D. Díaz

A modo de mensaje entrañable cubierto de un envoltorio grotesco, Guillermo del Toro revisita ‘Pinocho’ desde una lectura madura y trascendental

Pinocho de Guillermo del Toro | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Pinocho de Guillermo del Toro | StyleFeelFree. SFF magazine

Debido a sus numerosas adaptaciones infantiles, a Pinocho se le ha atribuido la etiqueta de cuento para niños. Nada más lejos de la realidad, Guillermo del Toro revisita la obra de Carlo Collodi para centrarse en la dimensión espiritual de esta. La animación, grabada en un terrorífico stop motion, recuerda a ese look de películas como The Adventures of Mark Twain o Los Mundos de Coraline. De esta manera, la visión de Del Toro se enfoca en la idea de la vida más allá de la muerte, así como en el conflicto paterno filial. Tanto en la novela como en esta adaptación, el personaje de Pinocho sirve como punto de partida para formalizar dichos temas. Después de todo, Pinocho es un cascarón de madera que contiene el alma de Carlo, el difunto hijo de Gepetto.

Esto, más allá de ser una conjetura, se suscribe a través del lenguaje cinematográfico. Para empezar, la piña que sostiene Carlo en su mano cuando fallece se convierte en el árbol del que nace Pinocho. Como si de una vida pasada se tratase, Pinocho conoce desde su nacimiento las canciones que Gepetto le cantaba a Carlo. Se expresa así el concepto de la reencarnación, del alma que trasciende de un cuerpo a otro. Cuando se presenta a Pinocho se hace en clave de terror porque, definitivamente, el diseño artístico del muñeco es terrorífico. Sin embargo, al igual que pasa con la película en sí misma, detrás de este estilo grotesco se esconde un mensaje entrañable. Un mensaje que, debido a las creencias del director, está ataviado de simbología religiosa. Concretamente, los símbolos clave de la cinta pertenecen al cristianismo.

La noche que Carlo fallece Gepetto está construyendo un cristo de madera para la iglesia del pueblo. Después de la catástrofe se abandona a la bebida, deja de trabajar y el cristo de la iglesia queda incompleto. No obstante, sin saberlo, termina su obra cuando crea a su nuevo hijo. En contra de su voluntad, Pinocho se marcha de casa para poder enviarle dinero a su padre. En cierto momento del largometraje, el propio Pinocho acaba atado a una cruz de madera. Al fin y al cabo, el muñeco es una obra que habla del sacrificio y la redención, valores propios del protagonista del Nuevo Testamento. Su estética aberrante, tan propia del director, alberga un mensaje de amor y espiritualidad. Gracias a esa anempatía entre fondo y forma, del Toro desmarca a Pinocho de su acepción infantil, que tan poca justicia hace a la obra literaria
 

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