José Carlos Redondo
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Mediante una cruda narración en forma de documental, Isabel Coixet, en ‘El techo amarillo’, expone los horrores que sufrieron las alumnas del Aula de Teatro de Lleida

El techo amarillo | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película El techo amarillo | StyleFeelFree. SFF magazine

Isabel Coixet es una de las cineastas españolas más implicadas en retratar las injusticias sociales. La directora catalana ha expresado en multitud de ocasiones esta necesidad de denuncia tanto en historias de ficción como documental. En esta ocasión, en El techo amarillo, utiliza el documental como herramienta para narrar los horrores que sufrieron las alumnas adolescentes del Aula de Teatro de Lleida por parte de dos profesores. La narración centra su foco en el cabecilla de ambos, Antonio, el profesor/director de la escuela que atrapaba a sus alumnas a través de su personalidad carismática. Isabel Coixet fragmenta el relato en nueve capítulos que, a pesar de que tener una temática casi indiferenciable, funcionan como sustento para dar voz al grupo de mujeres que sufrieron los horrores entre bambalinas.

Aunque el documental no posea grandes elementos técnicos a reseñar salvo un par de desenfoques y encuadres algo irreverentes, sí que es reseñable el valor estético del mismo. Esto se debe a que Coixet le da protagonismo a quien realmente debe tenerlo, por lo tanto, la forma de la historia se adecúa al fondo. Otro gran acierto narrativo es que la historia arranca sin preámbulos. La acusación está desde el minuto uno. La voz la tienen ellas. La contextualización sobra, es una excusa. Una de las cosas más aterradoras de esta historia es que al estar contada por las propias protagonistas en la actualidad, cuando ya son adultas, impacta mucho el contraste con lo que sentían ellas en su adolescencia. La corrupción de la inocencia por parte de un monstruo y un sistema que se lo permite.

Lo realmente elogiable de El techo amarillo es que Coixet no se limita a narrar los terribles sucesos. Además, ofrece un mensaje humanista al enfatizar en la necesidad humana de comunicación y de pertenecer a un grupo. Por lo que, a pesar de que sea una auténtica tragedia la historia que le sucedió a estas mujeres, hay una vitalidad conmovedora en la misma. Aun así, el foco también apunta a los estamentos sociales que permitieron esta situación por lo que la sensación de frustración también impregna la obra. En cualquier caso, este es un documental al que no se le puede achacar nada. Expone los hechos de forma rítmica y adecuada al contexto, es consecuente con la denuncia social que narra y ofrece un mensaje desgarrador.
 

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