Rosana G. Alonso
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Pasando de lo individual a lo colectivo, Catarina Vasconcelos muestra su fuerza autoral en ‘La metamorfosis de los pájaros’, un filme que trasciende la imagen para suplantar la ausencia

La metamorfosis de los pájaros | StyleFeelFree
Imagen de la película La metamorfosis de los pájaros | StyleFeelFree

Se sabe de la existencia de pinturas conocidas como naturalezas muertas desde hace muchos siglos. Las primeras encontradas fueron pinturas funerarias egipcias a las que nos remite continuamente La metamorfosis de los pájaros de Catarina Vasconcelos. Más desde un punto de vista conceptual que gráfico. Sus still lifes reconocen estados emocionales que concretan una transitoriedad que fluye de Gustave Courbet a una fotografía de moda conceptual que define lo contemporáneo. Todo está latente, fluyendo como un río que busca un mar. ¿A qué cauce quiere llegar la cineasta portuguesa? Con su ópera prima trata de dibujar un paisaje familiar que la ubique. Sigue el rastro entonces de Triz, diminutivo de Beatriz, a la que solo conoce por una fotografía. ¿Quién es Beatriz? Se pregunta ¿Qué representa en su historia familiar? Un todo, un mar, una madre en la que todos desembocan. Una madre que acaba siendo representación de las madres.

Lo que hace Carolina Vasconcelos es pasar de lo individual, su yo, a lo colectivo, un yo universal en el que nos identificamos. Porque nos reconocemos en las ausencias que determinan presencias, en los lazos invisibles que nos atan a aquello que de alguna forma nos define. Por eso, La metamorfosis de los pájaros no es solo la historia de su abuela, sino que a través de ella hurga en su relato vivido. Marcado por la ausencia de su madre que murió cuando ella era muy joven, es un cuaderno en blanco. De ahí que su búsqueda para llenarlo de imágenes y palabras sea incesante. Su filme es punzante, por los vacíos que rellena con cada fotograma que atraviesa con alfileres. Realmente, recurre a lo audiovisual para escribir un libro familiar donde situarse, un álbum de fotos que fluctúa continuamente de lo objetivo a lo abstracto, lo soñado, lo lírico.

El estilo que marca todo el metraje e incluso el tema, un cuadro subjetivo donde interpretarse e interpretar el mundo que la rodea, tiene claros vínculos. Lo podemos englobar en una cinematografía que enlaza la realidad con lo poético y que vemos muy claramente tanto en la nueva ola de cineastas portugueses, como en un Novo Cinema Galego que ha bebido mucho de sus vecinos lusos. Por ilustrar esto, diría por ejemplo que se evidencian ciertas semejanzas narrativas con el enfoque de Lúa vermella de Lois Patiño, o Cartas de la guerra de Ivo Ferreira. No obstante, la forma que tiene Vasconcelos de conectar, de hilar cada foto fija, cada escena, cada palabra, cada texto y suscitar emociones tan poderosas, la definen como una autora con una extraordinaria voz propia que busca trascender la imagen. Arrolladora en su forma de engarzar y llevar el concepto al límite de su significación.

El cúmulo de metáforas que trazan una poderosa imagen genealógica, decididamente convierten a La metamorfosis de los pájaros en una de las narraciones más sublimes de hoy. Entendiendo el hoy como un momento que define estética y sensorialmente una época, el filme navega entre aguas, generando un torrente de sensaciones. Hemos visto un puñado de buenas películas siguiendo esta línea que busca evocar, trazando imaginarios que anhelan descubrir una verdad imprecisa, siempre mutable. Pero hay que reconocer que muy pocos cineastas consiguen transportar y proyectar imágenes de imágenes, recuerdos de recuerdos, como lo hace Vasconcelos. No solo eso, sino que escarba en lo subterráneo para escribir la historia de las mujeres, de las madres, de las manos que cunan, alimentan, sostienen.
 

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