Rosana G. Alonso
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Atendiendo a los rostros, ‘En la oscuridad’, del lituano Sharunas Bartas, nos muestra un asombroso minimalismo de guerra que pone muy alto el listón de la primera jornada del D’A Film Festival

En la oscuridad | StyleFeelFree
Imagen de la película En la oscuridad de Arvydas Dapsys | StyleFeelFree

Con una contundente entrada en la que la nieve, agudizada ante nuestros ojos por el plano en contrapicado que la registra, En la oscuridad centellea. Es la última película de Sharunas Bartas que ahora se proyecta con motivo del D’A Film Festival eclipsando la primera jornada. Instantánea antibelicista del movimiento partisano lituano durante la Segunda Guerra Mundial, es también un estudio portentoso de la condición humana que nos remite al Sátántangó de Béla Tarr. Por su minuciosidad estilística y su ritmo lento, aunque el lituano no se extiende más allá de las dos horas. Un tiempo muy aprovechado en el que hace un estudio de gestualidades que conllevan traiciones y mentiras en tiempos de guerra. Vemos ante nuestros ojos exhaustos y combatientes partisanos. El primer pasaje que nos los presenta es descriptivo. Lo necesario para causar una impresión.

Inmediatamente después de conocer a los rebeldes, la fotografía de una casa nos acerca a los protagonistas. El guion está asombrosamente bien planteado para mantener la expectación, sin permitir ambigüedades en un economía estilística y narrativa. Cada conversación, cada plano, aparece justo en el momento preciso para no desbordar al espectador de información. Minimalista y equilibrada, En la oscuridad se sabe poseedora de una verdad. La verdad que esconden los rostros. Y la cámara que los registra los escruta como si buscase revelar una información oculta. Los primeros planos son demoledores, brillantes en su desarrollo que esclarece la trama. Entendemos, de esta manera, que no es necesario atropellar el relato de fastuosidad, sino realzarlo con alumbramientos de luz que buscan el claroscuro pictórico.

Lírica y abrumadora, la cinta de Bartas no despilfarra ni un segundo de metraje, centrándose en la revelación, en evidencias que apuntan a lo esencial. En absoluto es una película de guerra. Lo que pretende es el trazo humanista que desentraña las intenciones, las emociones, los dramas personales y colectivos. En sí, el filme revela la lenta agonía de la población Lituania, víctima, en este caso, de la ocupación soviética. Por eso, si atendemos a compararlo con La infancia de Iván, de Tarkovski, tenemos antes que ver que, en realidad, no comparten modelos de trabajo. Mientras una se esmera en limpiar el cuadro, la otra busca el ángulo que muestre cierta distorsión que no se resuelve hasta el final. La limpieza formal de En la oscuridad la sitúa como una película ecológica de la guerra que ansía la libertad, la sinceridad y la sencillez.