Joan Mitchell, una ‘mauvais herbe’ 

La primera retrospectiva sobre Joan Mitchell en el SFMOMA focaliza el conflicto que atravesó su obra para generar un vocabulario singular y abstracto

Aproximándose a su obra desde diferentes perspectivas, el SFMOMA de San Francisco presenta la primera retrospectiva sobre la pintora Joan Mitchell (Chicago, 1925 – París, 1992). Realizada en colaboración con el Museo de Arte de Baltimore (BMA), expone 80 obras de una artista que superó lo convencional. Desde el Nueva York de los años cincuenta, dominado por hombres, hasta cuatro décadas en una Francia con un paisaje esencial para su pintura. La exposición pretende demostrar la capacidad de Mitchell para crear, por ello, se desarrolla un diálogo entre sus cuadros y cuadernos, bocetos, dibujos o cartas. Pero también con sus fotografías, siendo estas las que, junto a su respuesta pictórica, enseñan como supo capturar el mundo natural y la vida cotidiana. De esta manera, la muestra esclarece la visión de la autora y, a su vez, abre una ventana a la riqueza de su práctica.

Las comisarias del proyecto, Sara Roberts, del SFMOMA, y Katy Siegel, del BMA, tras dos años de investigación, llegan a “una pintura con sentimiento”. Algunos de los motores de Joan Mitchell fueron artistas de la talla de Van Gogh, Cézanne, Monet, Kline y Willem de Kooning. Sin embargo, tal y como reconocen las comisarias “ella abrazó esa tradición solo para ampliar sus términos”. Si bien sus obras irradian vitalidad, el sentimiento y el color tienen que ver mucho más con el mundo natural. De ahí que la exposición represente ese intento de unificar la experiencia física con la psicológica y emocional que tanto caracterizaba a Mitchell. Unos lienzos que están conectados íntimamente con los sentimientos y el espacio. Se pueden encontrar referencias a su Chicago natal, Nueva York, París, la costa mediterránea y las colinas de Vétheuil, pueblecito en el que se estableció.

Un recorrido multidisciplinar que enfrenta el conflicto

Además, la música y la poesía estuvieron presentes en la obra de Joan Mitchell. Aunque en esencia se dedicó a las artes visuales, sus relaciones personales con escritores y músicos se visualizan en sus piezas. Cuadros como Ode to Joy (A Poem by Frank O’Hara) y La Vie en Rose demuestran esa pasión multidisciplinar por las artes. Por otro lado, la retrospectiva contextualiza como el conflicto tiene cabida en su obra, enfrentándose a roles sociales prescritos por su género o estatus social. Este deseo por controlar su libertad creativa hace que se defina a sí misma como una mauvaise herbe o mala hierba. Para Mitchell, los girasoles, las margaritas y los dientes de león eran plantas que pasaban desapercibidas. Esto es, malas hierbas que se encontraban fuera de lugar según las convenciones, pero que vistas por los ojos adecuados eran fuertes y hermosas.

La naturaleza transnacional de Joan Mitchell se puede percibir en todo el recorrido. Una artista de difícil categorización, influenciada tanto por París como por Nueva York. De hecho, ambas naciones reclaman su obra y han desarrollado percepciones muy diferentes de la misma. Es por este motivo que la exposición examina ambas miradas que, aunque divergentes, tienen varios puntos de encuentro. El resultado es un retrato cohesivo que permite descubrir a una creadora compleja. La fuerza de su enfoque puede apreciarse en la respuesta pictórica que genera al entorno urbano de ambas ciudades. En el caso de Nueva York, en obras como The Bridge y Evenings on 73rd Street. Y en el de París, con piezas como South, No Rain y Sunflowers. La muestra, como afirma Roberts, “ofrece una experiencia visual transportadora que nos recordará el poder insustituible y abrumador de ver el arte en persona”.
 

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