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Con gran sencillez y naturalidad, Iker Elorrieta plasma en ‘El radioaficionado’ la travesía que hace una persona neurodivergente para alcanzar su libertad

El radioaficionado | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película El radioaficionado | StyleFeelFree. SFF magazine

Desde la muerte de su madre, Nikolas, un radioaficionado de 30 años con autismo, se ha quedado en manos de los servicios sociales. Vive en Vallecas y ahora está trabajando en un servicio de tapicería de coches. Sin embargo, lleva un tiempo planeando una misión que supondrá el inicio hacia su emancipación. Su objetivo es volver a su pueblo natal con el fin de esparcir las cenizas de su madre en alta mar, dando comienzo a la historia de El radioaficionado. Una vez allí, se encontrará con su amiga de la infancia, Ale, que estará dispuesta a ayudarle en todo lo que necesite. No obstante, alcanzar su cometido no será fácil, puesto que no todas las personas estarán por la labor de ayudarle. De hecho, ni siquiera intentan entenderlo, dificultando todavía más la posibilidad de relacionarse con el mundo al que ahora se enfrenta solo.

Iker Elorrieta desarrolla el largometraje con sencillez y naturalidad para hablar principalmente de la incomprensión entre las personas. Por ese motivo, uno de los principales elementos de la película es el sonido, configurando una estrecha relación con la imagen. Ambos elementos entran en sintonía o contraste de acuerdo a las emociones de su protagonista. De tal manera, la parte visual aporta verosimilitud y realismo gracias al dinamismo de la cámara en mano. Mientras tanto, todo el trabajo sonoro nos invita a empatizar con los sentimientos de Niko en este momento de su vida. Así, en vez de tratar de simular la percepción de los estímulos para las personas neurodivergentes se utiliza el propio sonido directo para romper con la escena. El resultado acaba dando vida a esa Odisea en la que acaba de embarcarse Niko. Busca, nada más y nada menos, comenzar su emancipación.

Las pequeñas cosas acaban adquiriendo peso desde esa perspectiva, y algo tan simple como contactar con un compañero de trabajo se puede volver un punto de estrés. Pero más allá de la manera en la que le pueden afectar las cosas a Niko, lo verdaderamente relevante es el motivo de su viaje. Al principio del filme le observamos hablando con lo que parece una cuidadora social, que le recuerda que es alguien dependiente. Este machacante recordatorio parece perseguirlo por todas partes. Salvo con Ale que sí cree en él. Justo ahí es donde entra en juego la música. Al contrario que el sonido, la música parece barrer todo a su alrededor invitándole a formar parte de esa comunidad. Con ella sí que consigue sintonizar dándole las alas que ahora necesita. Pero, ¿será suficiente su apoyo para cumplir el objetivo que se ha propuesto?
 

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