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El segundo capítulo de la reordenación del Museo Reina Sofía se centra en el arte producido en América Latina, desde mediados de los sesenta, hasta finales de los ochenta del pasado siglo
La reordenación de la Colección del Museo Reina Sofía sigue su curso. Ahora le toca el turno al segundo capítulo centrado en territorio Latinoamericano. Un territorio que Rosario Peiró, jefa de colecciones del Museo, define como “un espacio que los artistas entienden como algo territorial”. A continuación explica que “algo territorial es algo que está ocupado por la gente y como tal, tiene un carácter social y político porque ellos —los artistas— no hablan del espacio-arte, hablan del espacio-arte dentro de lo que es el espacio político”. Los artistas a los que se refiere no son solo latinoamericanos, sino que el recorrido ahonda en un área geográfica a la que también llegaron intelectuales de España —Valcárcel Medina, Muntadas o Plaza— y de otros países europeos —Camnitzer, Bo Bardi o Gego— . Como apunta Peiró los españoles “llegaron en algunos casos por cuestiones de exilio, pero también por interés personal como es el caso de Julio Plaza”.
Lo que se plantea aquí es un itinerario por el arte producido entre mediados de los años sesenta y finales de los ochenta del siglo pasado, para centrarse en una América Latina de grandes transformaciones políticas. El título propuesto, Los enemigos de la poesía: Resistencia en América Latina, es muy ilustrativo a este respecto. Las dictaduras latinoamericanas de estos años son claves para entender un periodo que en lo artístico ofrece “una experimentación radical” en palabras de Rosario Peiró. Asistimos, de esta manera, a un encuentro con las nuevas prácticas artísticas de aquellos años que derivan en planteamientos heterogéneos. La apropiación de los nuevos medios y tecnologías de comunicación de masas, la intervención de la esfera pública, el cuestionamiento del sistema del arte, la utilización del cuerpo como herramienta de expresión y crítica social, o la redefinición del papel del espectador son algunos de las ideas abordadas por los creadores que protagonizan este episodio de la historia del arte.
América Latina como lugar de encuentro
Este recorrido ofrece más de cien obras, de las cuales “muy pocas habían estado expuestas en el Museo y casi el 90 % son nuevas” asegura Peiró. Entre las piezas más notorias la jefa de colecciones del Museo Reina Sofía destaca la de autores como Hélio Oiticica, Isidoro Válcarcel Medina, Paolo Gasparini o Juan Downey, entre otros. También señala a Julio Plaza como un referente a subrayar por ser muy representativo de la relación de España con América Latina. Por otra parte, este acervo se distribuye en diez salas que contemplan diferentes aspectos artísticos, haciendo hincapié en el arte brasileño y argentino, dos focos muy significativos del arte autogestionado. No obstante, también hay una considerable representación de artistas de Chile con figuras de la talla de Roberto Matta, Elías Adasme y Juan Downey; y de Perú, con nombres entre los que encontramos a Jesús Ruiz Durand, Carlos Ferrand, Herbert Rodríguez o Jaime Rázuri.
Independientemente de territorios concretos, si hay un concepto claro en esta exploración del arte es que todo es complejo, amplio, plural y diverso. En este sentido, se apunta más a la idea de lugar que a la de mapa. Una idea de lugar en el que trabajan, por ejemplo, artistas de distintas procedencias. Así ocurre en Venezuela donde Jesús Soto entra en contacto con Gego. O en Puerto Rico, donde la Universidad de Mayagüez se convierte en un importante centro de experimentación guiado por el español Ángel Crespo que convoca a otros artistas como Julio Plaza o Tomás García Asensio para trabajar en este centro de investigación artística.
De la misma manera, hay efervescentes núcleos artísticos en Argentina y Brasil. En el caso de Argentina, destacan el Instituto Di Tella y el Centro de Arte y Comunicación (CAyC). En cuanto a Brasil, el Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo (MAC-USP) es fundamental. Instituciones de acogida y encuentro que experimentan, como vemos en Argentina, un gran compromiso social alrededor de 1968. Esta es una fecha clave a la que se le dedica una sala para ahondar no solo en lo experimental sino en lo político, un aspecto clave también en el contexto de Chile.
Concretamente Chile, en la trama que se teje alrededor de la dictadura de Augusto Pinochet, es el encargado de cerrar este paseo que nos devuelve una mirada muy fidedigna del Arte de América Latina. Una mirada que también pone el foco de atención en sus mecenas, los integrantes de la Fundación Museo Reina Sofía, que han hecho posible este despliegue de formatos que se presentan en las distintas salas. Pintura, escultura, fotografía. Pero también instalaciones, obras efímeras, arte postal, vídeos o registros de performances y acciones que dan una enfoque multidisciplinar a la muestra. Desde una dirección ubicua que esclarece, por lo demás, una de las líneas de trabajo del Museo Reina Sofía en los últimos años: la investigación sobre las prácticas artísticas en países de Latinoamérica.