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La nueva presentación al completo de la Colección del Museo Reina Sofía reescribe un relato que conecta con la actualidad más inmediata
Hay una película de no ficción Communicating Vessels (Vasos comunicantes, 2020) de Annie MacDonell y Maïder Fortuné que viene a explicar cómo el arte y la vida son partes inseparables de un todo. Bajo el mismo título, el Museo Reina Sofía acaba de presentar su nuevo relato con los fondos de su colección e integrando las nuevas adquisiciones. Una relectura integral que se adapta a los tiempos completando un discurso, que hasta ahora, esquivaba la idea de contemporáneo. En esta historia es evidente una mirada más igualitaria —con una presencia importante de mujeres artistas, al menos en la sección que abarca los últimos años—, más social —con presencia de los movimientos populares que salieron a la calle a reivindicar un mundo más equitativo—, más ecléctica —con un incremento de géneros como el cine y la fotografía— y más dialógica.
Sobre estos conceptos, el director del Museo, Manuel Borja Villel, considera que “es importante el cambio de perspectiva porque la historia no es fija de una vez para siempre”. De ahí que este nuevo relato que presenta el Reina, como apunta Villel, tenga un “carácter transversal”. Por otra parte, también reconoce que existe “un elemento histórico tensionado con una perspectiva contemporánea”. Una perspectiva dada por un presente en el que hay una serie de líneas de fuerza fundamentales. El exilio, la decolonización, el museo y el arte situados, y la idea de crisis. Son elementos de ruptura que buscan “repensar el modo en que se cuenta el arte desde un lugar situado como es España”, concluye el que también es director y comisario de este proyecto junto a Rosario Peiró, jefa del área de colecciones.
Por otra parte, esta ambiciosa presentación tiene unas cifras poderosas. Cerca de 2000 obras. Un recorrido abordado a lo largo de seis plantas — cuatro en Sabatini y dos de la ampliación de Nouvel — y más de 15.000 m2 de espacio expositivo. Todo ello realizado en un año, un tiempo récord si tenemos en cuenta los cambios organizativos que supuso la pandemia del COVID, como señala Rosario Peiró. Asimismo la co-comisaria del proyecto explica que “la colección de un museo es un trabajo colectivo porque recoge materiales coleccionados en el tiempo a través de otras personas, se nutre de proyectos e investigaciones pasadas y presentes, y se expande y evoluciona gracias a muchos agentes”. En cuanto a cómo se ha abordado el reto que suponía esta reestructuración aclara que “la hemos construido intentando destacar algunas obras nuevas y haciendo lecturas diferentes de otras que ya estaban en las salas”.
1881-2021. Una historia por contar plagada de momentos claves
Para empezar esta narración tenemos que situarnos en los momentos históricos en los que nacieron las vanguardias artísticas. Esto es, entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Es el tiempo de la modernidad, que como expone Peiró “está relacionada con la evolución y consolidación de la ciudad convirtiéndose esta en el topos de su pensamiento”. El Museo Reina Sofía enuncia este prólogo en la segunda planta del edificio Sabatini. Aquí tres ciudades son las protagonistas. Madrid, París y Barcelona. “No son solo los centros de producción del arte sino que son los escenarios de ese arte”, esclarece la jefa de exposiciones del Reina Sofía.
Por otra parte, en esta segunda planta atendemos a la construcción de la ciudad moderna. Es además el momento en el que se fragua uno de los movimientos artísticos más encumbrados de todos los tiempos, el cubismo. Y por lo demás, una época enmarcada por grandes nombres y figuras imprescindibles como José Gutiérrez Solana, José Ortiz Echagüe o Ramón Gómez de la Serna, “uno de los grandes artífices de la vanguardia y de la modernidad en España”, sugiere Peiró. A estos se les unen otros más universales como André Breton, Luis Buñuel, Dalí, Carl Einstein, Picasso o George Grosz. Entre las mujeres artistas representadas en este periodo encontramos a María Blanchard, Maruja Mallo, Sonia Delaunay o Grete Stern. Siguen siendo pocas en el reparto, pero su carencia también es significativa de la construcción del discurso social de la época.
El resto del prolífico recorrido, hasta llegar a la zona más contemporánea, engloba desde la producción artística en la España franquista, hasta el arte realizado en Latinoamérica en la segunda década del siglo XX. No obstante, si algo es relevante, además de los artistas que configuran este recorrido, son los momentos y lugares clave. El I Congreso de Arte Abstracto de Santander, la Exposición Internacional del Surrealismo en México, la III Bienal Hispanoamericana, los Encuentros de Pamplona de 1972, el Centro de Cálculo de la Universidad de Madrid, la Documenta 7 de 1982. Y las plazas del 11 M, y la Expo de Sevilla y el SIDA abordado desde los colectivos a favor de una política no discriminatoria y de cuidados para los seropositivos.
Un homenaje sentido a Carmen Laffon
Es justo en la etapa final donde el relato se extasía. Porque se sabe un contenedor de preguntas que responde con otras cuestiones sin resolver. Como resume Manuel Borja-Villel, este “es un momento de algoritmos y fake news en el que el presente parece que esté en un loop continuo, donde el futuro es meramente distópico y donde el pasado se transforma en un algo sentimental que puede ser utilizado en guerras culturales”. Y ante esta situación, manifiesta, “hay toda una serie de artistas que reaccionan de diversos modos”. Sus nombres ya son conocidos por los asiduos al Museo Reina Sofía en los últimos años, puesto que han protagonizado exposiciones temporales o formado parte de los programas de actividades.
Por citar algunos de estos artistas que cierran esta parada obligatoria podríamos reunir en un apretón que busca abrir el debate en torno a los temas más candentes de la actualidad a algunos como Allan Sekula, Rogelio López Cuenca, María Ruido, Wang Bing, Ignasi Aballí, Jorge Ribalta, Daniel García Andújar, Miriam Cahn, Dora García, Hito Steyerl y Rosa Barba. Sin embargo, si hay una figura que sobresale cerrando el recorrido con un broche de oro es Carmen Laffón. La artista, recientemente fallecida, concluye un encuentro que se convierte también en un homenaje a su trayectoria. Con una obra “ajena a teorías en la que solo con el hecho de ver, sentir y tocar, de algún modo, está conectando con aquello que la rodea”, ultima Villel.