Rosana G. Alonso
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Dominando las reglas de un juego que le ha catapultado a la fama internacional, Asghar Farhadi en ‘Un héroe’, no decepcionará a una audiencia fiel a la que lleva cuidando desde su primera película

Un héroe | StyleFeelFree
Imagen de la película Un héroe | StyleFeelFree

Asghar Farhadi, desde sus inicios, lleva explorando la identidad iraní y los conflictos humanos que la asolan. Si bien su filmografía no ha experimentado grandes cambios y se ha quedado al margen de una cinematografía de nuevo cuño que se sustenta en la hibridez, es uno de los nombres más respetados en los festivales de cine internacionales. Un héroe, de hecho, ha sido la ganadora del Gran Premio de Cannes y está nominada a mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro. Por ello mismo, el iraní no parece estar interesado en salir de una zona de confort en la que domina las reglas del juego. Con esto, logra mantener a una audiencia fiel que sabe que le hará plantearse disyuntivas acerca de la condición humana. En esto no decepciona, Un héroe vuelve a ser un intrépido ejercicio que cuestiona la conducta y sus repercusiones sociales.

Centrada en el personaje de Rahim, este se verá sometido a un dilema moral. En una sociedad como la iraní en la que el honor sigue teniendo un peso muy fuerte en la toma de decisiones, el protagonista hará lo que considera más justo. Pero su honestidad, que en un principio es alabada, pronto es cuestionada cuando las redes sociales se hacen eco de su historia. Es precisamente aquí cuando la cinta interpele al espectador invitándole a participar en un interrogatorio social que busca evaluar a todas las partes. Con personajes excelentemente dibujados para que podamos contemplar sus distintas faces, Un héroe borra los contornos del héroe para someter nuestras propias apreciaciones a veredicto. Con esta decisión establece un prisma de posiciones que evita el dictamen arbitrario, exaltado por líderes de opinión sociales que solo en la síntesis y resolución extrema encuentran a sus aliados.

El cineasta de El viajante traza, con una mirada polivalente, su filme más controvertido desde A propósito de Elly. Lo hace tensionando los ejes sobre los que se sustentan unas interpretaciones extraordinarias encabezadas por Amir Jadidi, un héroe maltrecho, condenado más por su ingenuidad que por su incrédulo ingenio. Sobre esto deberíamos de pararnos a reflexionar largo y tendido. ¿En base a qué se construyen las identidades sociales y cómo se manejan para la creación de falsos héroes? ¿Es Rahim, después de todo, un héroe, una víctima o un oportunista? El filme invita a charlar sobre estas disertaciones que contornean, de fondo, un Irán sometido a la tradición y a estrictos juicios de valor.

Con una sintaxis que recuerda a El insulto del libanés Ziad Doueiri, Un héroe es un drama moral y psicológico que nos arrastra a un viaje que atraviesa lo local para enunciar un compromiso con lo humano que pretende sacar a relucir las tensiones que lo atraviesan. Para ello, su área de grises no escatima gradaciones tonales. Farhadi es un creador de personajes concienzudo que sabe que en las asperezas está su mejor herramienta para llegar al corazón de un relato que perfila en su justa medida. La audiencia siempre tiene la última palabra. Las cuestiones que empiezan a plantearse según la trama avanza mantienen, por lo demás, un estado de tensión, que dinamiza un engranaje lúdico que no escapa a su propio escrutinio.
 

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