José Carlos Redondo
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Todd Field retoma su carrera como director en ‘Tár’ para narrar, con asombrosa particularidad, un falso biopic acerca de una directora de orquesta que recurre al rostro de una estelar Cate Blanchett

Tár | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Tár | StyleFeelFree. SFF magazine

¿Cuál es la mejor manera de dirigir una película? Esta pregunta difícilmente tenga una respuesta correcta ya que las opciones son miles y el cine, como todo arte, necesita de la subjetividad para sobrevivir. De lo que no parece haber un ápice de duda es que la propuesta de Todd Field en Tár es de una maestría que asusta. En todos los planos, sin excepción, el director cuenta con el rostro de Cate Blanchett para conducir al espectador hacia una vorágine de sensaciones que difícilmente eran imaginables de experimentar hace décadas en una sala de cine. Esta obra es en esencia un falso biopic acerca de una directora de orquesta que gracias a su talento y trabajo alcanza la excelencia. Este quizá sea un gran acierto ya que la protagonista podría ser cualquier persona que lucha por sus objetivos hasta conseguirlos. ¿Quién no querría identificarse con ella?

A pesar del magnetismo que transmite el personaje, el comportamiento de esta estrella es algo rígido por lo que la vicisitud moral existe desde el inicio. El director se recrea en su puesta en escena, pero esta recreación debe ser analizada con la osadía del tema que desea tratar. Los cortes son mínimos y las escenas son extensas por lo que la tensión aumenta gradualmente como si de una película de terror se tratase. Aun así, el guion cuenta con un humor tan ácido que produce una fusión algo perturbadora ya que, aunque se puede intuir hacia donde se dirige la historia, la confusión es una parte vital en este relato, tanto para el personaje principal como para el espectador. Esto se debe a la inteligencia de Field ya que, aunque sea un cineasta poco prolífico, parece dominar el medio como un artesano que trabaja su obra a diario.

Además de la calidad cinematográfica intrínseca que tiene la película, esta cuenta con el valor que le proporciona el entender la esencia del tiempo en el que le ha tocado existir. Utiliza el marco social del MeToo para enfatizar en el abuso de poder que corrompe cada escalafón de esta sociedad, pero, además, debate sobre la separación entre artista y persona o la dificultad de compatibilizar el éxito laboral y familiar. Todos estos elementos sumados a las impresionantes actuaciones tanto de Blanchett como de los personajes secundarios dotan a la película de una particularidad que, a riesgo de ser excesiva, es apabullante. La sensación se enfrenta a la reflexión cuando los títulos de créditos finalizan el relato y como colofón, parece marcar una senda para cineastas que pretenden tratar temas de tanto riesgo con elegante sutileza.
 

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