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Un edén maldito cubierto de arena da lugar a ‘Los Perdonados’, la película de John Michael McDonagh que denuncia y reflexiona sobre una sociedad polarizada por las clases sociales

Los perdonados | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Los perdonados | StyleFeelFree. SFF magazine

Detrás de kilómetros interminables de arena, polvo y dunas se esconde un pequeño paraíso al que solo puede acceder una población selecta y elitista. Ese edén se encuentra en pleno desierto del Sáhara y de no ser por sus habitantes, sería insostenible mantenerlo. Bajo esa premisa, Los Perdonados se mueve entre un infierno desértico y un cielo repleto de lujos. Así, John Michael McDonagh decide arrancar la película de manera banal y superficial, de forma coherente con sus protagonistas, el matrimonio de David y Jo Henninguer. Lo poco que se sabe es que se dirigen a una lujosa y exclusiva fiesta de un amigo y que tienen el suficiente dinero como para permitirse cometer errores. Sin embargo, esas pequeñas decisiones desacertadas acabarán por hacerles entender que sus acciones también tienen consecuencias y el dinero no siempre va a salvarlas.

El prejuicio se integra sutilmente desde el principio del metraje, ya sea en forma de miedo o de ignorancia. En esa especie de retiro que alberga a una serie de gente selecta se muestra la incoherencia, el capricho y la intolerancia. Lo tienen todo, así que se lo pueden permitir todo. De tal manera, los personajes que se muestran dentro de esta élite social son extremos, extravagantes y hasta incluso clichés. Pero tan solo para demostrar la falta de humanidad en ellos. Son ególatras e indiferentes y lo único que quieren es desfasarse en esa fiesta. Nos quedamos enganchados a esa imagen mientras, arbitrariamente, unas escenas cotidianas se introducen en el desarrollo de la historia. Ahí, el servicio de la casa se encuentra en la parte trasera, en la tranquilidad. Compartiendo sueños o anécdotas y creando un drástico contraste con la frivolidad de sus jefes.

La representación de ambas sociedades va encaminando una reflexión sobre nuestros propios prejuicios, acciones y la poca consciencia que tenemos. No en forma de denuncia, sino como una mera observación de la realidad. Y es que, a la vez que la pareja protagonista se descompone después de la tragedia, nosotros somos víctimas de nuestras ideas preconcebidas. De tal modo, entre composiciones de plano sugerentes y un diseño de producción impresionante, el diálogo va desarrollándose de manera aparentemente trivial. No obstante, lejos de ello, cada frase que compone el diálogo está construida para preparar un giro de guion que no deja indiferente. Al final, el viaje que los Henninger empiezan este fin de semana está lejos del disfrute. Por el contrario, como ya señala el título, se trata de un camino de reparación de daños, que asume todas sus consecuencias.
 

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