Rosana G. Alonso

Justin Kurzel firma ‘La verdadera historia de la banda de Kelly’, el trabajo cinematográfico más contundente y contemporáneo sobre el legendario forajido australiano Ned Kelly

La verdadera historia de la banda de Kelly | StyleFeelFree
Imagen de La verdadera historia de la banda de Kelly | StyleFeelFree

Los mitos solo pueden sobrevivir al presente revisionados. Puesto que son mitos, precisan de cierta ampulosidad que los mantenga vivos, ajustándose a la idea de contemporáneo para conectar con los nuevos públicos. Adaptación de la novela de Peter Carey por Shaun Grant, La verdadera historia de la banda de Kelly, bajo la dirección de Justin Kurzel, revive la leyenda de la banda australiana en torno a la figura del mítico forajido australiano del siglo XIX, Ned Kelly, componiendo unos personajes arrebatadores, que nos descubren la descomunal fuerza interpretativa de George Mackay en el papel de Ned Kelly, y de Essie Davis, arrolladora como dominante madre del héroe.

Lejos de las versiones descafeinadas de Tony Richardson en 1970, que no fue capaz de sacarle provecho a Mick Jagger como protagonista; o de la película de Gregor Jordan interpretada por Heath Ledger, La verdadera historia de la banda de Kelly es una versión marcada por una relación materno-filial tóxica, que se percibe como una ocasión para dar vigor a los papeles femeninos, desacreditados y olvidados, sobremanera, en la película de Jordan. Aquí, aunque pudiera dilucidarse cierta misoginia en la mirada, la caracterización de Essie Davis compone un relato feroz marcado por la inevitable huella de la familia en la trayectoria individual. Hay un interés, en este sentido, por desgranar qué factores ambientales y psicológicos fueron los detonantes de la personalidad de Kelly, un trasfondo que hasta ahora no había sido explorado.

Sin embargo, en comparación con las versiones anteriores a esta, se pierde, en cierta manera, el hilo de la lucha política que significó la rebelión de Ned Kelly, lo cual puede resultar un poco confuso para un público que no conozca los pormenores del contexto social en el que está enmarcada la acción. La intención aquí es supeditar la historia a un estado de locura y violencia que favorece la impronta estética, componiendo un admirable retrato queer-punk que, recreándose en cierta ambigüedad sexual, deconstruye cualquier signo de un pasado cinematográfico empeñado en crear roles muy simétricos y taxativos en la construcción de identidades. Poderosa razón para situar la cinta muy por encima de sus predecesoras, al conectar con el tejido social de nuestro presente más inmediato. Su implacable imaginería artística y sus enormes personajes nos devuelven una imagen icónica del mito que no tiene parangón.

 

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