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Un conflicto moral es el disparador de Entre dos amaneceres, película en la que Selman Nacar utiliza el tiempo como engranaje central para crear una atmósfera asfixiante y límite

Entre dos amaneceres | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Entre dos amaneceres | StyleFeelFree. SFF magazine

Un plano general muestra las máquinas, deshumanizadas y coreografiadas, mientras hacen volar etéreamente a unas telas blancas e impolutas. Mientras tanto, los trabajadores, ínfimos frente a las máquinas se integran con la escena industrial. Selman Nacar introduce Entre dos amaneceres en un duelo entre lo mecánico y lo orgánico para presentar la fábrica de la familia de Kadir. Ahora es jefe de la fábrica junto a su hermano y su vida parece estar resuelta. Ayuda en pequeñas tareas y está a punto de comprometerse con Esma. Sin embargo, nada está nunca asegurado y todo puede cambiar en cuestión de 24 horas. Un accidente laboral paraliza la fábrica y uno de los empleados sale gravemente herido. En una situación tan delicada se abrirá un debate moral cuya decisión repercutirá no sólo a en la vida del protagonista, sino también en la de a su familia y la de la víctima.

El tiempo se vuelve asfixiante y vital, puesto que la trama se desenvuelve en el periodo de un día y todo está en juego. La elección de una única persona puede traer consecuencias irreparables para el resto, y haga lo que haga, alguien va a salir dañado después de ese momento. El metraje se convierte en un callejón sin salida. Se conforma bajo presión, revelando poco a poco hechos que han convivido siempre de manera sutil con el protagonista. Las variables se abren y se multiplican a cada minuto que pasan la cantidad de perspectivas y datos a tener en cuenta. Y lo peor de todo, es que no hay escapatoria alguna. De tal manera, todo está grabado en tomas largas. Estas demuestran la desesperación de los momentos, la insufrible espera y cómo el tiempo se dilata cuando todo está en juego.

Cercana a Dos días, una noche de los Hermanos Dardenne, por temática y estructura, la duración de las tomas se convierte en el engranaje central del filme. El protagonista se revela a través de largos seguimientos a lo largo de su viaje, pasando por la fábrica, el hospital, el despacho del abogado o el hogar de la familia de la víctima. La cantidad de perspectivas se desenlazan con naturalidad gracias al tiempo que se le dedica a cada plano, permitiendo una actuación realista, elocuente y fluida. Y mientras tanto, Kalid, en medio de todos, se encuentra dividido por la cantidad de voces que le rodean. Haga lo que haga, alguien será herido y está vez, sí que será él quien se ensucie las manos.

La culpa va calando en Kalid, conduciéndole hacia una espiral de desesperación, huida y preocupación de la que no puede escapar. Pasa de ser un personaje pasivo, inocente e infantil a toparse con la realidad, y ese es el verdadero enfrentamiento. Más allá de la decisión que tome, más allá de las repercusiones que acarreará, la elección supondrá la autorrevelación de su propia identidad. Y es que, al fin y al cabo, en circunstancias límites es cuando se conoce verdaderamente cómo son las personas. Consecuentemente, Entre dos amaneceres resulta no solo una reflexión moral sobre la situación. También nos hace ahondar en las decisiones que tomaríamos nosotros bajo el punto de vista del personaje. ¿Cambiará su manera de ser para buscar el bien común e intentar hacer lo correcto y lo justo? ¿O seguirá los pasos de siempre para salvarse de su condena?
 

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