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Como los protagonistas de ‘Los reyes del mundo’ Laura Mora busca su tierra prometida y la encuentra formulando un lenguaje lleno de giros poéticos que le permiten encontrar su voz
Atravesada, inevitablemente, por su historia personal, Laura Mora tiene muy claro que la violencia que franquea Colombia solo puede ser usada como arcilla para crear. Por eso, tras Matar a Jesús, una película en la que el tono realista impregnó todo el metraje Los reyes del mundo apunta un giro en su corta cinematografía que explora un lirismo repleto de metáforas. En ella, todo puede interpretarse de forma simbólica. Desde el título, hasta el sugerente desenlace que aspira a ir un paso por delante de la mera tragedia. Es evidente que Mora está en un momento en el que el dolor busca nuevos cauces de expresión y fue esto lo que, precisamente, en el Festival de San Sebastián me llamó más la atención cuando asistí a su proyección.
Es normal fijar unas expectativas en base a un trabajo precedente, en el caso de Mora, lleno de intenciones pero todavía inmaduro en las decisiones que, hasta ahora, lo articulaban. Sin embargo, aquí, en Los reyes del mundo, todo estalla. Con una narración más elocuente, menos lineal y próvida en la voz, Laura Mora, la Concha de Oro del 70 SSIFF, logró casi lo imposible. Unificar a la crítica. Lo que puede ser interpretado como algo sospechoso, en esta ocasión ponía de relieve su talento para ofrecer diferentes lecturas según las expectativas y las miradas de cada cual. Por otra parte, la violencia, muy recurrente en gran parte de la cinematografía latinoamericana y que estalló en la brasileña Ciudad de Dios, de Fernando Meirelles, descubre trayectorias que desvelan poéticas.
Dejando al margen todo lirismo que abre horizontes la película se sustenta perfectamente en un guion sólido. Muy diáfano, conmueve en la elección de unos protagonistas que inician un viaje colmado por la esperanza. Es un relato muy humano que mantiene el temple, un equilibrio difícil, con un ritmo adecuado que no se aletarga a pesar de sus desviaciones. En este sentido, la primera lectura que puede hacerse va al encuentro de una cinematografía que revive el género de aventuras y humanista desviándose de un coming of age frustrado por las políticas que secundan su genealogía. Lo único que importa es el viaje de cinco amigos de Medellín por el Bajo Cauca antioqueño, en Colombia, para reclamar las tierras que pertenecen a uno de ellos.
También es posible otra lectura amparada por el delirio, el ensueño y la imaginación enfrentada a la realidad. Desbordada de símbolos, Los reyes del mundo se perciben como los soñadores que no podrán madurar cuando la propia vida los adelante sin previo aviso. Son reyes porque creen en un reino al que quieren llegar, donde encontrarán un hogar. La cinta indaga en el retorno a una tierra prometida. Es un viaje a la inversa que hurga en una justicia kafkiana repleta de imágenes, de paisajes, de belleza en la voz y en todo lo que se abre a su paso. Es, además, una reflexión sobre la masculinidad en un entorno que la construye. Un filme que se abre paso en cada secuencia cimentando, al mismo tiempo, su propia imaginería de la ilusión y el desencanto.