Parásitos | El espectáculo de la lucha de clases 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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El festival de Cannes la consagró recientemente al éxito, sin embargo, ‘Parásitos’ es una película abocada al más explícito reduccionismo que esquiva la verdadera crítica social

Aunque el título pueda llevar a engaños, en realidad Parásitos, la última película de Bong Joon Ho no tiene ningún parentesco con The Host, el filme de género fantástico con el que el coreano comenzó a indagar en los modelos familiares como refugio ante las desigualdades sociales. No, aquí los parásitos no son criaturas sobrenaturales que vienen a devorar cualquier rastro humano. En realidad el encabezamiento deviene de las relaciones parasitarias, de dependencia, que tienen unas personas con otras.

Con un núcleo familiar protagonista a quien le ha tocado vivir la cara menos amable del liberalismo más salvaje, se hace manifiesto, en las primeras secuencias, cierto paralelismo de Parásitos con Un asunto de familia de Kore-eda Hirokazu. Sin embargo, las diferencias se hacen notables a medida que la cinta progresa haciéndose más evidentes las señas de identidad de Bong Joon Ho, siempre dispuesto a sacar toda la artillería a su alcance, para hacer del cine un espectáculo en el que lo grave se transforma en ligero, sin demasiada sutileza.

Parásitos lleva un tiempo haciendo mucho ruido, pero lo que vemos es puro mainstream. Especialmente, a partir de la no tan inesperada secuencia que se encarga de que toda la trama salte por los aires, para que la pirotecnia engatuse a los amantes del gore. De fondo, tenemos que suponer que en realidad toda esta artimaña que estalla como un cóctel de fórmula explícita para el éxito, esconde una corrosiva crítica social. Pero en realidad los personajes son muy planos y todo está abocado a un reduccionismo que contempla una visión, eso sí, bastante cínica de los entramados sociales.

Si por un lado la familia rica es tremendamente ingenua, en la otra vertiente, los pobres no tienen ningún reparo moral para sobrevivir. Esta dinámica favorece la comedia que poco a poco se acerca al drama, pero no permite una lectura política como ocurre en otras películas en las que la lucha de clases tiene otros registros más claros. Estos son visibles en las relaciones de dominación explícitas, o bien, en el rechazo que expresan algunos personajes a pertenecer, por nacimiento, a una clase social, algo que se advierte sobremanera en la ya mítica La ceremonia de Claude Chabrol.

A pesar de mis reservas, con el éxito que está cosechando Parásitos tras conseguir la Palma de Oro en el festival de Cannes 2019, hay algo que se evidencia. Esto es, la buena salud de la cinematografía surcoreana, que está viviendo una época de esplendor, tras el auge económico que experimentó a principios de siglo. Hay que considerar a este respecto que, por suerte, no todo el cine que llega de Corea es un cine pensado para hacer taquilla, lo cual tampoco es que en sí sea un problema. Empieza a ser ofensivo cuando pretenden que nos creamos que detrás de ciertas películas hay un trasfondo que justifica cualquier toma de decisiones. Hay otra cinematografía más sosegada, que observa a su alrededor con calma para descodificar lo que pasa con una poética admirable. Esta mirada es fácilmente observable en las obras de autores como Hong Sangsoo o Lee Chang-dong.
 

Tráiler de Parásitos | StyleFeelFree Youtube