Adrián Lavandera

Conversamos con el cineasta Emilio Belmonte acerca del proceso de realización y complejidad de su documental ficcionado ‘Trance’, que gira en torno a la figura de Jorge Pardo

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Fotografía: Imagen del rodaje de ‘Trance’ de Emilio Belmonte | StyleFeelFree

En remoto, a través de videoconferencia, StyleFeelFree entabla conversación con el director almeriense Emilio Belmonte, que lanza su segunda película Trance. Esta vez, con un documental musical ficcionado, el cineasta homenajea la vida de la leyenda del flamenco Jorge Pardo. Emilio, que ha centrado su carrera en representar el arte del flamenco, narra los viajes o conciertos del músico, y también indaga en sus duelos personales a través de la ficción. Asegura, además, que la parte más complicada de la película no ha sido tanto construir un relato, como la concerniente a la producción. Demasiados países y demasiada música para un cineasta que tiene como objetivo una trilogía musical ficcionada de flamenco.

(Adrián Lavandera) ¿Qué tal todo Emilio? ¿Dónde te encuentras?

(Emilio Belmonte) Muy bien, estoy en Almería que soy de aquí. He aprovechado para bajar unos días.

(AL) He escuchado que aún no hay fecha de estreno en España para le película. ¿Es así?

(Emilio) Vamos a intentar estrenar. Esta es una película que se ha hecho para cine. No está hecha para un ordenador. Hemos hecho un esfuerzo técnico, sobre todo a nivel de sonido, brutal. Nos hemos dejado la piel y la vida en dar una calidad de sonido que solo se puede dar en una sala. Es una experiencia sonora. Pero bueno, ya sabes cómo está la distribución en España. Espero que la gente encuentre un descubrimiento con la película. Hemos hecho cine, y obviamente esperamos llegar a las salas.

(AL) Sería una pena no conseguirlo, la verdad.

(Emilio Belmonte) En Francia sí la vamos a estrenar que conste, sería una pena no llegar a salas aquí. Pero sí. Además, tengo la intención de seguir haciendo cine. Ya sea con Jorge Pardo o las ovejas en el campo. Pero solo quiero hacer cine. Quiero dejar una huella de cine musical flamenco en mi generación y en esta época.

(AL) ¿Esa es la intención de Emilio Belmonte? Porque no sabemos nada de ti ¿Quién es Emilio?

(Emilio Belmonte) Me cuesta responder a esa pregunta. Y nací en Almería y tuve una etapa en Valencia estudiando teleco, después hispánicas. No acabé ni la una ni la otra. Después me fui de Erasmus a Francia y allí me quedé. Entonces soy un poco autodidacta, empecé en Valencia con la filmoteca a cien pesetas y ahora hago documental. Cuando tengo una cámara siempre me pongo a hacer algo con amigos. Pero algo que sea cine. No quiero entrar en televisión porque está muy formateada. Siempre es una huida hacia adelante. Después tuve la opción de conocer a Rocío y me lanzo a hacer un largometraje. Yo llegué con tres heridas como decían de Miguel Hernández: flamenco, literatura y poesía. Esas han sido siempre mis pasiones y mis tres heridas. El objetivo siempre es la belleza. Lo dice Rilke también ‘lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar’. Eros, Tánatos…. Pero el flamenco siempre ha estado ahí. Entonces me doy cuenta de que el flamenco es la construcción de una identidad personal.

Pero sí, y con Jorge Pardo fue un poco igual. Me lo presenta mi buen amigo Rubén Gutiérrez Mate y nos lanzamos. Yo ya lo había visto con veintidós años, y tengo sus discos. Pero cuando nos conocimos hubo feeling. Yo creo que lo fundamental es tener olfato. Un largometraje es un compromiso muy grande. Y lo importante aquí era estar con un artista mucho tiempo sin llegar a molestarle. Jorge, por supuesto, accedió, pero con la condición de que yo hiciese mi película. Tuve que montar una productora sin ninguna experiencia de producción. La monto con mi anterior director de fotografía de Impulso y nos lanzamos a esta aventura maravillosa que nos ha dado penas y por supuesto, alegrías. Lo más importante de la película ha sido la experiencia. El estar ahí y sentirse vivo. Y el producir un efecto en la gente a la que ruedas. Inevitablemente, Jorge ya no era el mismo al acabar, y esa energía para mí es muy importante a nivel personal.

Lo fundamental en Trance era salir del tradicionalismo del documental musical. Hay un hilo narrativo muy fino que conduce a la fusión de los límites entre realidad y ficción. Hay mucha verdad ficcionada, y mucha ficción muy verdadera. Mucha.

(AL) ¿Hasta dónde la película es verdad y hasta dónde mentira? ¿Hasta dónde se llega a ficcionar?

(Emilio Belmonte) Existe un contenido patrimonial, cuyo objetivo sería dejarlo en el recuerdo de la gente hasta dentro de sesenta u ochenta años. Yo no quería hacer un panegírico de Jorge, un reportaje de televisión y ya está. Sería pretencioso por mi parte. Además, un hombre que ha vivido mil vidas… yo solo podía rodar una de las posibilidades. Entonces escribí un guion pero la parte que se acerca a la ficción en la película se fue desarrollando durante el rodaje. Hemos intentado plasmar las contradicciones que puede tener cualquier artista.

(AL) ¿Encontrasteis algo nuevo a lo largo del rodaje que encajase con la idea inicial de guion?

(Emilio Belmonte) Los aspectos de secuencias que no sabes si son reales o no, esas surgieron en la película. Lo que teníamos claro era que queríamos un músico de flamenco jazz, que viajase a Nueva York, y que comenzase un poco abajo para ir ascendiendo. Y bueno, por supuesto, la idea principal del concierto que ha sido lo más difícil de la película sin duda. Faltaron manos, faltaron brazos, faltó dinero. Pero tenía claro que quería plasmar sus relaciones personales con la novia, amigos, mánager… es importante esperar lo inesperado y dejar que la realidad te sorprenda.

(AL) ¿Fue difícil seguir a Jorge por tantos países?

(Emilio) Fue complicado. Fuimos financiando la película a medida que rodábamos. Y desplazábamos muchísimo material de sonido. Entonces, como primer proyecto, intentar abordar un largometraje así fue complicado.

(AL) Nueva York, India, Las tres mil de Sevilla… ¿Ocurrió algo interesante? Anécdotas tiene que haber.

(Emilio Belmonte) A nivel artístico, con Jorge, todas las puertas están abiertas. Es increíble la naturalidad y generosidad con la que se nos ha recibido. Las tres mil es un barrio con problemas pero es maravilloso también, no todo es blanco o negro. Estuvimos en Mali también, y nos quedamos tirados dos o tres días en el aeropuerto, y no sé, nocturnas, muchas anécdotas, pero esas ya te las contaré con una cerveza.

(AL) ¿Sientes que te haya quedado algo por grabar? Algo bonito que dijeras ‘¡Vaya, mi cámara no está aquí!’

(Emilio Belmonte) Es un tópico lo de que lo mejor siempre se queda fuera. Pero no es del todo así, y sino se queda en el corazón. Te quedas con la experiencia personal vivida. Mira. Me quedó una experiencia muy bonita con Duquende, Diego del Morao y Jorge. En un bar de París, en el que le pidieron a Duquende que cantara. Y Duquende dijo ‘no, está el maestro’, por Jorge. Y cuando ya teníamos todo guardado y estaban todos yéndose, entonces Duquende bajó al sótano y cantó una seguidilla en la que la gente lloraba. Fue muy rápido, pero muy bonito. Y a nivel de contenidos por ejemplo, Jorge estaba involucrado en un concierto de Bach, eso sí lo eché de menos. Pero por lo demás, no creo que se me quedara nada. Obviamente, la vida de Jorge Pardo es inabarcable. Nosotros solo hemos indagado un poco en ese laberinto.

(AL) ¿Te cambió la imagen de Jorge Pardo? ¿Has aprendido algo en relación?

(Emilio Belmonte) Jorge es un maestro musical. Y yo no había descubierto que también lo es de la vida. He aprendido mucho. Era muy afín al toque de saxofón, mucho más sensible musicalmente. Y ahora si me dan a elegir me quedo con la flauta, sin duda. He descubierto la flauta, y bueno, a Jorge. Su vida bohemia, su huida del ego, eso enseña. En más de cien días que me he pasado con Jorge, y con todos los músicos que he conocido, aprendes.

(AL) ¿Vas a contar con él para tu próxima película de flamenco, para terminar tu trilogía? ¿De qué va a tratar?

(Emilio Belmonte) El eje entre realidad y ficción va a trasladarse en la próxima película. Quiero trabajar de una forma mucho más ficcionada. Se llamará Rito, y por ahora no puedo adelantar nada, pero espero que trate de un homenaje al cante, en el seno de una de las grandes casas cantaoras andaluzas de gitanos. Quiero meterme en una línea genealógica muy particular y trabajar con un grandísimo cantaor, y ver hasta dónde podemos llevarle por el terreno de la ficción. No va a ser fácil.