Rosana G. Alonso
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Con ‘Un escándalo de Estado’ Thierry Peretti disecciona la lucha contra el narcotráfico en la actualidad a través de la adaptación de la novela ‘El infiltrado’ de Hubert Avoine y Emmanuel Fansten

Un escándalo de Estado | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Un escándalo de Estado | StyleFeelFree. SFF magazine

Aunque muy bien documentada, Un escándalo de Estado, de Thierry de Peretti, no pretende tanto despejar unos hechos como dibujarlos en un espacio físico. Adaptación del libro El infiltrado escrito entre Hubert Avoine y Emmanuel Fansten, es también la historia de estos dos hombres. Un periodista y un informante de la policía caracterizado con muchos claroscuros. De hecho, el papel que interpreta Roschdy Zem en la piel de Hubert Avoine lo presenta como un hombre misterioso, lleno de aristas y secretos. Es una de las bazas de la película. La otra, la encontramos en el personaje que interpreta Vincent Lindon como Jacques Billard, un alto cargo de la policía francesa. Es la pieza del puzle que cierra el entramado de una película de masculinidades puestas a prueba por otros tantos personajes femeninos, en las sombras, que acaban de definir una realidad compleja. La del narcotráfico en Francia.

Con varios escenarios que se sitúan en Francia y España, aquí, el subgénero de película de trama policial y narcotráfico cambia por completo. Lo hace porque por encima de estas subtramas el eje principal es la investigación que lleva a cabo un periodista del diario francés Libération. Bajo el nombre ficticio de Stéphane Vilner es, en realidad, el alterego de Emmanuel Fansten, la persona que se encargó de sacar a la luz las cloacas del Estado en la lucha contra el narcotráfico. Compleja y lúcida, con una fotografía a cargo de Claire Mathon muy pulida y transitable, Un escándalo de Estado tiene una dimensión cautivadora por cómo construye un guion en base a una red de personas que entran y salen. Si bien, más allá de este panorama humano, están los hechos. Estos ponen de manifiesto un sistema corrupto devorado por un capitalismo al que solo le importa su entramado.

Al fin de cuentas es una película de denuncia. Lo hace con muchos velos que no están en la imagen, sino en su estrategia argumental. A Thierry de Peretti le interesa algo más que una buena historia. Acostumbrado a grabar en su Córcega natal, sale a territorio desconocido sabiendo que su baza está en su forma de narrar las mitologías políticas. Por eso, su puesta en escena es esencial. A través de ella pretende describir un mundo destartalado desde la base. La capacidad que tiene de escribir dando rodeos, a través de diálogos precisos y muy realistas, es prodigiosa. Por ello mismo, su densidad solo es apta para aquellos a los que les guste descubrir enigmas y encontrar respuestas a preguntas que no esperan una contestación. En todo caso, la cuestión esconde en sí misma una revelación. Peretti presenta su tesis de un cine europeísta del narcotráfico.
 

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