mucho la pena. Estoy muy contenta de haber podido atrapar un pedazo de este mundo y de haberlo podido guardar con esta película. Hay momentos como de una gran pureza, de una gran belleza que me hizo mucho bien.