Rosana G. Alonso
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Lo extraordinario del documental ‘Amor Fati’, de Cláudia Varejão, es que sin expresarlo directamente, explica una teoría queer pocas veces enunciada con criterio

Amor Fati | StyleFeelFree
Imagen de la película Amor Fati | StyleFeelFree

En el documental Queer Genius, de Catherine Pancake, una de las artistas retratadas comentaba que el lazo afectivo entre una persona y un perro también era queer. Porque en realidad, ¿qué es lo queer sino abrazar otras formas de relacionarnos que se escapan de las dialécticas estandarizadas? ¿Es necesario acudir al género y la sexualidad para clarificar el concepto? Estas interrogaciones se responden por sí solas en Amor Fati de Cláudia Varejão. La cineasta portuguesa no menciona el término queer en ningún momento. Pero es evidente que su película es un enunciado que desarrolla una teoría del afecto que se escapa de convencionalismos. Saltándose, incluso, la barrera de lo humano.

En Amor Fati Varejão habla del amor y lo retrata con poesía. Buscando una pureza que mira a lo cotidiano, donde encontrar la realización personal y afectiva. El amor lo protagonizan una madre y su hijo ciego, dos hermanas gemelas, dos ancianas en un entorno rural, dos amigos que se sirven de espejo donde mirarse. Pero también se contempla el amor entre humano y animal, o entre humano e instrumento musical. Es un coro de afectos que escenifican el discurso de Aristófanes en El Banquete de Platón. Una correspondencia que busca la elevación. ¿Cuál es en realidad la realidad del amor sino la fusión con un otro, que nos complementa y define?

Sin la tan manida voz en off y sin grandes prolegómenos, Amor Fati observa. Todo está narrado con los gestos y las expresiones que reconstruyen historias de encuentros que comprenden la inmediatez de un esencial que nos reconforta. Una caricia, una mirada, un silencio. Con una atmósfera ensoñada, la película ofrece una alternativa al sueño frustrado del amor que tiene como objetivo la procreación. Es una cinta diáfana, que encuentra la pureza en lo cercano, y en una ecología del amor que nos enseña a vivir. Lejos de imposiciones sociales, de señuelos, de una cinematografía orientada a crear arquetipos frustrantes. Nos enseña también a mirar con libertad. Y en esa libertad, a abrazar lo meramente vital. Aquello en lo que nos reconocemos. Por síntesis o antítesis.