Marta Pascual
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Este año las vacaciones de verano las organiza Guillaume Brac con ‘¡Al abordaje!’, una comedia refrescante que mueve el corazón y la mandíbula

Título de la película | StyleFeelFree
Imagen de la película ¡Al abordaje! | StyleFeelFree

Félix conoce a Alma y se prenda tanto de ella que decide ir a buscarla para vivir una aventura a la altura de Antes del Amanecer. No obstante, el director de la película, Guillaume Brac, planea un destino diferente para su personaje principal porque, ante todo, ¡Al abordaje! es una comedia francesa. Aunque el protagonista consigue reclutar a su amigo Chérif y a Édouard, un despistado conductor que pasaba de camino, sus planes se tuercen de primeras. Su relación resulta sencilla y enternecedora gracias a un tono libre de prejuicios y de segundas intenciones. En general, está marcada por un estilo naturalista que se deshace de ostentosidades para trasmitir la narración con nitidez. Muestra de ello son los inofensivos obstáculos que definen los conflictos, los cuales reafirman su fresca y divertida exposición. Así, pretende ser una etapa del viaje, no su reveladora y drástica conclusión.

El humor lo trae de la mano la comedida caricaturización, ya que logra fomentar la empatía del espectador y compadecerse de los desatinos del trio. Este cautiva desde el principio, sin embargo, enamora cuando los amigos del personaje interpretado por Eric Nantchouang empiezan a resaltar. Mientras que él afronta la vida con infantilismo, endiosando a Alma y a sus irreales planes con ella, Chérif es la cabeza del grupo. Entiende el amor más allá del romanticismo y el sexo, concibiéndolo con altruismo y ternura. El mimo con el que trata a su nueva amiga, Héléna, y a la hija de esta denotan la sensatez que les falta a sus dos compañeros de viaje. Édouard funciona como un gag junto a Félix, pues, siendo ambos igual de imprudentes, sus reacciones son bruscas y ligeras como las de un niño.

El verano se desarrolla en el camping. Los primeros días son neuróticos, llenos de planificación y esperanza. A mediados de julio el entusiasmo reside, pero de forma más relajada. En los últimos días de agosto las noches se vuelven más largas y apagadas. El sentimiento agridulce que llega con el otoño es el que plantea el director al comparar la transición del estío con el enamoramiento. Las elevadas expectativas del enamorado temerario cesan y maduran como el estudiante que vuelve al colegio después de unas largas vacaciones. La trama deja un poso cíclico que el público reconoce y añora, lo que encierra la verdadera fuerza de la historia.

Guillaume Brac no renuncia del todo al formato documental que le hizo triunfar en 2018 con La isla del tesoro. La espontaneidad y la temática veraniega se han convertido en parte del sello personal del autor gracias a su reincidencia a lo largo de su trayectoria cinematográfica. De esta forma, convierte al cine en un parque de sensaciones en el que experimentar. La sencillez en su tratamiento denota dedicación sin recurrir a aparatosos constructos que estropearían la pureza de los relatos que plantea. Por ello, no es difícil visualizarle escribiendo una escena con la sonrisilla de quien sabe que está cometiendo una travesura pequeña y deliciosa.
 

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