La extensa trayectoria de Oskar Kokoschka llega al Museo Guggenheim de Bilbao que rinde homenaje a uno de los pintores expresionistas más importante del siglo XX
Oskar Kokoschka (Austria, 1886-1980) se dedicó al teatro, fue escritor y activista político, pero sobre todas las cosas, fue pintor. Conocido por su estilo expresionista, su obra le convierte en testigo fundamental de los acontecimientos históricos del siglo XX. La muestra que exhibe el Museo Guggenheim de Bilbao ha sido organizada en colaboración con el Musée d’ Art Moderne de París y comisariada por Dieter Buchhart y Anna Karina Hofbauer en colaboración con Fabrice Hergott, Fanny Schulmann y Marta Blàvia. Se trata de una retrospectiva de su obra y constituye una colección que repasa toda su trayectoria, desde sus primeros años en Viena hasta sus últimos días en Suiza. Constituye, por tanto, una revisión extensa y profunda de las principales épocas artísticas, con sus cambios de registro y evoluciones estilísticas, de una de las figuras centrales de las artes plásticas europeas del siglo XX.
Uno de los aspectos más importantes de la trayectoria artística de Kokoschka es su estilo expresionista caracterizado por el uso de colores deslumbrantes y pinceladas sueltas y vibrantes. Sus colores son, a menudo, brillantes y audaces, lo que da a sus obras una sensación de vitalidad y energía. Al mismo tiempo, es capaz de crear una atmósfera emocional con su uso del claroscuro y su habilidad para representar gestos y posturas complejas. En sus pinturas y dibujos exploró temas como la figura humana, el paisaje, la guerra y la política. Igualmente, su obra reflejó su interés por el psicoanálisis, el teatro y la literatura. Entre sus trabajos más conocidos se encuentran sus retratos, que capturan la psicología de las personas de una manera dramática. También destacan sus paisajes, que recogen una visión personal y expresiva del mundo natural, escenas de género y otras de temas políticos y sociales.
Importancia del yo interior
El éxito de las primeras obras de Kokoschka, correspondientes a los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, le abrió las puertas al mundo del arte. Pintó retratos que resultaron novedosos debido al diseño y el uso que hacía del color. Su primer éxito fue el retrato de Adolf Loos, a quien representa en una pose desafiante y es considerado como uno de los primeros ejemplos del expresionismo. De hecho, gracias a este nuevo estilo, de carácter realista y poco convencional, el pintor recibió muchos encargos de retratos. En ellos, revela el yo interior del retratado como si estuviera haciendo un análisis de su personalidad. Para lograrlo, abandona los fondos definidos y utiliza espacios cromáticos difusos para destacar al modelo. Muchos de los retratos de esta época están dedicados a la compositora Alma Mahler, su musa y con quien mantuvo una tormentosa relación durante varios años.
Tras su ruptura con Alma Mahler, se alistó en el ejército austríaco y luchó en la Primera Guerra Mundial. Su experiencia en la guerra fue traumática y sufrió una depresión por la que recibió tratamiento en un sanatorio de Dresde. Sin embargo, su producción artística aumentó considerablemente. Las pinturas de esta época destacan por las pinceladas rápidas, los colores intensos y los claroscuros. Además, el carácter nómada de su vida tiene una enorme importancia en su evolución artística. Sus viajes por Europa, el norte de África y Oriente Próximo le inspiraron para pintar paisajes y escenas urbanas que aspiran a captar la atmósfera de un lugar en vez de reproducir el terreno. Así consigue que sus pinturas tengan gran profundidad espacial, ya que están planteadas desde un punto de vista alto. De esta forma, el pintor intenta dejar atrás los traumas vividos en las trincheras de la guerra.
Arte degenerado
La crisis del 29 y la muerte de su mecenas artístico, Paul Cassirer, obligaron a Kokoschka a abandonar los viajes y regresar a Viena. No obstante, encontró la ciudad destrozada debido al auge del fascismo, por lo que alertó del peligro nazi a través de artículos y conferencias. Su compromiso político y social es otro aspecto importante de su obra, lo que motivó que se opusiera al nacionalsocialismo y se situara a la cabeza de la resistencia internacional. “El artista debe ejercer de alarma”, decía para explicar la relación entre política y arte. Asimismo, proclamaba su pacifismo y la importancia de la reconciliación. Sin embargo, su compromiso hizo que fuera etiquetado como “degenerado”. El arte degenerado es una expresión utilizada por los nazis para describir el arte moderno, el no alemán, el judío o el comunista. Kokoshcka respondió pintando un cuadro irónico de sí mismo titulado Autorretrato de un artista degenerado.
Durante la guerra huyó a Inglaterra, donde era un desconocido y su pintura no atrajo mucho interés en un primer momento. Una vez finalizado el conflicto, obtuvo la ciudadanía británica y pudo volver a viajar por Europa. Gracias a una exposición itinerante dedicada a su hacer, con sedes en diversas ciudades de Estados Unidos, se convirtió en un artista internacional de primera fila. Por otro lado, destacó por ser defensor de una Europa unida y de una cultura europea común. Por ello, convirtió la luz en un elemento esencial de sus cuadros dedicados a escenas mitológicas y tragedias griegas. Además, se posicionó en contra de la abstracción en el arte, tendencia general en aquel momento. Dedicó los últimos años de su vida a la enseñanza a través del arte y la observación, defendiendo que el arte es una herramienta para la adquisición del conocimiento.
DATOS DE INTERÉS DE LA EXPOSICIÓN
Título: Oskar Kokoschka: Un rebelde de VienaArtista: Oskar Kokoschka
Comisariado: Dieter Buchhart, Anna Karina Hofbauer, Fabrice Hergott y Fanny Schulmann
Organización: Guggenheim Bilbao y el Musée d’Art Moderne de Paris, Paris Musées
Lugar: Museo Guggenheim Bilbao
Fechas: hasta el 3 de septiembre de 2023
Horarios y tarifas: consultar
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