José Carlos Redondo
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Alice Winocour, en ‘Memorias de París’, escarba el dolor de Mía, víctima de un horrible atentado mientras trata de reconstruir los hechos

Memorias de París | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Memorias de París | StyleFeelFree. SFF magazine

La reconstrucción de la memoria ha sido un gran quebradero de cabeza para cineastas de todo el mundo. Flashbacks, representaciones oníricas, juegos de iluminación… Miles son las técnicas implementadas como solución a esta complicada empresa. Más aún si la memoria a reconstruir es un trauma de la índole que trata Alice Winocour en Memorias de París. La francesa retrata en su tercera película el sufrimiento de Mia por el atentado y posterior trauma que sufrió en un asalto a un restaurante. Como ya lo hiciera en Disorder, la directora trata el estrés postraumático mientras procura hacer encajar un escabroso puzle. El desconcierto mental que sufre la protagonista es trasladado al espectador mediante discursos inconexos entre personajes e inquietantes apariciones post mortem influenciadas por el cine de terror.

La cercanía y el respeto que tiene Winocour hacia el relato es palpable. No obstante, aunque los elementos formales para retratar este drama parecieran acertados en el primer acto, conforme el relato avanza, el pacto que tenía la película con el espectador se diluye. El código mostrado en el inicio no se corresponde con lo representado en pantalla, generando una sensación de desapego al parecer que cualquier cosa es posible en este relato. El conflicto dramático de Mia se centraba en su capacidad para reconstruir su vida, pero se desdibuja al comenzar la búsqueda de su salvador, ya que, al no estar implementado desde el principio, su interés es como mínimo cuestionable. Pese a estos cambios, hay un tema constante en la cinta. Esta explora las diferentes formas de las víctimas de pasar el duelo. En su caso, Mia necesita estar rodeada de otras víctimas para sentirse en compañía.

En cierto modo, para ser una película que sigue los horrendos traumas de las víctimas de un atentado terrorista, Memorias de París, deja a su paso una sensación de ligereza que llega a incomodar. Esta percepción de simpleza se acrecienta con la subtrama romántica, ya que nunca se llega a sentir partícipe de la trama central. En conclusión, aunque esta búsqueda de luz en mitad de la oscuridad esté rodeada de buenas intenciones, le falta precisión narrativa. Al mismo tiempo, la insulsa puesta en escena deja una sensación de vacío que frustra cualquier tipo de pretensión de lo que bien podría haber sido una película universal.
 

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