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Adentrándose en los talleres de Dior, Sylvie Ohayon aborda en ‘Alta costura’ la historia entre una maestra y su pupila en su camino hacia el aprendizaje del oficio

Alta costura | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Alta costura | StyleFeelFree. SFF magazine

Como si fuera una versión de la Cenicienta moderna, el hada madrina trabaja ahora en Dior y rescata a la chica de los extrarradios para introducirla en el mundo de la costura. Entre telas, vestidos y glamour, Sylvie Ohayon, en Alta costura, relata la historia entre una maestra y su alumna que acaban uniéndose por una casualidad del destino. Jade, una joven que no tiene ambición en la vida, se pasa los días con sus amigos. Un día, mientras roba en el metro, se topa con Esther, una mujer refinada a la que le roba el bolso. Al hurgar entre los objetos personales, descubre que se trata de una costurera de Dior. Arrepentida por sus actos, irá en busca del taller para devolverle sus pertenencias. Lo que no se esperaba es que la modista vería potencial en ella y acabaría ofreciéndole prácticas en la boutique.

Dior es un espacio idílico y celestial, moviéndose entre tonos pastel. En la cromática predominan los blancos y los rosas que se mezclan con detalles dorados del fondo. Las prendas y los tejidos lo vuelven etéreo y delicado, mientras que las costureras trabajan en coreografía para el siguiente desfile. Desde el trabajo de diseño de producción hasta la fotografía consiguen recrear un espacio estético e integrado. Aquí, todas las piezas encajan para hacer resaltar a la nueva becaria. La rudeza de su actitud y personalidad, sus atuendos y sus peinados destacan sobre la sofisticación del resto de trabajadoras. Y aun así, la chica brilla entre todas porque, al igual que la costurera jefa, sabemos que tiene algo en su interior.

La fe ciega se convierte en el motor de la película y la relación entre ambas. Esa confianza plena se contagia tanto fuera como dentro de la película. Aunque, realmente, lo que las mueve es una relación de necesidad. Las dos protagonistas se sienten ajenas a sus familias. Por un lado, la mayor se alejó de su hija por el trabajo y es incapaz de hablar con ella por miedo a no ser perdonada. Por el otro, Jade reniega de su madre, que sufre de depresión impidiéndole levantarse de su sitio. Y es que, más allá del oficio, la moda y el trabajo, lo que se narra es una relación materno-filial que se crea en base a los conocimientos transferidos de un legado a otro. Cada una sustituye sus realidades con la otra por un tiempo.

El resultado es una relación deseada y anhelada por todo el mundo. La cercanía que ambas mujeres sienten y comparten hace que la identificación sea casi inmediata. No obstante, dentro de todo ese aprendizaje del oficio, también hay un factor imprescindible que es la transformación de la joven. Como si acabara de ser conjurada, Jade va dejando lentamente sus propias costumbres y personalidad para adaptarse a otra forma de ser completamente distinta. Y es que, similar a la Cenicienta, bajo la capa de lujo, glamour y moda se esconde un viejo mensaje que invita al cambio, sacrificando raíces, pasado y personalidad. Jade es la pobre doncella que en el fondo anhela ser la princesa del castillo. Por su parte, Esther la guía con su varita mágica hacia el baile que representa la boutique de Dior.
 

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