José Carlos Redondo
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Con la eterna promesa de un tesoro perdido, ‘Al oriente’, de José María Avilés, es una pausada aventura que ofrece una reflexión acerca de la identidad personal y la naturaleza

Al oriente | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Al oriente | StyleFeelFree. SFF magazine

Reconstruir el pasado. Este es uno de los anhelos más recurrentes que han tenido los artistas durante toda la historia. Por lo tanto, muchos cineastas tampoco escapan a este deseo. Más aún, si el pasado está impregnado de leyendas que lo engrandecen. Este es el caso del director José María Avilés, que con Al oriente, al igual que su protagonista, busca en el interior de Ecuador los caminos que han conducido al desgarrador presente. La cinta arranca con unas letras que nos advierten del objetivo. En 1532, los incas escondieron un tesoro cerca del oriente que a día de hoy no se ha encontrado. El relato sigue a Atahualpa en la actualidad mientras trabaja en una carretera que conduce al oriente. Como les sucede a sus compañeros, su vida no funciona, la tristeza le ha consumido. Para más inri, su novia, la única capaz de arrancarle una sonrisa, le abandona.

Atahualpa, sin rumbo, escucha un susurro. Es la llamada del pasado. En ese momento, el relato viaja cien años atrás, comenzando la segunda parte de la película. De la mano de su protagonista, muestra en forma de ácida crítica cómo un mismo paisaje puede sufrir un cambio tan drástico en tan poco tiempo. Además, al tener tan claro desde el primero minuto de metraje el tema del tesoro, a su vez, denuncia la codicia que ha corrompido al ser humano hasta llegar a la actual situación. Esto se ilustra a través de los personajes secundarios. A pesar de ser diferentes en las dos historias, los de la primera mitad, parecen la evolución negativa de los de la segunda. Por otro lado, cabe destacar la atrevida puesta en escena repleta de inquietantes silencios y extensos planos que funden tiempo real con tiempo cinematográfico.

La valentía en su estructura narrativa es sin duda el gran punto fuerte de esta película. No obstante, la pasividad en el ritmo del montaje y, sobre todo, el inmovilismo de la historia a la hora de componer su síntesis temática suscita ciertas dudas. En otras palabras, es verdad que este relato necesita un ritmo pausado, para entre otras cosas, apreciar su rica fotografía. Eso no excluye que la película, al igual que sus protagonistas no ofrezcan evolución alguna desde su primera mitad. Por lo tanto, la segunda mitad queda limitada a un simple énfasis temático. Eso sí, mediante un gran despliegue visual. En conclusión, Al oriente no llega a las altas cuotas que se le presuponen en el primer tramo, sin embargo, la originalidad de su estructura y la crudeza de sus temas logran que su visionado no sea ni mucho menos en balde.
 

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